El Banquero

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Antonio despertó y junto a él pudo ver a Laura y Carlos, se encontraba tumbado en el suelo, sobre una manta donde lo habían colocado para cerrarle la herida, la cual notó que ya le dolía menos.

–¿Qué ha ocurrido? –preguntó Antonio.

–Yo también me alegro de verte –dijo Carlos soltando una leve risa.

–Eso nos gustaría saber a nosotros –dijo Laura volviendo a la pregunta–. ¿Qué ha pasado al final con el Templario?

–Ha muerto –aseguró Antonio incorporándose con dificultades.

–Antonio... –trató de hablar Carlos.

–Sé dónde esta Rocío –dijo Antonio interrumpiendo a Carlos–. Los de Abstergo se la llevarán... están en el cementerio...

Carlos se levantó y se acercó a la puerta.

–¿Te das cuenta de lo lejos que esta el cementerio? –preguntó Laura deteniéndolo.

–A mí... se me ocurre cómo llegar –dijo Antonio–. ¿Qué hora es?

Laura miró a Carlos y este miró el reloj de su muñeca.

–Casi las siete y media –dijo–. ¿Por qué?

Antonio camino con dolor hasta la ventana, desde donde se podía ver el campus de la Universidad de Cádiz.

–Un camión de Abstergo suele estar aparcado por aquí entre las seis y las nueve.

–¿Quieres que lo robemos? –preguntó Carlos.

–Claro... –dijo Laura–. ¿Prefieres robar el coche de un civil?

Carlos los miró y asintió.

Los tres salieron en dirección a la universidad y se adentraron en los aparcamientos de la misma, Antonio hizo una señal para que sus compañeros rodeasen la zona y él se acercó a los guardias que vigilaban el camión que buscaban, los cuales no tardaron en sacar sus pistolas y apuntarle.

–Vengo en son de paz –dijo Antonio.

–Tú debes ser uno de esos Asesinos –señaló uno de los guardias.

–Si lo fuese... ¿no os habría atacado ya? –cuestionó.

Los guardias quedaron confusos ante su actitud y rápidamente llegaron Carlos y Laura para noquearlos.

Antonio se agachó y rebuscó la llave del camión en los bolsillos de los guardias.

–Henos aquí –dijo mostrándoles la llave tras sacarla de una de sus chaquetas.

Antonio le lanzó la llave a Carlos y este la agarró al vuelo.

–Tu padre te enseñó a conducir, ¿no es así? –preguntó.

Este sonrió y procedieron a subirse al camión para después salir en dirección a su objetivo.

Mientras tanto, en el cementerio se encontraban el Banquero y el Bulldog, vigilando muy de cerca a Rocío, la cual se encontraba llorando frente a la tumba de su padre.

–Su padre era un traidor –dijo el Banquero–. ¿Por qué la dejamos despedirse?

–Porque si a mí me hubieseis dejado... me habría unido a vosotros mucho antes –explicó el Bulldog–. La única diferencia entre ella y yo es que a mí no lograsteis contenerme.

–Tú eras joven y fuerte –dijo el Banquero–. Ella es una simple mujer.

–Al igual que tu última jefa –rebatió el Bulldog.

Assassin's Creed: Hermandad ModernaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant