Las hadas carnivoras

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Se había hecho muy tarde, pero ya estaban con su amigo. Aunque actuará de una forma extraña y su apariencia resultará irreconocible, no podían dejarlo marchar. ¿Acaso Verde no estaba consciente de que eran sus amigos? no lo dejarían por nada.

Pero la cosa ya se había puesto extraña, empezando por el comportamiento de Verde y aquel ojo de color violeta. Porque las marcas de patrones irreconocibles al rededor de su pupila, irradiaban un aura oscura... Y tenebrosa.

— no voy a regresar —dijo cortante para luego continuar con su camino—

— ¡hey! —le llamaron los tres aún en su lugar, porque nadie se atrevió a acercársele de nuevo— no importa qué esté pasando, somos amigos, ¡puedes confiar en nosotros!

Pero el mencionado ignoraba sus llamados, hasta que desapareció en la espesura del bosque. Y pronto un silencio que pareció infinito invadió a los tres héroes que miraban fijamente en la dirección en la que su amigo se marchó. Pronto los árboles comenzaron a torcerse y se hicieron cenizas poco a poco, hasta que se encontraron en la nada. Todo sucedió tan rápido, que ninguno se dio cuenta de lo que pasaba. Habían caído en la trampa.

— ¿qué es este lugar? —preguntó Azul desconcertado— hace unos segundos estábamos en el bosque

— parece una ilusión. —respondió Vio serio— No tengo idea de lo que lo provocó

El sol, los árboles y las montañas, se habían esfumado en un instante. Pasaron las horas buscando una salida inexistente. ¿Cuánto había pasado? No tenían consciencia ya de su tiempo. Hasta que el espacio se hizo oscuro, eso seguro significaba que ya era de noche otra vez. Los tres comenzaban a sentir hambre, pero eso era lo menos importante, aún estaban preocupados por su amigo. Aunque cada uno lo expresaba de modo distinto. Después de todo llevaban mucho tiempo caminando y, hartos de no poder salir, comenzaron a discutir de nuevo.

— ¡ya deja de quejarte Rojo, nos has dicho mil veces que tienes sueño! —Azul jalaba de la oreja del mencionado, que se encontraba llorando desde hacía ya un buen rato— solo cállate y deja que se concentre el idiota ese que no puede encontrar una salida

— ¿cómo se supone que debemos salir de este bosque si no puedo ubicarnos en el mapa? —se gira Vio arrojándolo en dirección a Azul— es tu turno, ya no buscare más

Siguieron gritándose mientras caminaban por aquel espacio, Azul miraba el mapa como un tonto, fingiendo buscar una salida, pero lo único cierto era que no se daba cuenta de lo que los rodeaba. Nada, y así no podían salir con ayuda de un mapa, incluso Rojo sabía eso. Pero en fin, todo paró hasta que el sonido de una flauta los interrumpió. El sonido era el más hermoso que habían escuchado y brindaba un ambiente acogedor. Tal vez quería que detuvieran su pelea porque, en verdad era molesto escucharlos lanzarse insultos el uno al otro, y aunque sonaba bien la idea, no era la razón de aquella música.

— ¿qué es esa canción que se escucha a lo lejos? —preguntaba Rojo—

— ahora lo entiendo —el rostro de Vio parecía decir que sabía algo al respecto, algo que no era nada bueno— hemos caído en la trampa de un hada

— ¿un hada? —rió Azul— ¿cómo crees que un hada sería capaz de hacernos algo así? Se supone que ellas son buenas, tonto

— no todas —continuó— he leído algunos libros e historias sobre esta. Atrae a las personas a lo más profundo del bosque con ilusiones, luego los encierra en esta nada. Pero cuando por fin comienza a tocar su flauta... llama a sus hijas a devorar a la presa

En pocas palabras, serían alimento de un hada que atraía a los viajeros al fondo del bosque. Aunque... si utilizaba las ilusiones, ¿Verde los había abandonado durante la mañana? o tal vez se trataba de un método para llamarlos a los tres. Si fuera así... ¿Dónde estaba su amigo entonces?

Las sombras pequeñas y deformes de las criaturas de la noche se hacían visibles desde lo más profundo de aquel lugar oscuro. Con grandes dientes afilados y garras curvas se lanzaron hacia los héroes. Esta vez no tenían un vacío al cual saltar, solo podían correr, pero las hadas eran bastante rápidas en sus cuatro patas, como animales rabiosos.

— por lo regular, cuando imagino una de estas, se me viene a la mente una hermosa mujer con alas resplandecientes —se gira Azul para echar un vistazo mientras corre— ¿qué se supone que es lo que nos persigue? Ni siquiera le encuentro forma

— no es momento para pensar en tonterías —le responde Vio— averigüemos como librarnos de ellas

Y cuando por accidente la espada de Rojo comenzó a relucir, aquellas criaturas deformes se retorcieron en el suelo hasta quedar inmóviles. Bueno, no todas, aún quedaban muchas, pero estaba claro que el poder de la espada si serviría con ellas. Era muy débil aquel resplandor, pero parecía ser que también las hadas estaban debilitadas por alguna extraña razón. Así que aprovecharon la ocasión, se lanzaron rápidamente mientras sus armas aún brillaban, y cegaron a todas de una buena vez. Entonces el bosque volvió a la normalidad, aún así, su amigo Verde no estaba devuelta, pero podían sentir su presencia tenuemente, y el brillo de la espada significaba que estaba a salvo.

— así que... —comenzó Azul— continuaremos nuestro viaje en busca de las luces del cielo ¿cierto?

— esas cosas daban mucho miedo —Rojo temblaba junto a Vio— ¡no volveré a los bosques nunca más!

— ¡ya cállate idiota! —Azul lo jalaba de la ropa para llevárselo a rastras del bosque, tenían que salir lo antes posible, si no lo lograban, las ilusiones volverían—

Una vez afuera, se prepararon y recolectaron algunos alimentos en el pueblo que se encontraba cercano, lo cierto era que ya no sabían cuanto se habían adentrado en el bosque, si lograron salir fue por un milagro. No tenían certeza del lugar en el que se encontraban, su mapa estaba hecho pedazos. Pero a pesar de todo, una silueta se asomaba de entre los árboles más al fondo, detrás de las casas, una chica de cabellos verdes y hermosa figura. Era Farore... Y una presencia maligna se encontraba detrás de ella.

La leyenda de Zelda (four swords)Where stories live. Discover now