Nueve.

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Maratón 2 de 6, por eso es corto.

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El pequeño moreton, que fue ocasionado por la bofetada de Yoandri, no puede taparse ni con varios kilos de maquillaje.

-¿Qué te pasó ahí? Princesa -la voz grave, de su jefe, lo sobresalta.

Erick gira, quedando frente a frente, decidido a quejarse, hasta que lleva su mano a su mejilla y la acaricia despacio.

-¿Te pusiste hielo? -pregunta, y un sonrojo se hace presente en su mejilla, mientras niega.

Se odia a sí mismo.

-Ven, cariño -toma la mano del ojiverde y lo lleva hacia la despensa, sacando un poco de hielo que hay en un mini refrigerador.

Coloca una tela, para que éste no se queme, y lo lleva hacia la zona morada.

Erick baja la mirada, para no cruzarse con sus ojos, por que se siente intimidado.

Joel lleva una mano a su barbilla y levanta su rostro.

El ojiverde se queda concentrado, mirando sus facciones, el color oscuro de sus ojos, sus labios rellenos, sus pestañas alargadas, el angulo perfecto de su rostro...

Él rizado se acerca, de manera lenta, y une sus labios, ambas salivas se mezclan y el ojiverde cierra los ojos, disfrutando de su contacto, ese contacto de labios tan dulce, que lo pone de una manera innexplicable.

Se separa lentamente y una sonrisa tímida se forma en su rostro, acompañado de un tierno sonrojo.

-G-gracias por el hielo, no tenías por qué... -susurra.

-Me importas, pequeño.

La puerta es abierta, sobresaltandolos, mostrando a Zabdiel.

-De Jesús... -se separa torpemente del menor, y mira el rostro de Zabdiel, que se torna blanco, con el pasar de los segundos.

-No sabía que estaba permitido -sus ojos pasan de Joel a Erick y, después de mucho tiempo, siente celos de su mejor amigo.

-No tengo por qué darle explicaciones -responde casi saliendo del lugar- Y necesito los papeles para esta noche -dice antes de salir, dejando a Zabdiel y a Erick sólos.

-No tardaste ni una semana en divertirte, eh...

Erick frunce el ceño, por que su comentario le pareció inapropiado.

-No tardaste ni una semana para volver a molestarme.

Zabdiel ríe.

-Vamos, dime tu nombre, bombón.

Erick vuelve a fruncir el ceño.

Siempre recibió comentarios vulgares toda su vida, pero nunca los contestó, para no generar problemas.

-Esté bombón no entiende el idioma de un simple caramelo -responde.

Erick sale de la despenza, dejando a Zabdiel boquiabierto y dispuesto a seguir luchando por obtener al pequeño.

Vuelve a entrar entrar a su oficina personal, y se propone terminar el trabajo, que no es mucho, pero sí complicado.

Empieza a escribir, como si fuera una tesis en tiempos de finalización de notas para un estudiante, y con el pasar de las horas, se siente agotado.


El límite del placer [Joerick]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora