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Él no estaba acostumbrado a estar con alguien, pero ella lo había amado desde la primera vez que lo vio en aquel bar. Esta noche había sido la primera de ella, mientras para él era otra más. Él tenía su pasado, se notaba en su mirada y gestos. Ella no lo conocía, pero ansiaba hacerlo, un presentimiento le decía que él no estaba bien, pero su corazón no podía abandonarlo.

Había sido una noche maravillosa para ella. Ese día lo había visto en el bar de siempre, con la jarra de cerveza frente a él, pero esta vez algo andaba mal, no sabía cómo había iniciado aquella pelea, pero verlo así, nublado por la ira, como una bestia que sale a solo atacar sin medir consecuencias, la había asustado. Había corrido hacia él para calmarlo para decirle que ella estaba ahí, aunque él no la hubiera volteado a ver ni dos veces en toda su vida, pero ella estaba ahí y quería protegerlo, decirle que había alguien que sé preocupada por él, que lo amaba y vivía por él.

–Cole –grito ella, pero él no le dirigió alguna mirada.

El otro tipo con quien había peleado estaba tirado en el piso quejándose o al menos eso parecía salir de su boca con la mandíbula rota.

Ella se acercó a él lentamente, temerosa de que pudiera reaccionar de una manera agresiva, se puso delante de él, aún no la miraba, puso sus manos a los costados de su rostro y suavemente lo bajo hacia el de ella.

–Cole –dijo suavemente –por favor, mírame.

Sus ojos nublados por el alcohol y la ira miraron en su dirección.

–Basta, por favor.

Por un momento pensó que él la había reconocido, que sabía quién era ella, pero de inmediato esa chispa desapareció al separarse él de sus manos e irse sin dirigirle una palabra o mirada.

Sus pasos eran torpes, a cada paso que daba su cuerpo tambaleaba ella no podía dejarlo ir solo, lo siguió de cerca, si él la sintió o supo que ella estaba detrás de él no dio ningún indicio de ello.

Mientras caminaban supo que se dirigían a la casa de él conocía ese camino tan bien, como el camino de su propia casa. Al llegar, él en un instante paro y giró en su dirección.

–Has cumplido con tu misión. Ya he llegado, ahora lárgate.

Ella con sus ojos abiertos lo miro, pero no se retiró.

–Puedo ayudarte a subir las escaleras, puedes caerte.

Él le lanzó un bufido.

–No es la primera vez que tomo niña, ahora largo –dijo girando hacia su casa. Por su tono sabía que no estaba contento con su presencia.

–Por lo menos... déjame quedarme hasta que subas y entres... Por favor - suplico ella en voz calma y baja.

–Como quieras.

Mientras subía, tropezó al poner el pie en el tercer escalón. En un momento ella estuvo a su lado, sosteniéndolo tan bien como podía.

–Vamos Cole, pon tu mano sobre mi hombro.

Él era grande, alto, con músculos bien formados, tendría que hacer un gran esfuerzo para llevarlo.

No sabía si era el alcohol, o el cansancio quien hizo que él se apoyará en ella, sea como fuera, lo ayudo a subir. Una vez frente a la puerta, él saco las llaves de uno de sus bolsillos traseros y se las dio.

Para ella era un sueño estar ahí con él, abrazándolo o por lo menos estando así de cerca como en ese momento. Abrió la puerta y dando su mayor esfuerzo junto con la poca colaboración de él lo dejo en el mueble más cercano que había.

Recostado en el mueble, Cole cerro sus ojos, parecía dormido, como si se hubiera dormido en un instante, verlo ahí con sus cabellos revueltos, su barba de varios días y esas pestañas largas y tupidas era un sueño hecho realidad se dijo, quería tocarlo, pero sabía que podría ser demasiado, soltando un suspiro se alejó de él para salir, pero estando cerca de la puerta, se dijo que sería solo una vez que lo tocaría, que está oportunidad era única y que no podía desaprovecharla. Cerrando la puerta se dirigió hacia el mueble dónde él yacía acostado, se sentó en el suelo cerca de él y mientras lo veía, con su mano temblorosa acarició sus cabellos, eran un poco ásperos, pero para ella eran el cielo, bajo hacia su frente acariciando esas dos pequeñas líneas marcadas entre sus ojos, su nariz era recta masculina, parecía tonto, pero demandaba poder, hasta que llegó al lugar que anhelaba con su ser, sus labios.

Estos no eran gruesos, pero tampoco finos, su boca tenía una expresión recta, firme, pero al tocarlos transmitían suavidad, como si le prometieron que al besarla absorberían todo de ella, dejándola sin nada, definió y detalló con sus dedos el contorno de sus labios, labios que ella deseaba besar y sentir algún día. Hipnotizada por sus labios, sin precaución alguna su mano fue agarrada de forma brusca por la de él, un agarre fuerte, dominante, mientras sus ojos transmitían enojo.

No me dejesWhere stories live. Discover now