¿Te imaginas?

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Kaede no podría imaginar un mejor momento.

Recostada sobre seda blanca, completamente desnuda, con el rostro mirando la blanca luz de su habitación. Su larga cabellera extendida y mezclada entre la exquisita seda debajo de su cuerpo. Ni hablar de aquella deliciosa textura tocando su tonificada espalda.

Kaede estaba lista para la intimidad. Con el único hombre, el único ser humano, a quien genuinamemte amó.

–¿Cómo está Kanae? –Preguntó.

–Mejor, imposible. Tienes suerte de que Mayu y ella hayan tenido su piyamada hoy. De otro modo, tendríamos que haber ido a otra parte.

Kouta estaba de pie, frente a ella, completamente desnudo. Ella podía notar cada bello detalle de su hermosa y delicada anatomía.

–Mi prima las cuidará. No tengo de qué preocuparme.

Kaede notó el malestar en su respuesta. Ella se lo pensó un poco. Pero finalmente lo preguntó.

–¿Yuka... sigue enojada?

La expresión de Kouta decayó, al punto de que podía sentirse su tristeza como un golpe.

–El pleito es conmigo, no con Kanae. Mi prima sabe separar las cosas.

Kaede notó la triste mirada en esos preciosos ojos marrones.

–Desearía tener esa facilidad.

Kouta, de pronto, sintió la compasión de su amada expresada físicamente en su mejilla. Su "mano", invisible para él, tocaba su rostro con el fin de calmarlo, como una invitación a abandonar la tristeza. Él respondió con una sonrisa.

–Gracias.

–Solo por esta noche... déjalo todo. Goza. –Decia esto Kaede mientras acariciaba el rostro de su hombre y recorría su cuerpo con la mirada. Todavía se resistía a tocar toda esa bella figura, esa preciosa desnudez, con sus "extremidades". Trataría de hacerlo "a la antigua" esta noche.

–Solo porque eres tú.

Kaede sonrió mientras retraía su "brazo" de aquel dulce rostro varonil y se preparaba para el placer "a la antigua".

Kouta se echó a su costado. Él también pudo sentir la deliciosa textura de aquella seda blanca. Pudo sentirla entre sus piernas, por su pecho, por sus brazos. No cambiaría ese momento por absolutamenre nada del mundo.

Comenzó su recorrido por aquella parte de Kaede que le fascinó desde que se conocieron hace tantos años.

–Adoro tus dos cuernos. Siempre te viste genial con esos. –Le dijo mientras los acariciaba dulcemente.

–Solo lo dices porque estás enamorado.

–Cállate. Siempre me parecieron geniales. Desde que te conocí. Hermosa niña cornuda. –Le dijo Kouya mientras dejaba de acariciar sus cuernos y comenzaba a tocar su rostro. Aprovechó para notar los hermosos ojos verdes de la chica, complementos para su precioso cabello rosado oscuro.

Las manos de Kouta descendían suavemente por el cuello de su amada hasta llegar a sus pechos. No pudo resistir acariciarlos.

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