Odio todo; odio la idea de vivir, peor también la idea de morir así. No, mentira, en días como este la idea de morir se vuelve tan malditamente tentadora. Ojalá y existiera un Dios que nos escuche a todos, ojalá pudiera concederme mi deseo de quedarme dormida y ya no despertar.
Me siento asquerosa... y patética; asquerosamente patética. Siento tanta vergüenza de misma, ¿Por qué mierda no puedo morir?
Últimamente, en mis pensamientos más frecuentes, ruego por que el tiempo se detenga a media noche, salir a la calle y huir: huir de todo, correr y correr hasta que me arda el pecho, ¿Creen que se pueda morir de tanto correr? Ojalá y pasara.
No creo poder llegar a tener el valor para suicidarme, no podría hacerle eso a mi familia, son muy buenas personas, imperfectas, pero jodidamente buenas personas.
Me siento tan furiosa, triste, miedosa y avergonzada. Un nudo permanente se ha instalado en mi garganta, en algunas ocasiones más presente que en otras. La ansiedad es como una bestia que ha comenzado a morar en mi pecho; a veces tranquila, como si estuviera dormida, pero ha otros momentos en los que me asfixia.
Me siento tan estúpida, quiero vomitar, maldita sea ¿Qué mierda me pasa?