Capítulo III La Leyenda Del Tiempo

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Tras levantarme. Me vestí, desayuné y me fui a la base de la organización lo antes que pude. Cuando llegué le conté a Nora todo lo que había pasado el día anterior. Entonces levanto el teléfono y llamo a un número pre-marcado que tenía guardado en la letra A. Le dijo que viniese rápidamente a la persona que había al otro lado del teléfono. Cuando colgó, me dijo que me sentara con ella a esperar y me siguió preguntando cosas.

No habían pasado ni quince minutos, cuando de repente alguien toco la puerta. Nora le dijo que entrara, y así lo hizo. Una vez se abrió la puerta entro un hombre al que todavía no había visto nunca por ahí. Era un hombre de unos 50 años, tan alto como yo, con el pelo moreno, con alguna cana. Me dio la mano en señal de saludo y a Nora le dio dos besos. Se sentó en la silla de Nora y le indico a la dueña de la silla que se sentase al lado mío. Después de las presentaciones y de saber que se llamaba Alberto me pegunto por lo que había pasado tras contárselo; se puso a relatarme la historia del templo la llamaban la leyenda del tiempo.

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Todo comenzó hace algo más de 2000 años. Por aquel entonces el tiempo tal y como lo conocemos con sus horas y sus días y meses, no existía. En una parte del planeta solo había oscuridad y en la otra solo había luz. La tierra no giraba alrededor del sol, ni sobre sí misma. Un buen día sin que nadie lo esperara apareció de la nada un hombre vestido con una armadura azul celeste más brillante que el mismo sol. Apareció sobre el templo de la vida, el mismo en el que ayer estuvisteis vosotros. Toco el techo y empezó a crecer en el centro del templo del suelo al techo un tubo de cristal con un hueco en el centro. Una vez se creó, en el hueco apareció un engranaje y empezó a girar. Desde el techo empezó a caer un líquido azul que hacía que el engranaje del centro se moviese. Desde ese mismo momento, la tierra empezó a girar alrededor del sol y sobre sí misma. Y empezaron a correr los días y las horas. Aquel hombre de armadura celeste recorrió el planeta tierra hasta dar con los otros dos templos de la vida, en ellos hizo lo mismo que en el primero. Dice la leyenda que quien se hiciera con el poder de los 3 engranajes controlaría todo el tiempo.

Y después de muchos años sin que nadie se acercará a esos lugares sagrados que contenían los engranajes. Hace unos días justo antes de que os encontráramos hubo un tiroteo cerca del templo y por eso tú y Aitor rejuvenecisteis con el rayo temporal.

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En cuanto término de contar la leyenda entendí que era lo que quería Lance. Había cogido el engranaje y tarde o temprano averiguaría donde estaban los otros dos e iría a por ellos también. Alberto y Nora me explicaron dónde estaban el resto de engranajes y me dijeron que me uniformara y preparará para ir a protegerlos antes de que Lace llegara. Entonces el teléfono empezó a sonar. Nora descolgó y después de un par de Sis y un vale colgó. Me dijo que debía seguir yendo a clase e intentar averiguar si estaba en alguna parte del instituto el engranaje robado y que intentará reclutar a Cristian para que me ayudará. Salí rápidamente de la base y conduje hasta el instituto. Tras haberme saltado dos clases entre como si nada y empecé a hablar con Cristian. Le conté la leyenda y le pedí ayuda. Tras un par de clases la ayuda llego antes de lo esperado. Después de haber desaparecido 5 minutos volvió con una pequeña llave (según sus palabras venía del despacho de Lance) y seguramente sirviera para bajar al piso menos dos del instituto en el ascensor. Sin más demora bajamos.

Al llegar a la planta menos dos las puertas del ascensor se abrieron y dejaron ver unos pasillos oscuros sin ninguna iluminación y con aspecto de tener bastantes años encima. Al haber un único pasillo, pero con dos direcciones decidimos ir cada uno por una. Le di mi pistola a Cristian y yo avancé con las únicas armas que llevaba, mis puños y piernas. Los pasillos parecían contener varias salas separadas por metros y metros de túneles. Tras a avanzar apenas 5 minutos vi a lo lejos un par de hombres apostrados a los lados de una puerta y antes de que me pudieran ver tome el camino que había a la derecha. Sin haber avanzado mucho, me encontré otra puerta, pero esta vez sin nadie protegiéndola. Tenía un ojo de buey desde el que se podía ver vagamente el interior de la sala que parecía ser un laboratorio de alta tecnología. Sin pensármelo mucho entre. El suelo de la sala era metálico como las paredes que estaban atornilladas seguramente al hormigón que había detrás. En el centro de la sala una mesa con una especie de pistola con tres huecos, al fondo de la sala, había una encimera con armaritos encima que contenían todo tipo de tuercas y metales. Mientras miraba los armarios, una alarma empezó a retumbar en todos pasillos y las salas. Salí corriendo en la primera dirección que vi. Tras de mi escuchaba gritos y pasos. Me preguntaba como estaría Cristian. Pero antes de que me diera cuenta llegue a la salida. Unas escaleras que seguramente llevarán al bosque de los alrededores de la ciudad. Tras salir miré en el móvil hacia donde estaba la ciudad y corrí en esa dirección. Atrás había dejado un amigo y hombres corriendo tras de mí.

VestalWhere stories live. Discover now