Transparencia

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Lunes.

Prefiere no despertar, pero igualmente lo hace, como un verdadero autómata sin capacidad de elección. Orina, enjuaga su rostro en un charco de agua pútrida estancada restante en el lavabo, algún día tendrá que reparar esa gotera, escupe. Se mira al espejo pensando que debería odiar este día, a cualquier ser humano le disgusta el inicio de semana laboral, pero no a él; él se encuentra por encima del status quo, es eso, o quizá la razón para encontrarse alienado a dicha sensación es su ya deshumanizada existencia.

Regresa a su habitación después de contemplar su cáustico reflejo por unos cuantos minutos, observó un cuerpo postrado en la cama, apenas y con un desliz de sábana sobre los glúteos, la piel algo grisácea y pálida; tal vez era su esposa, le resultaba imposible reconocer el cuerpo después de años no mirarle al rostro aunado a la afición de su, en algún tiempo: amada, por las drogas intravenosas, tenía ahora más punciones que efélides.

"Se habrá muerto la muy zorra." Se dijo a sí mismo mientras se calzaba el abrigo. Sorbió un trago del café restante de la madrugada. Eructo. Salió. Se empapo de las lágrimas urbanas precipitadas entre los rascacielos.

Al llegar a su oficina emulo a su predecesor en la fila. "Buenos días". "¿Cómo va la chamba?". "¿Qué tal el fin?". Llegó a su asiento, y resolvió todo este ritual con una mueca, unas expresiones demasiado imberbes que lo único que lograban en su exigua persona era náusea y desagrado. Se colocó los auriculares y se dispuso a proseguir con el ritual de lo habitual. ¿Algún estilo de música en particular? Ninguno, el suave aire del silencio lo reconfortaba mientras se evaporaba el bullicio de la oficina frente a su vacía expectación.

Se retiró. Llegó a casa. Pestañeo. Durmió.

Martes.

No existió. Demasiado exánime para recordarlo.

Miércoles.

Un halo de luz repaso sobre su laguna de incertidumbre, lo que le provocó saltar del sofá jadeante. Se colocó los pantalones y sólo por hoy decidió caminar a la oficina, ya era algo tarde para abordar el autobús. En el elevador se encontró con Alex, el pasante universitario que laboraba como office boy en el despacho, baja estatura, aún más baja estima, cabello encarnado corto, un desagradable acné que hacía que olvidarás el resto de los detalles de su rostro, pero con eso bastaba para saber quién se encontraba frente a ti, al menos el ente que vociferaba ruido delante de tu mirada, por qué se desconoce cuánta persona albergaba ese hábito de corteza.

Desde su asiento esperó a que Natalia le brindará los documentos a transcribir el día de hoy. Suspiró. Cerro las ventanas del contenedor de su inexistente alma. Figuras neón danzaban detrás del telón que figuraban sus párpados mientras él, cómo exclusivo público, admiraba el espectáculo, se adentraban cada vez más en el continente vacío, creía escucharlas, susurrantes y apaciguadoras a la vez, sentía que caía de su silla, se desvaneció. Impactó. Despertó. Ese ruido del choque contra el rígido pavimento que esperó le hubiera roto todos los huesos, sólo era Natalia dejando el papeleo en su escritorio, al levantarse, miró su escote que permitía un adelanto de lo que la lencería de encaje violeta cubría y por el momento la imaginación se disponía a revelar. Regresó a su entidad, desde los cristales de la órbita contemplo cómo Alex nalgueaba y de paso apelmazaba a Natalia, mientras ésta última recogía su móvil del suelo. Resultó evidente que con una bofetada la fémina liberará el vital líquido escarlata de la boca de su agresor.

Camino a casa no dejo de pensar en ese episodio de flagrante deseo bestial, meramente instintivo del que fue víctima hacia pocas horas, tan sólo unos instantes atrás había sido incapaz de resolver ese último vestigio de existencia sobre su cuerpo.

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⏰ Last updated: Feb 22, 2019 ⏰

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