Al día siguiente, Yeosang esperaba fielmente a Es-Eich en el mismo jardín, en el mismo lugar, con la esperanza de volver a ver a su nuevo mejor amigo.
Le había pedido a su madre que le eligiera la ropa más hermosa que tuviese, esta simplemente había sonreído creyendo que su pequeño se había enamorado de alguna niña de su escuela y le visitó con la mejor ropa que había encontrado.
Pero su amigo no llegaba.
El pequeño Yeo esperó por horas, hasta que finalmente llegó a una conclusión; su amigo estaba castigado por haber llegado tarde a su casa. Sí, seguro era eso, ya que se habían despedido bastante tarde.
Suspiró con tristeza, agachando su cabecita. Él realmente quería volver a ver a su amigo, pero no podía hacer nada.
Decepcionado, decidió imaginar que él llegaba y pasaban una linda tarde juntos, pero no se esperaba que aquello realmente pasara. Vio la hermosa silueta de su hyung caminando hasta él y corrió a abrazarlo, sin embargo este se quitó de su camino — No me gusta el contacto físico, lo siento.
El más pequeño asintió, sintiéndose nuevamente avergonzado. Creyó que su llegada había sido una simple coincidencia.
El pequeño Yeo era un chico solitario, bastante serio y quizás hasta Maduro para su edad, y es que no le gustaba socializar, pero aquel chico era verdaderamente agradable.
Otra tarde pasó entre risas y conversaciones tan graciosas como extrañas. Aveces Park solía decirle cosas que le hacían poner rojito.
— Ya es tarde. Nos vemos pronto, Park SH. — Se despidió agitando su pequeña manita, Yeosang. Aunque en realidad moría de ganas por abrazarlo, pero no quería hacer que se molestara.
Y no era así, Es-Eich también quería abrazarlo. Pero no podía, el menor simplemente lo traspasaría, y temía que este supiera que era un simple producto de su imaginación. No quería verlo triste. Pero él siempre estaría ahí si su pequeño lo imaginaba.