Segunda Parte: II

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La Desintoxicación

Tardé demasiado en comprender que la desintoxicación casera no era la forma ideal de dejar la heroína. Pero, claro, en la vida casi siempre se aprende a base de golpes. Así fue como, al principio, me comporté como un ingenuo. Deku también, supongo, y todos los que formaban parte de nuestro mundo desesperado.

Lo que ocurre cuando intentas desintoxicarte en casa es que el compromiso resulta demasiado informal. Eso relaja las reglas y las reglas poco estrictas se pueden romper. Lo que empieza con las mejores intenciones acaba internándose en esa zona de sombras donde el malestar físico anula todo lo demás. Y otra vez la misma historia. De vuelta a las andadas. Otra vez a ignorar nuestro fracaso.

Un par de meses más chutándonos y lo intentábamos de nuevo. Y, en cada ocasión, el consumo se volvía más intenso. Hay que meterse más. No te desintoxiques. Desintoxicarse es malo, es una experiencia desagradable y, además, no vale para nada. Al final siempre vuelves al caballo.

Pero entonces la heroína escaseaba o lo que fuera. Pasábamos por la ansiedad y el terror de estar sin heroína durante doce o veinticuatro horas.

En esos momentos, cuando por fin conseguíamos algo de jaco y nos podíamos relajar y sentir nuestro amor, cuando volvíamos a sentírnos fuertes, hacíamos todo tipos de planes para dejar definitivamente el caballo.

Vivíamos en el puerto de Kioto. Ya hacía tiempo que nos habían echado del almacén. Tras un inverno deprimente, un jueves por la tarde decidimos emprender un nuevo programa de desintoxicación casera. Nos aprovistamos de pastillas y compramos unas cuantas botellas de sake barato.

Una vez más, Deku dijo:

- Esta vez tenemos que conseguirlo.

Sabíamos que nos esperaba una larga y horrible semana.

El jueves por la mañana nos metímos el último pico. Nos abrigamos y salimos a dar un paseo por la playa.

Aunque nuestras venas estaban llenas de heroína, sentíamos un nudo de miedo y tristeza en el estómago. Sobre todo de miedo. Realmente, estábamos aterrados.

Nos sentamos en una roca, de espaldas a la ciudad.

Además de tristes y asustados, nos sentíamos fatigados. Supongo que, ahora que habíamos adoptado la decisión de desintoxicarnos, ahora que habían quedado atrás las prisas y la dura labor necesaria para garantizar el suministro de heroína, el cansancio acumulado empezaba a pasarnos factura. Pero eso iba a terminar esa misma tarde.

- Esta vez lo vamos a conseguir, Deku- dije yo.

Deku me cogió la mano. Tenía las rodillas apretadas contra el pecho y la cabeza hundida entre ellas. Yo sabía que estaba llorando. Me sentí estúpido e impotente. La única solución que yo conocía para las lágrimas era la heroína. Montones de heroína.

Le acaricié el cuello e intenté masajearle los omóplatos a través del jersey.

- Sé que va a se difícil- le dije- pero esta vez lo vamos a conseguir. Yo me lo imagino como un puente. En cuanto lo hayamos cruzado, todo irá bien.

Deku se sorbió las lágrimas, levantó la cabeza y sonrió. Bajo la luz del sol, sus pequeñas pupilas parecieron desaparecer por completo. Intenté devolverle la sonrisa, pero ni siquiera la heroína era capaz de librarme de mis malos pensamientos.

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