VIII. Agoney

1.2K 141 120
                                    

Hace ya más de dos meses desde que conocí a Raoul. Dos meses llenos de visitas suyas a la librería y algunas citas de vez en cuando en diferentes restaurantes de la ciudad o en el cine, que acabaron siempre en su cama. Unos ochenta días de tonteo por whatsapp, de recomendaciones de libros y de escucharle cantar. Me trajo un té cada mañana de jueves desde que nos conocemos y yo he ido a todas sus actuaciones con Alfred los sábados por la noche.

Puedo decir, con total convicción y sin miedo a equivocarme, que no resultó ser un gilipollas. Es la persona más buena, divertida y atractiva que he conocido en mi vida y siempre hace que me sienta especial y yo mismo cuando estamos juntos.

Estoy sentado en el sofá de su piso, mientras Hugo se viste en su habitación, esperando a que Raoul vuelva de clase porque conseguí convencer a Miriam de que me cubriese la tarde entera en cuanto me enteré de que Emma se iba fuera el fin de semana.

Llevamos ya dos meses en esta especie de relación sin nombre que, supuestamente, nos estamos tomando con calma y Raoul no ha visto mi piso aún. No estuvo nunca en mi habitación porque me cuesta llevar a gente allí y me niego rotundamente a que Emma conozca a la mejor persona que existe, no lo merece.

Así que mi idea de hoy era aparecer a la hora de comer en casa de Raoul dándole una sorpresa y arrastrarlo a mi cama para tirarnos allí todo el finde y, ya que estamos, decirle que me parece absurdo que sigamos engañándonos así que yo quiero que lo nuestro sea oficial.

Pero cuando llegué sólo estaba Hugo con prisas diciéndome que pasase a esperarle que él se tenía que vestir para irse a trabajar y aquí estoy, poniéndome cada vez más nervioso sin saber muy bien por qué.

Miro la pequeña mancha de vino que hay en uno de los cojines azul cielo del sofá y sonrío recordando que la hizo Miriam hace un par de semanas, la primera y única vez (de momento) que cenó ella aquí con nosotros. También estaban Hugo y Alfred y fue una noche divertidísima que acabó con los cinco bastante borrachos jugando a juegos de beber.

Creo que nunca en mi vida fui tan feliz como estos meses, nunca me sentí tan libre y tan de verdad como ahora. Llegué hace unos días a la conclusión de que trabajar en la librería hizo que mi vida mejore un 200% y me parece maravilloso.

Por fin siento que encajo en algún sitio y con alguna gente. Raoul saca lo mejor de mí y saber que estamos formando un grupo tan bonito junto a Hugo, Alfred y hasta Miriam me da paz interior. Como si llevase toda la vida dando vueltas sin rumbo fijo buscando una señal que me dijese a dónde ir y de repente encontré un camino que disfruto tanto que dejó de importarme la meta y no busco señales.

- ¡Agoooo! – La voz de Raoul me hace aterrizar, no he oído la puerta pero está entrando al salón y parece muy emocionado al verme.

- Le he dejado pasar sólo porque es guapo que conste. Yo me voy ya, ¡portaos bien chicos y usad protección!

- Hasta luego Hugo, muchas gra-

No puedo ni terminar la frase porque en cuanto Hugo pega el portazo de salida Raoul se lanza a mis labios. Está increíblemente feliz hoy y ni si quiera sabe por qué estoy yo en su piso un viernes a la hora de comer. Su boca sabe al chicle de menta que está masticando y aunque a estas alturas tengo más que probados sus besos creo que no me voy a cansar nunca de ellos.

Se separa de mí unos minutos después, por respirar más que nada, pero sigue bastante cerca con sus brazos alrededor de mi cuello mientras me acaricia la nuca con una mano. Se queda mirándome con una sonrisa enorme y creo que voy a derretirme.

- Ago, perdón, no te he dejado ni hablar... es que llevo un día superguay y que estés tú aquí lo hace todavía más guay... ¿qué haces aquí?

Mi libro favoritoWhere stories live. Discover now