9. Figura musical

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     La fecha de mi cumpleaños llegó lento

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     La fecha de mi cumpleaños llegó lento. Era un día insoportable y frío. No he sabido nada de Ho Seok hasta el momento y tampoco sabría adivinar si él vendría, lo que me hacía sentir molesto. Su ausencia fue extraña, más de una vez me pregunté si su familia estaba bien.

    ¿De verdad decidió cumplir su promesa?

    Abrí la ventana, permití que un nuevo aire ventilara el salón, aspiré la frescura con sonmoliencia. Dispuse flores frente a la fotografía de mi madre, sonreí amargo y acaricié con mi pulgar su mejilla en la foto.

   Su falta era un vacío, la soledad carcomía despacio mi mente pero había dado el paso de llamar a un especialista para que afinase mi piano, después de dudar un tiempo decidí volver a usarlo. Tendría de nuevo una voz. Mis dedos se pondrán rígidos si no los acariciaba en las escalas y jugaba como solía hacerlo de niño.

     Ese piano era mi única amante, la única a la que le entregué mi corazón y alma.

    El timbre me apartó del mueble, corrí a tropezones y luché por colocarme bien mi chaqueta de mezclilla, la acomodé porque solo esperaba a Ho Seok y quería recibirlo —esta vez—, de forma correcta.

    Mi semblante reflejó decepción, me delató al ver al invitado inesperado. No era él.  Escupí un resoplido pesado, entonces volví de nuevo al salón.

   —¿Así recibes a tu amigo? —Me puso delante su regalo, rió libremente y arrastró a lo que parecía ser su nuevo amante—. Sabía que no comprarías pastel ni alcohol, así que lo traje todo por ti.

    Ji Min vestía informal, sus jeans oscuros y su abrigo, con una bufanda de accesorio rodeaba su cuello. Su look de invierno era digno de una portada de revista estacional.

   A su lado, un chico que parecía ser menor que él, aunque más alto. No me pareció conocido su rostro, así que miré con detenimiento el colgante de su oreja y sus gafas de intelectual. Sus pantalones eran de color caqui, sólidos; portaba también una camisa a cuadros y un gorro.

    —Él es Tae Hyung. —Lo presentó perezoso, sin ganas de afirmar que, era precisamente su nuevo amante—. El nuevo violinista de la orquesta.

    Probablemente audicionó en su cama.

    —Hey —dije, levanté mi mano.

    —Hey. —Regresó mi saludo en el mismo tono informal.

     Ambos dejaron todo sobre la mesa. Después llegó mi prima Myeong Suk, con una tonta caja de decoraciones.

   —¿Es necesario? Yo lo veo ridículo —plasmé mi pensamiento en voz alta y nadie fue capaz de prestarme atención, siguieron a su bola.

    Pusieron música e iniciaron mi cumpleaños sin pedirme permiso.

   —¿Vendrá Soo Bin? —preguntó ella con una sonrisa.

   —Vendrá —manifestó Ji Min.

   ¿Quién carajo es Soo Bin?

    Solo quería que una persona estuviera presente, aún no había llegado. Suspiré molesto, mientras el reloj declaró que eran las seis de la tarde. El atardecer desaparecía lento, la oscuridad se asomó y una estela de frío empañó la ventana. Me sentía inquieto.

     Ho Seok hubiera llegado temprano. Hubiera venido a primera hora de la mañana, enfrente de mi casa con su maldito regalo. Mordí mi uña, masquë la tira de mi piel, me molestó sentirme mal por alguien y encima me volviera loco por eso.

   Observé a los presentes ignorarme, entonces aproveché escapar de allí. Subí a mi automóvil, lo busqué por mi cuenta pese a creerlo una locura. Aceleré, enfurecido.

    No debe tener dinero para llegar, se me ocurrió pensar y recé que solo fuera eso. Recorrí la ciudad, hasta que le ví a mitad del camino. Él andaba por la vereda con un paquete verde claro y un moño brillante. Frené de un pisotón, me inclinó la parada hacia adelante y bajé el vidrio de la ventana.

   —¡Ho Seok! —Esperaba que mi llamado fuera suficiente para que me mirara, no lo hizo y bajé a las corridas—. ¡Ho Seok!

   En su distracción, logró visualizar mi presencia. Él sonrió alegre, revenrenció por costumbre. 

    —¡Profesor! ¿Salió a hacer un mandado?

    «No, idiota, vengo a buscarte a ti.»

    Rasqué mi mejilla, escondí ese pensamiento en ek fondo de mi ser y asentí.

  —¿Y por qué estás aquí?

   —Perdí el autobús —declaró con resignación—, así que decidí caminar.

    —¡¿Caminar hasta mi casa?! —Grité enfadado, lo tomé del brazo y lo metí al interior de mi auto sin oírlo quejarse, parecía confuso—. Ponte el cinturón.

   —Sí —balbuceó desencajado debido a mi orden—, pero...

   —¡Ponte el cinturón! —Volví a exclamar.

    Al aterrizar en mi hogar, las luces se encontraban todas encendidas y una música sinfónica alegraba aquel aburrido ambiente.

   —No sabía que iba a festejar su cumpleaños, profesor.

    Abrí mi boca. Estuve por dibujar una sonrisa, que aún me llamara profesor hizo que mi pecho saltase de emoción.

   —Ah, pues... Yo tampoco. Fue Ji Min. Al parecer hizo de mi casa un club —contesté.

    Peiné mi cabellera oscura con mis dedos, podía distinguir más voces por encima de la música. Risotadas, el piano mal tocado... ¡Ay, el piano!

    Ninguno salió del interior del vehículo, y nuestras miradas se encontraron despacio, la falta de vernos nos obligó a escanearnos de manera fija.

   —Le traje el regalo —pronunció en un susurro, labró su hermosa su sonrisa, esa que me daba dolor de pecho—, quería dárselo apenas le vi pero me interrumpió. 

    —Lo siento... Y gracias. —Tomé su caja, era mediana. No logré imaginar que tipo de regalo había preparado.

    Rompí el envoltorio, no quise mostrarme muy entusiasmado. Los únicos regalos que me hacían sentir así eran los de mi madre. No obstante, el de Ho Seok sabía que le ha puesto más corazón y por supuesto, de alguna manera tenía un tipo de conexión con él que apenas entendía.

    —Oh —espeté, asombrado.

   El regalo poseía la forma de un premio, estaba hecho en madera, tallado y barnizado. En su base circular, ponía mi nombre: «Min Yoon Gi, el mejor profesor de piano».

   —Eres un estúpido, ¿lo sabías?

     No noté que sonreí hasta verlo en el espejo, él me devolvió el gesto, sonrosado porque era un halago para él que yo le haya compartido una felicidad espontánea, mínima por primera vez desde que nos conocimos.

   —Le ha encantado —afirmó y rodé mis ojos—. ¿Verdad qué ahora si será mi profesor?

   —Bien, lo lograste. —Dejé caer mi espalda en el asiento, no podía hacer que mi corazón latiera menos emocionado—. Serás mi estudiante.

   En el interior de la caja había una carta, él se adelantó a decirme:
     —Léalo cuando esté solo... Esa es la parte cursi.

   —De acuerdo —contesté más dado a expresar un gesto divertido.

    Al acercarme a su rostro, sentí su respiración sobre la mía, se encogió en el asiento, supe que estaba nervioso.
     —¿Entramos? —murmuré.

Bxllshit Botton ─ myg + jhsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora