2🐖

4.9K 564 343
                                    

Anoto la cantidad de carnes que vendió junto a los respectivos precios en la agenda negra. Observó el dibujo en la hoja siguiente, un niño rechoncho trazado con lápiz negro, vivía atrapado entre esas hojas viejas y amarillentas. Lo hizo ayer antes de irse a dormir. Sí, era el chico cerdo. Tenía ganas de refregárselo en la cara y decirle : "Mira este eres tú ¿Gracioso no? En verdad te pareces. ¡ Oh que tonto soy!, seguro no entiendes una mierda lo que digo. Mejor hablo en un idioma que logres comprender oing oing oing". Pero eso sería raro, toda la situación era extraña de por sí. Debía deshacerse de ese dibujo. Quemarlo, borrarlo, tirarlo por el inodoro, algo, cualquier cosa. Ya no podía más. Tenía un gusto amargo en la boca que no se le iba ni con un litro de agua. El sabor de la necesidad.

Agarró sus rizos rojos, desesperado y los tironeo. Si alguien entrara ahora al local pensarían que estaba loco. Tal vez lo estaba. Las pocas horas de sueño no ayudaban en su aspecto, culpa de aquella pesadilla. Pero no la recordaba con claridad solo imágenes vagas algo escalofriantes donde se mostraban paredes salpicadas de sangre, manchadas al igual que su mano por ella descendían largos hilos rojos provenientes de aquel liquido caliente hasta reventarse en un piso el cual no llego a reconocer.

Arranco el dibujo del cuaderno con ira tirándolo a alguna esquina oscura del local.

Quería volver a ver al chico. No sabía bien por qué ni para qué. Pero deseaba eso.

Y el universo se lo cumpliría.

Porque a todo el mundo le agrada el carnicero hasta al universo mismo.

Cerró el local, exhausto física y mentalmente. Las calles estaban oscuras. Pasaban pocos autos. Y lo vio, ahí estaba, lo logro distinguir al instante. En la misma vereda, Eric caminaba meneando sus caderas tarareando una canción pero paró de cantar en el momento que sintió la presencia de alguien más. Lo ignoro y siguió en lo suyo hasta que escuchó como el ruido de los pasos se multiplicaban. Solo tengo dos pies pensó. La respiración del muchacho empezó a parecerse a la de un niño con asma. Caminaba demasiado rápido y no tenía la agilidad física para hacerlo. Cruzó la calle casi corriendo, sin mirar. La luz de un coche lo encandiló mientras un bocinazo se hizo oír por todo el barrio. Alguien lo tomo del hombro.

Eric se tocó a si mismo para comprobar que estaba a salvo. Ese hombre tan sonriente, ya lo conocía, era el estúpido y sensual judío de la carnicería. Maldita sea.

El pelirrojo solo sonrió esperando que le agradeciera de alguna forma pero no, el mocoso lo miraba con cara enojada. Todavía apoyaba la mano en el hombro ajeno, pellizco la piel del chico sobre la chaqueta.

Y comprendió todo al instante. Quiso reír. Había descubierto algo increíble. Por Moisés. Esa piel, esa carne, rosa, grasienta, suave. Su sonrisa se agrando aún más.

NO.

NO DEBÍA.

PERO NO SE RESISTÍA.

El alma le volvió al cuerpo ante aquel tacto. Se sentía vivo al fin.

"Esto es la verdadera felicidad?"

Calló sus impulsos animales. Tenía que ser frío, calculador. Necesitaba un plan, uno brillante. Además tenía que practicar. No era el momento.

- Saca esa mano de mí, judío sucio!!

Bramó, Eric librándose del agarre.

- Se dice gracias.

- Jodete.

El siempre debía tener la última palabra. Decidió alejarse de ahí, lo antes posible. Cruzando nuevamente sin mirar. No pararía hasta llegar a su casa aunque las patitas le gritaban por piedad. Ese rostro realmente lo asustó, era aún más terrorífico que las miradas de los amantes de su mamá.

Ese hombre está totalmente desquiciado. El hombro le ardía debajo de la tela justo donde ese judío lo tocó. Se maldijo a si mismo por haberse negado a que Butters lo acompañara a casa.

(...)

La campanilla del local sonó.

Afuera una gran tormenta se avecinaba con rapidez mientras un joven de pelo castaño despeinado, Clyde Donovan entraba a la carnicería, su madre le dijo que comprara verduras pero no le hizo caso quería comer carne hoy. Luego iría a comprar unas papas para hacer papas fritas. Ojalá le hubiera hecho caso a su madre aquel día, pensaría después.

Kyle lo miro de reojo sin despegar su vista del diario matutino. Observo como la panza del chico se asomaba por debajo de la remera roja cuando se estiraba para señalarle la carne elegida. El castaño tomo la bolsa con lo que necesitaba, no sin antes pagar y fue directo a la puerta para marcharse.

"Tenía que practicar"

Esta era la oportunidad.

- Niño. Se avecina una tormenta muy fuerte, no vaya a ser que se largué cuando aún no llegues. Podrías enfermarte. Si quieres puedes quedarte aquí y llamar a tus papás para que te recojan. Que te parece?

Le mostró una de sus sonrisas más dulces tratando de esconder tras ella esos pensamientos tan perversos y oscuros que asechaban su mente a cada minuto.

El menor lo miro extrañado pero decidió aceptar la propuesta al recordar las cosas maravillosas que hablaban de ese señor.

"El carnicero es muy buena persona"

"A veces me regala caramelos de fresa."

"Es muy inteligente nunca me dio mal el vuelto."

- Bueno, gracias señor. Me quedaré si no es molestia.

- No lo es y no me llames señor, dime Kyle.

___________________________________

Bueno, aquí esta el cap. Espero les guste.

El próximo cap se centrará en Eric.

Gracias por comentar y votar. ♥️

Saludos y nos leemos pronto.

muakssss ♥️

Hora de comer cerdo [ KYMAN ]Where stories live. Discover now