EL RANCHO

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El sol pintaba el campo del valle cubierto de un suave rocío, la penumbra de aquel día ya no existía, si en los frascos cerrados de café, esos que Don Diego había llenado de la mezcla perfecta; la mezcla que daba sabor a las tempranas mañanas en aquel rancho.

Ya alteaba el sol por encima de los cerros del este, era momento de ir al pueblo, Don Diego paciente de olvido, fue caminando con bocanadas de sueños hasta el galponcito donde guardaba a la bruya; la bruya una bicicleta vieja que había heredado de algún finado que ya ni se acordaba.

- ¡Buen Dia, Don Diego! Se escuchó fuerte pero como un susurro para el Don.

- Ah? Le respondió a esa voz de mujer conocida.

- ¡Buen Dia, Don Diego! Repitió con más fuerza casi a los gritos.

- ¡Guen Dia Niña¡ Le dijo a Sofia.

- ¿Pande se me lo va el Doncito?

- Ya me lo hace falta la harina pal pan, tempranito he tomao un yerbiao sin acompañante

¡y ya me chilla la panza! Dijo don diego casi como empacado cual niño sin dulces.

- ¡Ah! ¡ yo pensaba que ya andaba trayendo a alguna Doñita y no me había contado nada Don Diego! Dijo Sofía viendo como entre quejidos abría la tranquera de la entrada a la casa y salida al pueblo.

- "Qui Doñita, ni Doñita niña" la doñita sia ido hace mucho. Dijo con nostalgia mientras se alejaba de la pesada tranquera empujando la bruya por el ripio del callejón.

- Ta lueguito Don Diego! No escucho Don Diego el saludo fuerte de la Sofia.

La Sofía llegaba al campito temprano, tenía que largar las ovejas, recoger los huevos, levantar la algarroba, cocinar y limpiar la casa entre otros qué hacer. Era una mujer joven de voz dulce y un corazón noble de sentimientos enamorados, sus cabellos crespos se cubrían por un pañuelo blanco y sus largas piernas se tapaban por un delicado vestido que se escondía en los vuelos grandes de un blanco delantal. Ella siempre vestía igual.

Seguía en el camino al son de la bruya, su bolsita de mercado bailaba con el viento y de calaminas en calaminas era pesada aquella travesía, las nubes coloradas anunciaban un lindo día. El silbido del Genaro detuvo la melodía del andar de Don Diego.

-¿Se pinchó Don Diego? Entre rizas el Genaro.

-¿ah?

-¡Esta blanda su bruya Don Dieguito! Le dijo el bicicletero.

- No, Genaro, la Sofía está en la casa!

Entre risas se acercó y puso el inflador en la rueda trasera de la bruya, silbido tras silbido dejó palito la rueda, lista para seguir el camino que en aventura se montó Don Dieguito, el leñador.

- Era esa la que me le hacía ruido Genaro.

- No, usted está gordo! Le dijo al leñador.

- ¡Gordo! La Bruya está vieja.. y siguió su viaje.

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⏰ Last updated: Mar 09, 2019 ⏰

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