3° El lugar al que perteneces

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Charleen y los dos niños se adelantaron por la jungla para dar encuentro el camino principal que unía la región Noroeste con la región del Sur, para llegar directo a los extensos campos de girasoles que precedían el pueblo natal de Charleen

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Charleen y los dos niños se adelantaron por la jungla para dar encuentro el camino principal que unía la región Noroeste con la región del Sur, para llegar directo a los extensos campos de girasoles que precedían el pueblo natal de Charleen.

Ethan y Loreen tomaron otro camino. Fueron hacia una laguna escondida en un cráter, disimulada por la vegetación e innumerables ríos y riachuelos. Ingresaron por una cueva y se despojaron de sus pertenencias en la arena. Ethan le ordenó a la niña envainar su espada en el cinto de su cintura y pararse sobre el agua, suspendida en un mandala de luz. Por el agujero del cráter que se iba estrechando hacia el centro, el agua de los ríos caía en cascada con mucha fuerza, envolviéndola en un manto cristalino perfectamente circular.

A continuación, Loreen intentó relajarse, levantó las manos por encima de su cabeza con las palmas extendidas y creó un segundo mandala de luz que iba creciendo como una lámina luminosa de intrincados diseños hasta tapar por completo el ojo del cráter, deteniendo el ingreso del agua.

Sin darle un aviso, Ethan se aproximó hacia ella a toda velocidad con la espada en mano.

Loreen lo esquivó justo cuando el sable cortaba el aire a un centímetro de su rostro. Eso le hizo perder el control y su pie izquierdo se hundió en el agua. Tuvo que recuperar el hechizo al mismo tiempo que eludía otro embate y su mano nerviosa buscaba su arma.

Su maestro no le daba tregua, forzándola a defenderse y al mismo tiempo mantener ambos hechizos. Cuando él pasó por encima de su cabeza y buscó sorprenderla por la espalda, instintivamente se metió al agua. A poca profundidad la espada de su atacante cortó el líquido dándole alcance, rozándole la mejilla y libreando un hilillo de sangre. Desorientada, la niña salió a flote y la capa del techo se desvaneció permitiendo la caída de una caudalosa cortina de agua.

Ethan guardó su espada y regresó a esperarla a la orilla con un gesto reprobatorio.

—Si esto hubiera sido de verdad ya estarías muerta, y todo tu equipo también —le recriminó.

—No puedo hacer tres cosas al mismo tiempo, te juro que lo intento, pero no puedo mantener un hechizo al mismo tiempo que peleo con la espada —le contestó Loreen saliendo empapada del lago.

—Intentarlo no es suficiente. Tu deber como sildo es mantener a salvo a tus compañeros; defender, pero muchas veces te tocará atacar también. Si no puedes atacar y defenderte a ti y al resto has fracasado y has hecho fracasar a todo tu equipo.

—Entonces no estoy hecha para ser sildo. Déjame solo atacar y que Thane o Drake tomen mi lugar.

—Ellos no tienen tanta habilidad para la magia como tú y tú no tienes tanta habilidad para la espada como ellos; aún. Si te estoy comisionando el trabajo más difícil en el equipo es porque creo que puedes hacerlo mejor que ellos. Tienes que ponerte al día. Drake y Thane te llevan años de ventaja porque tus padres tardaron en darse cuenta que no sirves como vade. Si te hubieran enviado conmigo cuando debieron, estarías muy avanzada. Pero así son las cosas, nos toca cargar con los errores del resto. Acostúmbrate.

La Quinta Nación (Foris #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora