Cause you've always saved me

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Cuando me encontré con el anaranjado horizonte del atardecer de Yokohama, al borde de la azotea en uno de los mas altos edificios de la ciudad portuaria, pude sentir el calor de una mano agarrándome con firmeza, con una fuerza que me tiraba de regreso a la vida. Una fuerza que me impedía alcanzar mi tan anhelado objetivo del suicidio.

Una cálida fuerza que, siendo honestos, me devolvía con calidez la alegría de regresar a la vida.

¿Cuántas veces Atsushi no me había salvado de caer al precipicio, de lanzarme a un río, de consumir algo que claramente podría hacerme daño?

Una y otra vez, egoístamente, abusaba de su inocente amabilidad, de su dulzura... Del cariño que sabía de sobra el menor me tenía.

Egoísta, tan cobardemente egoísta. Escondiéndome siempre detras de esa careta de bufón, detras de mis tonterías.

¿Tan dificil era aceptar que llegó a lo mas profundo de mi ser, tocando hasta la última fibra con su ternura? ¿Tan difícil era aceptar que me había vuelto dependiente de él?

Lo sabía, sabía que era sumamente egoísta. Pero el que me salvara cada vez que estaba al borde de un abismo, alimentaba mi tan miserable existencia.

Y ahí estaba, una vez mas, salvándome de saltar al vacío. Ahí estaban esos ojos bicolores -que me negaba a aceptar que amaba-, con una expresión de suplica en el rostro, observándome solo a mí.

Aunque ese sentimiento de felicidad, pronto era opacado por los negativos pensamientos. ¿Cuánto tiempo más podría seguir así? ¿Cómo podía siquiera continuar abusando de su amabilidad?

Era un demonio, era un desgraciado...

Era una mancha de tinta en sus blancas hojas, una hoja manchada que debía ser arrancada.

Pero sabía que el niño que alguna vez existió en mí, se aferraba a aquellas manos como lo haría un niño que le teme a los truenos, a la tormenta que se avecina.

Y lo peor de todo, es que mi vida entera era una tormenta que parecía no acabar.

— Atsushi-kun... —se dejó apenas oír de mis labios, dejando que el viento frío llevase hasta él el sonido de mi voz.

Al mencionar su nombre pude sentirlo, pude sentir como se estremeció, como la respiración acelerada, por posiblemente haber estado corriendo para alcanzar a subir a la azotea, se detuvo un segundo. Sus pupilas, fijas en mis ojos, parecían haber descubierto también mi mas grande secreto: mi necesidad de ser rescatado por él.

Me detestaba, en lo mas profundo de mi ser me detestaba por convertirme en un ser tan miserable por continuar aprovechándome de su bondad. Detestaba orillar a Atsushi al borde del avismo conmigo. Pero mi necesidad por él era mucho mas de lo que podía siquiera expresar con palabras, una droga que me hacía sentir vivo, aun sabiendo que no era digno.

No era digno de vivir, no era digno de tenerle cerca, no era digno de su admiración.

No era digno de su amor...

Porque además de todo, yo lo sabía.

Sus ojos me lo habían dicho...

Y sus labios en algún momento me lo habían confirmado.

Porque además de aprovecharme de su bondad, para alimentar mi necesidad de él, sabía de los sentimientos con los que el menor luchaba cada día en su interior. Sabía de ese sentimiento que había nacido en su corazón y se negaba a aceptar.

Había tenido el descaro de robarle, en más de una ocasión, un beso.

Algunas veces lo negaba, otras veces su corazón parecía abrirse.

Con dulzura, con fuerza, lentamente, con furia.

Tantas emociones, tantas sensaciones.

Podía sentirlo, podía sentir como su cuerpo temblaba entre mis brazos cada vez que tenía el descaro de aprovecharme de sus labios.

Tan cobardemente egoísta era como para no aceptar que estaba perdidamente enamorado de Nakajima Atsushi.

Y ese amor me fascinaba y aterraba a la vez.

Ese amor me hacía necesirarle con fuerza, y al mismo tiempo, alejarlo por miedo.

Esos sentimientos tan contradictorios solo lograban confundirlo mas.

Porque sabía que a veces mis palabras se contradecían con mis acciones.

Porque lo necesitaba y alejaba de igual manera.

¿Cómo no decir que soy un ser despreciable?

Odiaba esta vida con tanta fuerza...

Pero la dulzura de Atsushi me hacía querer aferrarme a ella, solo para continuar disfrutando de su ternura, seguir absorbiendo del amor que él mismo tenía por esta vida, que irónicamente, con tanto desprecio lo había tratado.

Su voz llegó hasta mí en un susurro, sabiendo que me aferraría a él.

— Dazai-san... —tan simple, tan simple como el que sus labios pronunciaran mi nombre y su fuerza me trajo de vuelta a la vida, a la realidad.

Me trajo de vuelta a su lado.

Una vez más, una vez mas Atsushi me salvaba... Como tantas veces antes. Y quien sabía, como en tantas ocasiones mas en el futuro.

¿O habría algún momento en que Atsushi solo soltase mi mano y me dejase ir?

La sola idea me paralizó, me llenó de miedo.

Nunca, nunca me había permitido mostrar debilidad ante nadie, procuraba siempre ser el payaso detestable al que todos odiaban por no tomarse las cosas en serio.

Nunca, hasta ese momento.

El momento en que mis rodillas flaquearon, en que mi corazón se detuvo, presa del pánico. El momento en que bajé de la baranda del edificio, en un completo y absoluto silencio, y caí de rodillas, justo frente de donde el albino se encontraba de pie, observándome con sus ojos más que sorprendidos.

Mis brazos rodearon su cintura, aferrándome a él con fuerza, con miedo a que fuese a tratarse sólo de un sueño y a desvanecerse.

Apegue mi rostro a su abdomen, mientras el golpeteo de la sangre acelerada daba en mis sienes y el ardor en mis ojos amenazaba con convertirse en lágrimas.

Tan vulnerable, tan indefenso.

En ese momento estaba mostrando mi real naturaleza ante Atsushi, estaba dejando al descubierto mis mas grandes secretos y mis mayores temores.

No hizo falta mas, no hicieron falta las palabras, no hizo falta que mis ojos se encontrasen con los ajenos.

Nada de eso hizo falta porque nuestros corazones se habían unido bajo ese silencioso atardecer.

Lo supe en el momento en que sus brazos rodearon mis hombros temblorosos y me vi completamente envuelto en su calidez.

Y mi ruidoso y tormentoso mundo pareció encontrar la calma, la paz que por tantos años anhelé.

—Lo siento... Atsushi-kun... —susurré, con el rostro aun escondido en su vientre, lo suficientemente alto para que el joven me escuchase.

Aquella disculpa traía consigo un mensaje que a mis labios le costaba formular, un mensaje que por mi orgullo era difícil de pronunciar:

Gracias, Atsushi-kun... Gracias por salvarme en todas y cada una de las formas en que alguien puede que salvar a una persona. Por amar por mí esta miserable vida, a este miserable y despreciable ser.

Gracias, simplemente por existir...

Lo sabía, sabía que no podía decirle aquellas palabras en ese instante, pero internamente hice la silenciosa promesa de que algún día aquellas palabras serían oídas por Atsushi.

Con el sol perdiéndose en el anaranjado horizonte de Yokohama permanecimos así, en silencio, abrazados.

En un abrazo que llenaba nuestras vidas. Un abrazo que trajo consigo -aun si era momentáneo- el deseo de aferrarme un poco más a esta vida.

Y todo, gracias a la inocente existencia de Nakajima Atsushi.

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⏰ Last updated: Feb 11, 2019 ⏰

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