Capítulo 14

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Elías intentaba sacar algo en claro mirando desde las distintas cámaras de los cascos de las fuerzas de asalto, así que aguzó el oído al escuchar la voz de la mujer integrante en Trinidad.

—Aquí Dolores. No hay ni rastro, Director. Se lo han debido oler. Abortamos misión.

Había visto el coche que Némesis usó para perseguirle la noche anterior; un coche con un sistema de búsqueda incorporado que le había guiado hasta su casa asegurando un enorme tanto por ciento de probabilidades de encontrarles allí. El tic en el ojo del Ruso lo decía todo.

—Muy listo —farfulló con rabia mientras una vena azul comenzó a marcársele en la sien.

***

En la casa rural de Albacete que Jean Paul tenía perennemente alquilada mediante una identidad falsa, el francés terminaba de colocar elegantemente el desayuno sobre una bandeja en la cocina. Tras ello se rebuscó en un bolsillo interior y sacó un paquete de tabaco; lo abrió y le dio un experto golpecito que sacó medio cigarro del contenedor. Era tan fácil cogerlo, fumarlo, sentirse bien y tranquilo de nuevo...

Llevaba sin probar uno desde el jueves anterior cuando los citara a ambos en el Portamaris, pero cada poco rato notaba un impulso irrefrenable que le llevaba la mano hacia donde solía guardar los cigarros.

Estaba muy nervioso, no sólo por la noche movidita y por lo que estaban comenzando los tres, sino porque ahora eran fugitivos ante sus antiguos aliados. Jean Paul sabía que los integrantes de Prime.corp no conocían la piedad; no dudarían en considerarle un peligro para la sociedad debido a que les había causado contratiempos y actuarían en consecuencia. Encendió el cigarro y se lo llevó a la boca...

...pero sus pulmones se negaron a aspirar.

Con un terrible esfuerzo de voluntad consiguió quitarlo de nuevo de sus labios y lo espachurró con rabia en el cenicero.

—Las cosas que de verdad importan no se intentan, se hacen —repitió la frase que Jonás le dijera hacía unos días y que tanto le había ayudado.

Puede que Marcos le hubiera condicionado a intentar dejarlo de manera definitiva, pero no abandonaba el tabaco porque hubiera un ultimátum o una condición terminante en la forma de pensar del moreno; lo dejaba porque sabía que debía dejarlo (siempre lo había sabido), quería dejarlo y ahora tenía motivos.

Tenía a alguien por quien luchar.

La adicción trataba de hacérselo ver desde el lado contrario, pero querer es poder. No quería condenar a sus chicos a verle morir de cáncer, a soportar su olor a tabaco, a soportarle nervioso si no conseguía un cigarro a tiempo... o incluso a causarles a ellos alguna enfermedad derivada.

—Por los tres. —Hizo una bola con el paquete y lo tiró a la basura.

***

—Lo siento, lo siento de verdad —repitió Marcos acariciando el hematoma en el hombro del adolescente y recordando con vergüenza el momento en que le atacó.

—Yo también lo siento —le imitó Jonás masajeando la muñeca de su chico—. ¿Fue esta la que te rompí?

—La que me rompió el hijo de puta que te controlaba, tigre. Pero sí, fue esa. —Al escuchar que el moreno retomaba el viejo mote que le pusiera por su cabello rubio cuando comenzaron a verse, Jonás se derritió.

Entre beso y beso, Marcos le levantó la manga de la camisa y apretó el brazalete tatuado.

—Pero qué tonto eres... —insultó socarronamente con una sonrisa de oreja a oreja y entonación enamorada.

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