○ Capítulo 9 ○

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Ya habían pasado algunos días desde que me lesioné el pie. Ya era domingo y teníamos que volver a nuestro hogar. Mamá dijo que nos iríamos durante la tarde, así que la mañana de ese día, era nuestro último recuerdo de Miami. Habíamos ido a la playa, a jugar basquetbol (yo solo observé). Fuimos también a un museo, al cine y recorrimos todas las calles, las que estaban abarrotadas de curiosas artesanías y ropa. Aún me dolía el tobillo, pero ya podía caminar. No me iba a perder toda la diversión por un pie en malas condiciones. No siempre se tiene la oportunidad de hacer un viaje así. Sin embargo, aún me ayudaban a moverme.

Una vez que dejé mis maletas listas, bajé lentamente las escaleras, con ayuda del pasamano. Llevaba un vestido suelto de tiras y unas sandalias verdes. Hacía calor, así que la combinación era perfecta.

—Miren quien anda ahí —Dijo alguien. Lo reconocí casi de inmediato.

Pare el paso a medio caminar. Era dificultoso bajar las escaleras con un pie malo. Sarcásticamente, ladea la cabeza sobre mi hombro y le respondí:

— ¿Sabes algo? En vez de quedarte ahí mirando, Adam... —Tomé aire y descansé —... podrías ayudarme a bajar.

Noté como sonreía y en un acto reflejo, pasó sus manos por mis piernas y mi cintura. En brazos me llevó hasta el despacho. Me dejó en uno de los sofás que allí había y se agachó para estar a la altura de mis ojos.

— ¿Tienes tiempo? —Me preguntó susurrando.

Lo miré dudosa.

— ¿Para qué?

—Quiero mostrarte algo —Respondió. Noté como entrelazaba una y otra vez sus manos. Estaba nervioso. ¿Qué se traía entre manos este hombre?

Aquello hizo que mi cuerpo se estremeciera. Pensar en que era lo que me mostraría, me hizo recordar la confianza que habíamos generado. Durante esa semana, nos habíamos besado todo el tiempo que era posible. Incluso mi madre decía que nos veíamos lindos juntos. A papá no le agradaba mucho la idea, pero teníamos su apoyo para ser algo. Así que no cuestioné que era lo qué iba a enseñarme.

—Está bien, ¿Qué es? —Sonreí y él se quedó mirándome un largo rato. Se veía tan atractivo. Tenía el pelo desordenado y los labios bastante apetitosos, pero no podía distraerme. Sería irrespetuoso no prestarle atención por estar fantaseando.

Sonriendo, él se levantó y me tendió la mano.

—Vamos —Estaba entusiasmado.

—Ya voy, mira como corro —Le respondí con ironía. Él rio fuerte y yo le seguí.

Nos subimos a un auto arrendado y manejó casi veinte minutos. Llegamos a una especie de bosque que estaba a un lado de la carretera. Era un lugar donde cualquiera podía hacer un picnic y también acampar. Lo seguí hasta adentrarme más allá de la zona de camping. Mientras más avanzábamos, más se perdía de vista el auto. Adam me había llevado a un lugar solitario, pero grande. Y hermoso.

—Lily, mira —Él estaba más lejos de donde yo estaba. Cuando me acerqué para ver hacia donde apuntaba —Esto es lo que quería mostrarte.

Fijé mi vista hacia el bello lago que se cernía delante de nosotros. Alrededor había muchos árboles y flores que decoraban las orillas. Más al fondo, había una cascada que soltaba un sonido relajante. Las hojas de los frutos de los árboles caían al lago dándole un toque otoñal. Era precioso.

—Es bellísimo, Adam —Dije sorprendida.

—Lo sé, es tan bello como tú —Susurró. Nadie me había hecho cumplidos alguna vez, lo que hizo que me sonrojara rápido.

Un Ángel De Alas Negras © (LIBRO 1)Where stories live. Discover now