Capítulo dos

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Adrien tomó la memoria de la computadora una vez que esta terminara de apagarse. Le había tomado un par de horas revisar todo el recorrido de los dos chicos por el edificio en lo que fue una carrera contra el villano, pero ahora lo conocía paso a paso.

Desde el momento en el que ambos despertaron en el trabado elevador, pasando por su pequeño plan para escapar de la oficina sin ser vistos por Oblivio, su pequeño momento intentando recuperar sus recuerdos juntos y qué era lo que sucedía entre ellos y finalmente ese beso que ella le dio antes de correr a la azotea para encargarse del akumatizado.

El chico se dejó en la silla, con el pequeño aparato aún en su mano derecha. Miró a su kwami, quien yacía sobre su almohada en su cama tras haberse rendido al sueño cerca de una hora atrás. Volteó hacia su escritorio y vio sobre este el colorido brazalete que Marinette le había obsequiado como amuleto de la suerte.

Lo tomó y lo observó por un momento, sonriendo mientras aquel accesorio le recordaba la creatividad de su amiga. Aquello era de lo que más había llamado su atención en los metrajes de las cámaras. Ni siquiera una situación notoriamente en su contra nublaba su personalidad.

Luego estaba ese pequeño GRAN detalle... era ella. Todo ese tiempo había sido ella y ninguno de los dos se había planteado que el otro estuviera en su escuela, su clase y su círculo de amigos. El hecho de que aún sin saber qué estaba pasando o quien era la persona a su lado no los detuvo de trabajar en equipo y llevarse tan bien creó en él una sensación cálida. Realmente estaban hechos el uno para el otro, destinados a convertirse en un gran equipo en cualquier circunstancia.

Cuando por fin decidió irse a dormir esa noche, no se atrevió a soltar aquella memoria. ¿Qué debería hacer con ella ahora? ¿Borrarla? ¿Debería dársela a Ladybug? ¿Se enojaría ella si lo hiciera? Comprendía bien los riesgos de cruzar la línea entre sus alter egos, pero luego de comprobar que, como le había repetido a la heroína durante la batalla antes de perder la memoria, hacían una preciosa pareja, no pudo dejar esa opción de lado.

En todo caso, en aquellos metrajes, su lady no parecía muy opuesta a la situación que ambos habían supuesto...

Le dio un vistazo a su teléfono antes de dormir. Su galería de imágenes de Ladybug realmente se llevaba una gran parte de su almacenamiento. Luego echó un vistazo a las fotografías con sus amigos y, por su puesto, con Marinette. Deslizó levemente su dedo sobre la pantalla al lado del rostro de la chica en una fotografía que tenía con ella en compañía de Max y Rose. Debía admitirlo, se veía adorable con su característico color rosa, pero el rojo le quedaba genial.

Se movió a su aplicación de mensajes, repasando qué tanto hablaba con ella. Tuvo que admitirlo, no era mucho. Aquello no era una buena manera de empezar, ¿o sería más bien retomar? una relación. Decidió cambiar eso esa misma noche.

...

Las sábanas de color rosa no habían dejado de moverse durante las últimas tres horas. Marinette se encontraba incapaz de conciliar el sueño, no podía sacar de su cabeza aquella imagen: otro beso con Cat Noir. Ambos lo habían olvidado por completo esta vez, pero eso no la hacía torturarse menos con sus propios pensamientos. ¿Qué rayos había pasado aquella tarde?

Recordaba el elevador, un disparo púrpura y oscuridad. Al momento de recuperar la conciencia estaba demasiado acaramelada con su compañero. Sus manos entre las suyas y sus rostros demasiado cerca. Descartó al momento que se tratara de alguna de las travesuras del chico, ya que él no sólo se mostró igual de sorprendido que ella, sino que se separó al momento, dándole su espacio.

Y luego la fotografía. ¿Realmente eso había pasado hacía tan sólo unos momentos? ¿Por qué? ¿Ese sería el único beso que habrían compartido aquel día o hubieron más que no pudieron ser registrados? ¿Lo habría iniciado él, ella o fue cosa de los dos? ¿Y si fue un accidente? ¿Y si... se había sentido tan bien como su calmada expresión lo demostraba en aquella imagen?

La peor parte es que no había nada ni nadie que pudiera responder sus dudas. Recordaba bien haberse dejado a sí mismas la indicación de llamar al maestro Fu, y supuso que así lo hizo, pero él no estuvo realmente ahí con ellos y por su propia seguridad estaba segura que lo que fuera que él supiera sobre lo que sucedió no se lo revelaría.

Decidió distraerse un rato y tomó su celular. ¿Lo primero que vio en él? Una notificación del acontecimiento del momento: el famoso beso. La chica giró sus ojos- Quizás fue una mala idea. Decidió dejarlo a un lado cuando con el rabillo del ojo divisó una pestaña de sus mensajes. ¿Estaba demasiado cansada y loca de tanto pensar o acaso allí decía... Adrien Agreste?

No pregunten, sólo gócenlo...


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