Las Luces

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Me quedé mirando las luces tintinear entre ramas torcidas de arboles arqueados que marcaban el camino al lago.

Parecían tocarme, susurrándome que algo se avecinaba. Algo impactante, algo mágico,

Algo... pronto.

Esta noche es importante – me dije – Pero, ¿por qué?

Yo, Veronika, siempre amando el no saber, las adivinanzas segundos antes de que suelten la respuesta, tantear bombones al azar sin mirar el nombre de los rellenos al reverso de la caja, sorprenderme... ahora me acaricio el brazo que se escarapela de repente.

Él viene hoy, como siempre. Es todo lo que sé. Hablaremos de la vida, del último libro que compré y aun no leo, de la banda en su remera que aún no escucha, de la gente que tanto nos aburre. Luego le preguntaré sobre su padre, si sigue siendo un idiota que le dice que no puede, que no es ni será nunca. Él no me contestará, evadirá el tema haciendo un mohín tímido con la boca y yo acapararé el silencio tan habitual que ya dejó de ser incómodo hablando de mi madre, de cómo me estresa en su relación conmigo, el resto y la vida. Lo que reza y lo que come. A quien ovaciona y a quien juzga con su siempre divino derecho.

­Porque verdad es solo una, Veronika. Y es la que te digo. – Siempre la tuya.

Ella nunca entenderá que para mi 2 + 2 es más que 4. Es 5, un cisne, el cielo, un verbo, la nota de un piano, partículas en el aire, el océano Atlántico, un buen porro, absolutamente nada o absolutamente todo, el beso de una madre que no llega. 2 + 2 es lo que yo quiero que sea en el contexto que me provoque dibujarle.

Al igual que mi vida, mami.

Pero nada más, no veía venir nada mas esta noche. El me miraría de reojo los labios mientras hablamos, creyendo que no me doy cuenta. Labios que me muerdo sin querer y queriendo entre palabra dicha para pintarlos carmesí y que los note. Yo sonreiría de repente al dar por concluido un tema, clavándole la mirada con expectativa sin decir nada por unos instantes. Él se sonrojaría a oscuras.

¿Por qué quiero que los notes Darko? Para mi eres tan preciado como un hermano, un hermano menor, a pesar que eres meses mayor que yo.

¿Por qué de repente pienso en seguir provocando en ti esa fantasía de agarrarme de la blusa y arrancarme un beso? Un beso tuyo que sé que no quiero.

¿Será que al fin me gustaría que reacciones a algo de una maldita vez? Arráncame un beso o sal de esa casa. Da igual, solo haz algo.

Pero no, sobre eso no se trata esta noche.

 Vuelvo a ver las luces, cálidas, me calmo. Comienzo a sentir que estas son una gentileza, como esas miradas compasivas que te ceden antes de lanzarte la noticia de que alguien ha fallecido. 


Hielo, es lo último que sentí esa noche de 1986. La noche que Darko se fue a casa sin quejarse de su padre o conseguirse ese beso. La noche que me quedé un rato más para seguir mirando esas luces brillar un poco más. Tanta calma, tanta paz.

Paz es lo que último que sentí antes de que aquel hombre escondido entre los columpios, ya durante horas, no me dejara verlas más.

Fran, esta es mi historia. No la cuentes.

Luces en el desvánWhere stories live. Discover now