Veinticuatro.

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La miré desde lejos, apreciando su figura caminar delicadamente hacia su oficina mientras que yo me escabullía entre las oscuridades del pasillo para que ella no me mirase y pudiera escapar de mis miedos, de mis dolores y sobre todo; de ella

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La miré desde lejos, apreciando su figura caminar delicadamente hacia su oficina mientras que yo me escabullía entre las oscuridades del pasillo para que ella no me mirase y pudiera escapar de mis miedos, de mis dolores y sobre todo; de ella.

Cuando pasé por las afueras de su escondite escuché su típica risa pero sonaba falsa, apagada y maltratada, tal como yo me sentía, quizás por ello lo notaba así, esos días lo vía todo jodida mente sucio y escuro. Quise reír con ella para que mi ser volviera a tener un poco de luz, pero no lograba llenarme con nada, ni leyendo mi libro favorito, ni sentándome a escuchar música de mi gallega favorita, no podía, ni al parecer quería sentirme mejor.

El lunes pasó así, oscuro y vacío.

Traté de no encontrarme con ella, no entré a sus clases y en los recreos me escondía en lugares donde todo estaba oscuro a escuchar música o dormir. Así pasó el día, ignorando su existencia aún cuando a veces la veía buscando mi mirada, hasta que daba con ella y su mirada se relajaba, una parte de mi eso lo quería tomar como una linda señal.

-Lo siento, lo siento- repitió Pau.- estaba con Sebas- abrió su mochila y sacó una barra de chocolate y almendras, mi favorito.

-¿Me estas comprando?

Apretó los labios y luego soltó un suspiro- eres tú la que se esta escondiendo de algo que ya pasó- sé que la miré dolida.

Es que no me sentía comprendida, sentía que estaba sola en un hoyo negro profundo donde al parecer solo mi profesora tenia una cuerda para salvarme.

-Maldita sea- le lancé el chocolate en la cara escuchando como se quejaba, caminé rápido por los pasillos y aun siento el nudo en la garganta de ese día.

Siempre había odiado las historias cliché y en ese momento lo estaba viviendo. Me sentía en una novela barata donde la protagonista era la típica rata de biblioteca que se enamoraba de alguien imposible y su corazón terminaba destruido.

-¡Detente!- escuché su voz, pero no me detuve, estaba demasiado dolida y era demasiado cobarde.-¡Qué te detengas Calle!- la mujer esa tomo mi ante brazo y me giró.

La miré, tenía miedo. Sabía que ella me recriminaría mi ausencia de toda la semana pasada y en la clase de ese mismo día, su mirada.

Su mirada estaba apagada y su mentón temblaba, creí que me hablaría y lo único que hizo fue abrazarme, cerré los ojos inhalando su aroma dejándome llevar una vez más por ella, sabiendo que estaba cayendo más al hoyo.

-Sue-sueltame- jadee ante mi propio miedo.

No hablo, quizás si, que sé yo. Apreté los labios viéndola caminar a su oficina mientras que mis pies caminaron detrás de ella, arrastrándome a su cueva.

«Fui una idiota» Eran las palabras que repitió por varios segundos.

Lo fue y lo es aún.

-Tienes toda la razón- murmuré estando a nos pasos de su cuerpo.

No recuerdo si se rio o si lloró, o las dos cosas al mismo tiempo, solo sé que cuando quise salir de esa oficina su cuerpo me atrapo y sus labios también.

Un capítulo para el final.

𝐏𝐨𝐫 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐦𝐢́𝐫𝐚𝐦𝐞. [𝑪𝒂𝒄𝒉𝒆́] Where stories live. Discover now