Tercero en discordia.

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Tercero en discordia.

Múnich.

Al abrir la puerta de su departamento de soltero, Karl Heinz Schneider vio a Elieth Shanks, la que ostentaba el título de novia oficial desde hacía casi un año (aunque él llevara mucho más tiempo enamorado de ella), esperándolo con la ropa empapada y el cabello escurriendo agua; muy seguramente, la muchacha salió sin paraguas y se mojó de pies a cabeza durante el trayecto que había del estacionamiento al edificio de apartamentos. No era para menos, llovía a cántaros y parecía que el cielo se caería en cualquier momento. La cuestión era, ¿por qué no le había avisado que iría a verlo para bajar al aparcamiento con una sombrilla y esperarla? Esa visita era totalmente inesperada.

– ¿Estás bien, meine Kleine?.- preguntó Karl, extrañado y preocupado, usando el apodo cariñoso que usaba.- ¿Por qué no me avisaste que vendrías? Habría ido a buscarte o te habría ido a recoger para que no te mojaras. Pasa, estás empapada y si te quedas así, seguramente pescarás un resfriado.

– Estoy bien, gracias.- replicó Elieth, aunque se apretó los brazos con fuerza para tratar de entrar en calor.

– ¿Qué ha pasado que has venido a verme aún con este vendaval?.- cuestionó Karl, mientras buscaba una toalla.- Supongo que es algo urgente dado que no pudiste esperar a que amainara.

– Karl, lo siento pero debemos terminar.- musitó la rubia, con los ojos grises inundados de lágrimas.

– ¿Qué?.- de todas las cosas que ella pudo haber dicho, ésa era la que él menos esperaba.- ¿Por qué? ¿Qué ha sucedido?

– De verdad lo siento.- Elieth comenzó a llorar.- Pero lo nuestro no puede continuar... Lo nuestro ha terminado, Karl...

Schneider momentáneamente no supo qué hacer, parecía que estaba viviendo una pesadilla así que maldijo en su interior. Le costó mucho trabajo conseguir que Elieth aceptara su relación y él había cantado victoria cuando ella aceptó hacerla pública. ¿Por qué ahora quería dar marcha atrás? Sin embargo, el joven mantuvo la calma y aspiró profundamente, para después acercarse a la francesa con actitud tranquilizadora.

– Siéntate, por favor.- el alemán le puso la toalla sobre los hombros y le acercó una silla.- Te noto nerviosa e incómoda, cálmate un segundo antes de continuar.

Elieth no respondió pero se dejó conducir como niña buena; ella se dejó caer en la silla aunque se limitó a permanecer quieta, con la toalla sobre sus hombros desnudos y empapados. Sus zapatos de tacón dejaron huellas mojadas en el caro linóleo pero eso a ninguno de los dos le importó. Schneider, sin saber muy bien por qué, se dirigió a la cocina a preparar café. Quizás la bebida caliente la haría reaccionar, además de que así evitaría que Elieth se enfermara.

– Te hace falta beber algo caliente.- comentó, como si ella no hubiese cortado con él.- ¿Quieres un café? Tengo crema de la que tanto te gusta, meine Kleine.

– Un café estaría bien.- acordó Elieth, sin mirarlo.- Gracias.

– De acuerdo.- aceptó Karl, parcialmente aliviado.- Lily me ha regalado un kilo de café del que producen en México y está delicioso, seguro que también te gusta.

– Me encanta.- ella bajó la mirada hasta sus zapatillas de tiras delgadas.- Siempre que puedo, mando traer un poco desde allá.

– No me lo habías dicho, podría haberte encargado un kilo en alguna que otra ocasión.- comentó él, con voz neutra.

La joven no respondió. No pasó mucho tiempo antes de que el ambiente del departamento de Schneider comenzara a llenarse de un sabroso olor a café que reanimó incluso a Elieth, quien ya había dejado de temblar y ahora se dedicaba a secar sus lágrimas con la punta de la toalla. Karl lanzaba comentarios aleatorios sobre lo malo que estaba el clima y sobre lo bueno que era el café mexicano, mientras su mente buscaba a toda velocidad una estrategia para tratar de detener el desastre que parecía avecinarse. Cuando el café estuvo listo, Schneider llenó una taza con el humeante contenido y se la pasó a Elieth, sentándose después frente a ella.

Tercero en discordia [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora