Capítulo 5

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“Don't you misfire, lléname con el deseo de continuar”

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“Don't you misfire, lléname con el deseo de continuar”

John encendió la luz de la habitación, encontrándose a Jane mirando fijamente al techo, recostada en la cama y con el largo de su cabello cayendo como cascada del otro extremo. La castaña estaba en la nada, tarareando una canción que a él también le llegó a gustar en su juventud, There’s A Place de The Beatles. La suela de sus zapatos no tocaba el suelo y gracias a eso le permitió moverlos de arriba abajo con el ritmo de su bonita voz.
Sin decirle nada todavía, puso el botiquín sobre el suelo y después de haberse lavado las manos, prosiguió a preparar alcohol, algodones y vendas, todo lo necesario para hacer una buena curación, lo suficientemente bien como lo había aprendido de su adorada madre. Jane salió por fin de sus pensamientos y se sentó con dificultad, la razón de su sonrisa apenas ella podía explicarlo, porque en cuanto miro a John frente a ella y vio su gracioso flequillo, carcajeo, llamando la atención del castaño.

—Voy a quitarte las botas y… —John se detuvo en seco, bastante nervioso— después tu pantalón, para poder curarte mejor

—Sí, está bien —Jane le agradeció, ofreciéndole el pie derecho

—Oh, puedes cubrirte con esta toalla si gustas —le dijo levantándose. Fue al equipaje de Brian y tomo la toalla del rizado—. Ya sabes, cuando te quites el pantalón

—Sí —Jane la tomo, entonces John podía empezar

Tomo su delgada pantorrilla y bajo el cierre de la bota derecha, para después deslizarla hasta lograr zafarla de su pie y al descubrir ambos, se quedo pensativo en medio de tantas preguntas que rodaban por su cabeza todavía sin lograr responder a ninguna. ¿Era casualidad, destino o con un merito propio? ¿Cuál era la razón del porque ambos se encontraban en la misma habitación? ¿Acaso era casualidad que, de entre tanta gente en la cuidad, fuese exactamente John Deacon quien fuera a ayudarla? Como si se tratara de un plan que Jane estuviera ebria, que las cosas estuvieran sucediendo así. Qué casualidad.
Pero esas preguntas no eran las que a John le frotaban la cabeza, en realidad el pobre joven de nada más veintitrés años, seguía mirando los pies blancos de Jane, una chica de veintiocho años, que eran suaves y pequeños, como los pies de una niña.

—Te ayudo a ponerte de pie —John sacudió la cabeza, olvidando sus pensamientos—. Te sujetaré de la cintura mientras tú te quitas el pantalón ¿Sí?

Para desgracia o ventaja de cualquiera de los dos, Jane no logro mantener el equilibrio estando de pie, en cuanto vio girar todo su alrededor, quiso dejarse caer de nuevo sobre la cama, pero John se lo impidió sujetándola por la cintura, evitando con la fuerza de sus brazos que ambos cayeran.

—Jane, seré yo quien te quite el pantalón, no hay problema ¿cierto? —el pobre John se dio cuenta de que su delgada, pero varonil voz le estaba temblando— Escucha, sólo te quitaré el pantalón, no haré nada más que curar tus heridas

Queen vs KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora