Capítulo 1. | No quiero a petimetres

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—La piratería se dio por concluida en el año mil setecientos noventa y cinco. Hace sesenta y seis años, los piratas fueron sentenciados a muerte por las grandes potencias europeas. La corona inglesa fue una de las mayores fuerzas en contra de esa plaga de ladrones marítimos...¿Me está escuchando señorita Talbot? —inquirió Emma Rothinger al notar a su oyente abstraída. Apretó sus impertinentes sobre el puente de la nariz con ahínco, como si con aquel gesto pudiera hacer que Áurea se convirtiera en una alumna aceptable, ya no dijéramos excelente. 

—¡Oh! ¡Por supuesto señorita! —exclamó Áurea, estrechando sus pupilas sobre la institutriz, dejando marchar aquellos sueños en los que se había perdido en medio de la clase. 

Áurea Talbot era singular en la gran mayoría de los aspectos de su vida. En su rostro contrastaban las delicadas facciones de su madre, una dama de alcurnia inglesa, con las rudas de su padre, un escocés adiestrado. Aún con esa extraña mezcla, poseía uno de los semblantes más bellos del marquesado. Sus ojos eran de un azul grisáceo, con mezcla de morado, iluminados por blancas y curvadas pestañas. Sobre ellos, unas pálidas y casi inexistentes cejas, en forma de media luna, se dibujaban sobre la piel perlada. Su cutis era celosamente cuidado y protegido, sobre todo del sol, con grandes velos y guantes hasta las puntas de los dedos. 

Sentada en una de las habitaciones de Carlisle, el castillo de su padre, aquella tarde de 1861, la futura debutante ya no tenía deseos de seguir con las clases de la señorita Rothinger. Bajo su criterio, ya no tenía nada más que aprender. Lo que no hubiera aprendido en diez años no lo aprendería en aquellas dos últimas horas de clase y sólo podía pensar en la fiesta de esa noche. En su debut social. 

—Entonces, si me estaba escuchando... Dígame, ¿en qué año se terminó con la piratería?

—¿Piratas? —esbozó una mueca de confusión—. No lo sé señorita Rothinger, ¿no eran una leyenda?

—¡Por Dios! —se exasperó Emma cerrando el libro de un golpe seco y sonoro para dejarse caer sobre la silla que había ocupado en la última década—. No sé que he hecho mal... He tenido diez años para corregir su mala actitud pero...

—¡Señorita Rothinger! —se levantó de un salto la joven, llena de vitalidad y fiereza, dibujando un puchero mal interpretado con su boquita de cereza—. Usted no ha hecho nada mal —se arrodilló a su lado y la miró con los ojos llenos de esperanzas y fantasías—. Usted ha sido la mejor profesora que he podido tener —apretó el brazo de Emma con afecto, suavizando la dureza de su expresión. 

—Prefiero quedarme con esa parte de la historia —le devolvió el apretón junto a una sonrisa conformista—. Pero recuerde señorita Áurea, no se deje guiar por la maraña de sueños utópicos en los que se pierde. Ahora empezará a tener contacto con la vida real, con la sociedad... Deberá estar preparada, saber escoger a sus amistades y sobre todo, no debe dejarse embaucar por ningún caballero...

—¡Por supuesto que no lo haré! —exclamó extrañamente dolida, señalando a la señorita Rothinger su error. 

—No me refería a su aspecto señorita... —le levantó la barbilla, buscando su mirada—. Los hombres pueden ser verdaderamente egoístas, sin importar qué aspecto tenga una dama. ¿Entiendes?

—Lo entiendo.

En realidad no había entendido nada. 

Áurea estaba demasiado nerviosa. Toda una vida preparándose para ese día y estaba más confundida que nunca. Aunque papá no le hubiera mencionado el hecho de que muchos caballeros habían pedido su mano mucho antes de ser presentada, se había enterado de ello a través de la señorita Murray. La señorita Murray, a quienes todos llamaban Briana, era una de las doncellas más antiguas de la casa y siempre se había comportado con ella indulgentemente. Por eso, había podido sonsacarle el contenido de aquellas cartas selladas desde diferentes condados, marquesados y ducados. ¡Sólo la querían por su aspecto! ¿Por qué sino? No la habían visto, ni si quiera habían hablado con ella. 

Áurea, Una dama entre piratasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora