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No entiendo muy bien porqué las personas solo piensan en salir de fiesta el día anterior de cuando empiezan las clases de la universidad. Supongo que es entendible que quieran disfrutar del último de día que tienen de libertad antes de que las clases, los exámenes y los trabajos les retuvieran y obligaran a sentarse y enterrar sus cabezas entre los apuntes.  Sin embargo, sigo sin entender como no están con un montón de preparativos, o al menos nerviosos y con ganas de acostarse tempranos para empezar el día con la mayor energía. Pero no, algunos - o la mayoría-  prefieren emborracharse y quedarse hasta las tantas de la noche en vez de planificar el horario.

— Oh vamos, tienes el pensamiento de una abuela de ochenta años.— comenta Hope sentándose encima de mi mesa de un salto, donde estaba yo terminando de pasar a limpio y con mi letra el horario del semestre, coloreando las asignaturas de un color diferentes y también los días antes de que ella pusiera su trasero justo encima. La miro indignada haciendo que una carcajada brote de su garganta. La verdad es que estoy encantada de que me haya tocado como compañera alguien como Hope, a pesar de que es un alma libre y le encanta la cerveza y salir de fiesta. En cuanto mi madre se fue, prácticamente estuvimos contándonos toda nuestra vida. Yo no tuve mucho que contar, a diferencia de ella. Me contó que su madre es exportadora de hierbas naturales y que trabaja en una floristería donde se vende marihuana, y que estuvieron viviendo dos meses en una caravana con la intención de conseguir unas hiervas que solo se podían encontrar en Florida. También me contó que había conocido a su novio Warren en ese viaje y que había sacado ese lado hippie de su madre. Y por supuesto, es vegetariana.

 — Tienes que venir esta noche, es la primera fiesta de fraternidad y es como un delito no ir, Sam. Además, es como el primer contacto con el mundo universitario, donde conoces a la gente y te integras. Nadie va a clase la primera semana. 

— Bueno, yo sí. Quiero empezar con buen pie y además, no me gustan nada las fiestas, no les veo el sentido. Prefiero quedarme aquí planeando la semana y no sé, tengo que investigar a ver si hay algún tipo de gimnasio o lugar para seguir entrenando. — contesto encogiéndome de hombro y a la vez ganándome un bufido de su parte. Está bastante claro que ir de fiesta el día antes de la apertura de las clases no está entre mis planes, por mucho que Hope quiera insistirme en salir. 

— Está bien, eres un caso perdido. Aunque te voy a obligar a ir a la de este fin de semana, quieras o no. Te arrastraré de los pelos si hace falta. — finaliza despeinándome el cabello antes de bajarse y volver a caminar hacia su cama. Durante la siguiente hora me dedico a colocar todas las cosas que están metidas en las cajas y a deshacer la maleta mientras por el rabillo del ojo no puedo evitar no mirar como Hope saca todo tipo de prendas hasta que por fin se decide por qué llevar a la fiesta. Hope es completamente lo contrario a todas las chicas que he conocido en mi vida, pero de una buena forma. Por un segundo me olvido de que no le he dicho nada a mi madre desde que salió por esa puerta, cosa que hace que me levante y agarre mi teléfono para contestar los dos únicos mensajes que tengo pendientes; uno de mi madre y el otro del grupo con Jos y Álex. Tampoco es que tenga mucha gente con la cual hablar aparte de ellos dos, y ahora también Hope. 

 Mi mirada se despega de los apuntes que tengo sobre la mano y que me había molestado en sacar de otros años por si acaso me servían posteriormente, cuando la puerta se abre dejando ver a dos chicos que entran como si ésta fuera su propia habitación. Los dos son muy altos y el contraste de pieles entre ambos es algo que resulta hasta llamativo. Uno es de piel muy muy morena y lleva el cabello negro rapado, y el otro es rubio con unos intensos ojos azules. El de piel morena se acerca a Hope y se agacha hasta capturar sus labios en un pequeño beso, por lo que automáticamente doy por echo que se trata de Warren. 

— ¿Qué hacéis aquí tan pronto? mira, os presento a Samantha, mi nueva compañera de cuarto. Estos son Warren y Oliv, un poco tontos pero queribles.-—  les presenta haciendo que en mi rostro se dibujara una pequeña sonrisa como saludo y que ellos levantaran sus manos diciendo el típico "hey". Incómodo es poco, aunque parecen bastante amigables. 

— Hemos pensado en salir a cenar por ahí y luego ir directamente a la fiesta. Ya sabes como es Soph, así que ella no viene. ¿Tú vienes? — le contesta el tal Warren pasando su brazo al rededor de los hombros de Hope antes de dirigir su atención a mí. 

— ¿Yo? no, lo siento. Las fiestas no van mucho conmigo y prefiero descansar para mañana.— intento rechazar la propuesta lo más amablemente posible antes de volver a ponerme mis cascos y seguir ordenando los apuntes. 

— Es una empollona de primera, pero a la de este fin de semana me la llevo aunque se niegue a ir. — escucho la voz de mi compañera por encima de la música, y decido que es mejor ignorarla y seguir a lo mío. Lo último que escucho es como se despiden y siento como vuelven a desordenar mi cabello antes de escuchar el sonido de la puerta cerrándose.

Por fin sola. 

En cuanto acabo de pasar todo lo que tengo que pasar a limpio, revisar diez veces el horario y poner alarma para el día siguiente, me encuentro con que no tengo nada que hacer. No hay nadie en la residencia ya que medio campus está de fiesta, por lo que automáticamente se me ocurre la idea de salir a buscar algún tipo de gimnasio o lugar donde entrenar. Justo en el momento en el que tengo todo lo necesario y me he cambiado la ropa de calle por ropa de deporte, mi estómago suena recordándome que no he comido nada desde que llegué esta tarde. Al final el plan de entrenamiento fue sustituido por una comedia y un sándwich de pollo hasta que prácticamente mis ojos se comenzaron a entrecerrar por el sueño. 

Mis ojos vuelven a abrirse apenas una par de hora después al ser despertada por un inmenso jaleo proveniente del pasillo. No dudo en agarrar el móvil para ver la hora que es y mi cabreo se origina al darme cuenta de que son las dos de la mañana y solo me quedan cuatro horas antes de que la alarma suene. Vuelvo a cerrar los ojos, poniendo uno de los cojines sobre mi oído intentando que el ruido dejara de ser una molestia para dormir, pero lamentablemente eso no ocurre. Las voces y risas se hacen más fuertes hasta que me llevan al límite de levantarme de la cama y dirigirme hasta la puerta para pedir que por favor bajaran la voz. ¿Es que acaso no había ningún tipo de seguridad para evitar esto?                     

 En cuanto abro la puerta, me topo con cuatro o cinco espaldas y la chica pelirroja de esta mañana. 

— Por favor, ¿podríais bajar un poco la voz? realmente hay gente que quiere dormir y...— no soy capaz de terminar la frase cuando observo como las espaldas se dan la vuelta y ahora son cuatro pares de ojos los que me observan con burla. Entre ellos, el rizado de ojos verdes que había irrumpido como si nada en la charla. Es bastante obvio que si son los amigos de la pelirroja, él iba a estar entre ellos. Apenas unos segundos entre que termino la frase y todos se giran hacia mi, fue lo suficiente para que el pasillo se inunde en carcajadas y que mi rostro se comience a poner rojo entre la furia y la vergüenza que estoy pasando.                

— ¿Dormir? ¿Cuantos años tienes, sesenta? Estamos en la universidad cariño, no en un puto centro de ancianos.— contesta el rizado haciendo que nuevas risas volvieran a estallar y que éste se llevara un cigarrillo a la boca y prácticamente me echara todo el asqueroso humo en la cara mientras noto su mirada repasándome varias veces.

¿Qué narices le pasa a este chico?   

Justo estoy apunto de responder cuando la chica pelirroja sale desde atrás colocándose justo en frente mía. Está completamente distinta que esta mañana, con un muy apretado y corto vestido que apenas tapa sus vergüenzas al mundo, aunque supongo que ese es el fin de ponerse ese tipo de ropa. De todas maneras, prefiero hablar mucho antes con ella que con el irrespetuoso de su novio. 

— Hey, te recuerdo de la charla de esta mañana. Soy Loren, un placer— se presenta tendiéndome la mano, y como reacción no dudo en estrechársela. — Disculpa la broma de Harry y las voces, dábamos por echo que no había nadie en las habitaciones y que todo el mundo estaba de fiesta. Lo siento, ya nos íbamos. —  se disculpa amablemente haciendo que no tuviera otra opción que asentir. Mis ojos sin quererlo vuelven a posarse en el rizado, observando como éste me mira con una ceja alzada y una sonrisa ladina en sus labios. 

— Que duermas bien, abuelita.- su ronca e insolente voz es lo último que escucho antes de cerrar la puerta y volver a caminar hacia mi cama. ¿Como puede existir alguien con tan poco respeto y educación? En mis dieciocho años de vida nunca nadie me ha tratado así. "Harry", así es como se llama.

Ójala y no volvérmelo a cruzar en lo que me queda de semestre.                                                   

Pieces (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora