Las cosas se están saliendo de control...

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Ayer, mientras salía del instituto, mi padre se encontraba en Yaracuy, mi madre trabajando. Debía irme nuevamente en bus. Por suerte aun tenía suficiente efectivo para cancelar mi pasaje. Iba caminando y escuchando música con mis audífonos y teléfono, cuando algo afilado es aferrado fuertemente en mi cuello.

-Dame el teléfono y no grites -Una escalofriante voz masculina habló en mi oído mientras cortaba levemente mi respiración con el puñal en mi garganta.

Con las manos temblorosas le entregué mi móvil con los audífonos y el hombre me empujó arrojándome al suelo y huyendo.

En el camino, mi rostro se llenó de lágrimas, tanto por el miedo como por la frustración. Ahora no tenía comida, dinero, ni teléfono. Y sin ninguna esperanza cercana de comprar otro, cualquier aparato electrónico implicaba gastar el dinero suficiente como para comer bien durante tres meses.

Cuando llegué a casa me encontraba muy alterada y asustada. No podía creer lo que me había sucedido. ¿Qué le diría a mi madre? ¿Me regañaría mi padre?

Pero no, sus rostros fueron de tristeza y sorpresa, mas no de molestia, cosa que me tranquilizó muchísimo.

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Era doce de febrero. Día de la juventud, normalmente los universitarios salían a marchar o celebrar. Pero esa vez, todo fue diferente.

Me levanté como normalmente, a las 5:30am, me aliste, desayune lo poco de comida que había y a las 6:30am mi padre me llevaba al instituto.

-Mellissa, enciende la radio para escuchar las noticias.

-Eso hice, tal como todas las mañanas.

-Y la situación continúa tensa en la Av Espiga de Oro, varios manifestantes han atravesado objetos en la calle, continúan arrojando varias clases de cuerpos a los vehículos que circulan cerca de la zona y están incendiando plásticos y otros tipos de materiales mientras impiden el tránsito. -Comunica la voz del locutor que escuchábamos diariamente.

-Mell, no debería llevarte, al parecer están protestando.

-Papi, debo presentar varios exámenes, no puedo faltar.

-Me interesa mucho más tu seguridad que una prueba.

-Estaré bien, solo llévame.

El lugar donde se encontraba la manifestación era muy cerca del instituto donde estudiaba. Pero obligatoriamente debía ir.

Al llegar, las puertas de éste se encontraban cerradas y no entendía por qué.

A los segundos, salió el viejo hombre de seguridad y abrió rápidamente la cerradura.

-Señorita, apresúrese, entre ya.

Eso hice. Y muy pocos estudiantes habían en el lugar. Esto era muy raro, seguía sin entender qué se supone que sucedía.

Transcurrió la mañana de una forma muy aburrida, ya que ningún profesor había ido y muchos de mis compañeros tampoco. Pero cuando por fin se acercaba la hora de la salida, unos gritos interrumpieron nuestra lectura al libro "La Ciudad de las Bestias - Isabelle Allende".

-Esperen un segundo chicos.

La coordinadora, quien nos acompañaba en ese entonces, salió del aula y visualizó hacia el pasillo que daba con el espacio abierto del colegio. Allí se encontraba el comedor.

Nuevos gritos se escucharon.

-¡SALGAN RAPIDAMENTE DEL SALÓN Y AYUDENME A TRAER A LOS NIÑOS!

Exclamó en gritos la profesora.

Ninguno de nosotros entendía qué sucedía. Mi corazón se aceleró y por un momento mis piernas temblaron. ¿Qué había afuera? ¿Asesinos? ¿Un animal inmenso que se comía a la gente? ¿Zombies? No tenía la menor idea. Pero solo acatamos las órdenes y salimos corriendo rápidamente.

Al llegar al comedor lo encontramos lleno de una especie de humo muy blanco que impedía la vista. Se escuchaban gritos, llanto y una tos muy seca, como si se ahogaran.

-Es gas lacrimógeno. -Dijo por encima del escándalo Bob.

-¿Qué?

-Son bombas lacrimógenas, cúbranse el rostro.

Había escuchado antes de ellas, en la época de la guerra, más no tenía idea de que aquí existieran.

Muchos niños se encontraban en el piso llorando y tosiendo fuertemente, se estaban ahogando. Así que había un charco de agua en el suelo, no muy limpio, en el que no vi más opción que quitarme la camisa, mojarla, y atarla fuertemente en mi cabeza, cubriendo mi nariz y boca.

Me adentré al humo seguida por los demás compañeros de clase.

Olor ácido, los ojos comenzaron a picarme, posteriormente me ardieron, y terminé llorando sin querer. Buscaba secar mis lágrimas involuntarias pero solo aumentaba más el ardor. Mi nariz ardía y toda mi garganta también. Pero trataba de moverme y acudir al llanto de los niños más cercanos.

Cerré los ojos y avancé rápidamente mientras estiraba mi brazo hasta que por fin sujete a un pequeño que se arrodillaba en el suelo tosiendo. Este sujetaba a una niña mucho más pequeña que él. Tendrían entre seis y nueve años. Tomé al niño de la mano y en mis brazos a la niña mientras corría a medias ciegas por el espeso gas visible en el área.

Los llevé al salón donde estaba viendo clases minutos antes mientras se calmaban un poco, y volví a salir.

Esta vez, mojé nuevamente mi camisa, la sujeté mejor y soporté la respiración lo más que pude.

Repetí el proceso hasta que saqué a unos ocho niños del lugar. Bob, los demás chicos y profesores también ayudaron a resguardar a los demás que se encontraban desayunando en ese entonces.

-¿Pero qué fue lo que sucedió? -Pregunto aun con los ojos llorosos y tratando de hidratar mi garganta ardiente.

-Unos manifestantes, arrojaron lacrimógenas dentro de la institución sin razón alguna.

-¿A qué enfermo mental se le ocurre hacer eso?

-Cuando la ira se apodera de las personas, no les importa más que no sea calmar su ansiedad. -Responde el director del instituto mientras me entregaba una camisa seca.

-Son niños, no tienen la culpa de nada -Exclama indignado Bob mientras se recuperaba del ardor en los ojos.

-Ninguno de nosotros tiene la culpa.

-En primer lugar... ¿Por qué están manifestando? -Pregunto indignada.

-Mellissa, ¿A caso no ves como estamos? ¿Estás comiendo bien? -Pregunta Bob incrédulo ante mi comentario.

-Ehmm... -Pienso unos segundos- Por supuesto que no...

-¿Tus padres tienen empleo?

-Mi padre no.

-Si has ido a una farmacia... ¿Has encontrado algún medicamento de los necesarios?

-No.

-Pregunta resuelta. -Sonríe irónicamente.

Tenía razón. Estábamos muy mal, y debían protestar contra esto.

Al pasar unas horas, los padres de los chicos estaban en la institución incluyendo a mi madre, ya que la información de este hecho se había esparcido por todo el país muy rápidamente.

-Mellissa, ¿Cómo estás hija? Estaba muy preocupada -Dice mi madre mientras lloraba y me abrazaba.

-Melli nos ayudó a salvar de ese peligro a varios niños. Por suerte estaba para ayudarnos. -Se dirigió a mi madre el director.

-No fue nada profesor. –Sonrío y subo al auto con mi madre.

Desde ese día fueron suspendidas las clases por un tiempo indefinido, o al menos hasta que las protestas cesaran.

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⏰ Last updated: Feb 24, 2019 ⏰

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