Ashido empuja a Ochako amistosamente y esta hace que Momo se incline hacia Todoroki rozando sus hombros. Risas estallan, mejillas coloradas, bendita juventud que los hacía disfrutar de esos momentos sin preocupación alguna. Eran roces, delicados roces que iban y venían entre Todoroki y Yaoyorozu que intercambiaban impulsos eléctricos que recorrían toda la médula. Momo suelta una leve risa y se incorpora en su lugar para luego ver a Todoroki a su lado quien la veía fijamente.
—Lo siento.
Se disculpa ante los roces. Sabe que Shouto no es alguien muy amistoso, que le gustara bromear en compañia o que no le importara el hecho de que sus hombros hacían leves contactos entre sí, no sólo sus hombros, a veces sus brazos, a veces sus manos... A veces sus mirada rozaban por milésima de segundos para ser desviadas.
—No es nada —dice con su rostro impasible.
—Ashido-san está emocionada. Creo que debería moverme de este lugar, podría ser que termine golpeándolo accidentalmente —habla ella y él niega tranquilamente.
—No, tranquila. Está bien, no me molestas.
Y no mentía, no le molestaba. Ni ella, ni sus roces. Es más le gustaba estar cerca de ella y por alguna razón, cuando sus hombros chocaban y sentía una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, también le gustaba.
—Está bien.
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El roce entre sus manos al querer levantar unas hojas que se habían caído del escritorio cercano hacen que se detengan por un momento y sus miradas se conecten. Ella parpadea y sonríe quitando su mano con cierta pena.
—Lo siento.
—No es nada.
Y tratan nuevamente de juntar las hojas y vuelven a rozar sus manos. Esta vez Momo decide quitarla dejando que Shouto recoja la última hoja de papel. Momo coloca su flequillo detrás de su oreja y por un instante Todoroki quizo hacer lo mismo. Rozar su oreja con la yema de sus dedos mientras descendía hasta su barbilla.
¿Qué estaba pensando? Arrugó levemente la frente y se retiró del lugar sin decirle nada a Momo.
Las ocasiones que se encontraban siempre incluían roces, de hombros, de manos.
Y a Todoroki ya se le había hecho costumbre y no le molestaba. Sin embargo esa costumbre lo hizo desear más. Y el último roce de aquella tarde lluviosa, cuando se habían encontrado casualmente en el pasillo fue un roce de labios. No había testigos del acontecimiento, sólo ellos.
—Todoroki-san... —ella le vio con las mejillas sonrosadas. Su corazón latía desesperadamente ante su primer beso, que más bien fue un pequeño roce que el chico le había dado a sus labios y que había durado menos de tres segundos. Pero a pesar del corto tiempo el sentimiento estaba allí, latente.
Todoroki se encontraba con el mismo repiqueteo en su pecho, suave, que llevaba un armonioso compás y que estaba lleno de una grata felicidad. Su mente estaba en paz por fin, la había besado como tanto deseó desde que sus roces se convirtieron en parte de su día a día, no obstante, al ver el rostro lleno de confusión de Momo supo que el único feliz por eso era él.
—Lo siento... —murmuró dejándola estática en medio de aquel pasillo que tomó un aire lúgubre para Momo por la ausencia de él.
Dejándola pensativa, sobre ese corto pero dulce roce.
