IV

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Capítulo 4: 

Campamento cero


Rayna dormía a mi lado en el Humvee, o al menos fingía hacerlo. Me fijé en sus muñecas enrojecidas por tanto batallar con las esposas que tenía hace más de tres días. Estaba extremadamente delgada, pero por lo que sabía, fue ella quien les había pateado la comida a los guardias cada vez que intentaron alimentarla.

Rayna era como un animal peligroso atado, que, si lo tratas mal, en el momento que se libere te comerá hasta los sesos. Por lo otro lado, si la mirabas en detalle, no era más que una chica; una chica delgada, maltratada, con músculos pequeños pero firmes, y con profundas ojeras bajo los ojos, como dos lagos oscuros. Una chica ruda en una situación horrible. Y yo desconocía mi razón de sentir tanta empatía por una extraña.

El Humvee tenía los vidrios blindados y eran completamente negros. No podía observar el exterior, pero después de varías curvas y saltos bruscos, sentí que aminoró la marcha. Rayna y yo íbamos rodeadas por Boggs, Cedro y cuatro guerreros más. Yo llevaba un casco con visera, al igual que todos, y un traje táctico antibalas. Parecía disfrazada y el traje me pesaba mucho.

Una vez que nos detuvimos, la tensión dentro del Humvee aumentó con creces al encontrarnos al interior de Lumba, casi al límite de la guerra.

Cuando la puerta corrediza del costado se abrió, esperaba que la luz del sol me cegara, pero en vez de eso, nos recibió una luz gris propia de un día nublado y un viento que, si hubiese tenido el pelo suelto, lo hubiese disparo en puntas hacia atrás.

—Conformes y listos —aulló Cedro contra la corriente de viento.

—Tres, gorrión, uno, rehén, dos —ordenó la voz fuerte proveniente del hombre que había abierto la puerta. No le podía ver la cara, porque al igual que todos, su rostro estaba cubierto por el casco y la visera.

No entendí ni diablos de lo que había ordenado, pero todos parecieron comprender y se posicionaron ordenadamente dentro del Humvee, incluida Rayna. Boggs me levantó del brazo y me posicionó detrás de los primeros tres guerreros. Él se puso detrás de mí, luego estaba Rayna y al final Cedro y otro agente.

El líder esperó una autorización por su radio. Hizo un gesto con dos dedos cuando le dieron la señal y todos se movieron rápido, incluida yo.

El viento era aún peor al salir, a pesar de estar con visera. Entrecerré los ojos como si eso me ayudara y me incliné hacia adelante.

Nos movimos entre edificios pequeños que parecían haber sido bombardeados recientemente, incluso algunos todavía humeaban. Nos desplazamos en fila entre los escombros, todos corrían con un arma firme entre los brazos, menos Rayna.

No sabía qué me pesaba más, si el arma o el traje, sumándole el viento que me llegaba por el costado, empujándome y empujándome. Me esforcé por no alejarme mucho del guerrero que corría delante de mí. De todas formas, la mano de Boggs empujaba mi mochila para ayudarme.

—Vamos, ladronzuela, es un insulto que el viento te lleve —escuché a Rayna detrás, entre los soplidos agudos e irreverentes del viento. Boggs le lanzó algo así como un gruñido de advertencia.

Después de lo que estoy segura de que fue más de un kilómetro corriendo con mis piernas protestando, el camino se hizo aún peor; teníamos que pasar por debajo de murallas rotas y saltar varios obstáculos, encogernos debajo de cables que chispeaban y brincar entre rocas de escombros. Eso justificaba haber dejado el transporte lejos, no se podía pasar por allí al menos que fuera a pie.

Princesa de sangreWhere stories live. Discover now