11-Pain

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Maratón 2/2

Me he quedado rígida.

No puedo moverme del sitio.

Es como si sintiera la respiración de lo que sea que estuviese encima de mi coche.

No tengo manera para mirar lo que hay encima de mí si no es sacando la cabeza por la ventanilla.

Y ni de coña iba a hacer eso.

Cojo mi móvil y maldigo en silencio al ver que no había ni una raya de señal.

Dejo el móvil a un lado.

-De acuerdo, Betty, no pierdas la calma. Sólo será un animal, un pajaro o...- un golpe seco vuelve a sonar encima de mí, logrando zarandear el coche y hundir su techo un poco-...¡Dios mío!

Dios no está ésta noche con nosotros, Julieta.

Es como un cubo de agua helada. Me muerdo el labio inferior y empiezo a susurrar cosas como que no podía ser él.

No otra vez.

-¿Romeo? - mi voz sonaba como la de una niña de seis años, quebrada por el terror que estaba viviendo.

A sus órdenes, Julieta.

Trago saliva y aprieto mis manos alrededor del volante, sintiendo cómo su cuerpo se movía encima del coche.

-¿Vas a hacerme daño? - susurro con mis ojos inyectados en lágrimas de terror.

Una suave risa en mi mente hace que mi piel se ponga de gallina.

¿No es eso lo que sientes que te dan todos, Julieta? Daño, solamente daño...

-No es vedad. Déjame ir, Romeo- sigo firme, con mis nudillos blancos.

Su risa vuelve a inundar mi mente, y lo siento como si estuviese hablando a mi lado.

Ronronea para después negar haciendo un sonido con su lengua.

Antes quiero jugar, Julieta. ¿Jugamos?

Y cuando creo que las cosas no pueden ir peor, las luces del túnel se apagan.

Doy un brinco y decido que no es hora de perder los nervios. Eso sólo me traerá malas consecuencias a mí.

Debo de salir de aquí como sea. Observo por el espejo retrovisor de repente, cómo algo salta encima del maletero y es la oportunidad que tengo para abrir la puerta y echar a correr.

No tenía idea de hacia dónde corría, pero mis piernas me llevaban lejos del coche.

Corre, corre mi corderito...

Una especie de sollozo se escapa de mi boca cuando tropiezo con algo que me hace caer de bruces al suelo.

Pero entonces soy arrastrada.

Soy arrastrada hacia atrás y logro agarrarme a una especie de tubo de hierro que sobresale de una de las paredes del túnel.

Un grito me abandona cuando tira tan fuerte de mí que logra que el propio tubo se doble.

Muevo las piernas, queriendo deshacerme de sus manos, pero su agarre es tan fuerte que siento que mis pies se van a desprender de mis piernas.

En un arrebato de adrenalina, logro soltar un pie y aprovecho para darle en su espinilla. Eso hace que su agarre en mi otro pie disminuya, lo que me hace soltarme rápidamente y correr a toda pastilla.

Se escucha un ruido metálico y sin parar de correr, giro la cabeza, para observar horrorizada, cómo camina su oscura figura hacia mí, con el tubo oxidado en una mano.

Me parece verle sonreír, porque una fila de dientes blancos afilados me hacen devolver la vista al frente y correr por mi vida.

Juegas muy bien, Julieta... ¿Cuánto crees que puedas durar corriendo?

Aprieto mi mandíbula para que sus palabras no me afecten.

Suelto un chillido ahogado cuando soy detenida de golpe por la cintura. Aprisiona mi cabeza contra la pared del largo túnel y yo sólo puedo ver en la oscuridad las luces de emergencia al principio de éste.

Una mano cierra mi boca, casi tapando mi nariz y dejándome sin respiración. Me retuerzo hasta que el aire vuelve a colarse en mis pulmones y mi espalda choca contra el pecho de lo que sea que tenga detrás, porque era de todo, menos humano.

Gira mi cabeza hacia un lado. Aprieto la mandíbula y logro hacerme daño en la lengua de tanto morderla cuando me lame toda la longitud vertical de mi cuello expuesto.

Siento el viento impactar contra la saliva que a dejado su lengua y náuseas empiezan a agolparse en mi garganta.

No temas, Julieta... Prometo que no te dolerá...

La ironía en su voz cuando mi camisa fue levantada, dejando al descubierto mi abdomen, sólo me hizo retorcerme más entre sus brazos.

Él logró meter una de sus piernas entre las mías e hizo una maniobra extraña que me impidió moverme.

Sentí algo afilado y frío chocar contra mi abdomen y me percato de que es el borde del tubo de hierro.

Chillo y grito pero su mano ahoga todo. Pero a pesar de que está casi desgarrándome la piel del abdomen, no sollozo ni lloro.

Conseguí morder su mano pero por más que hacía presión, éste no cedía, como si no pudiese sentir dolor alguno.

Así que usé su mano para descargar mi rabia y evitar llorar de dolor por las heridas que hacía en mi abdomen, como si yo fuese su lienzo.

Siento la sangre recorrer mi vientre para posiblemente acabar cayendo al suelo, y son tantas las heridas que ha hecho que mis ojos empiezan a nublarse.

Un pitido empieza a hacerse presente en mis orejas, pero alcanzo a oír algo estrellarse contra el suelo y creo que es el tubo de metal.

-¡ALTO, POLICÍA, SUBA LAS MANOS O DISPARAREMOS!

Un gruñido suena contra mi oreja y mi camisa es bajada lentamente, puesta de nuevo en su lugar.

Su mano se coloca plana, sobre mi abdomen, y aprieta un poco, sacándome un gemido ahogado, sin fuerzas.

Ha sido un placer jugar contigo, Julieta.

Mi cuerpo tras esas palabras choca contra el suelo y siento el gran golpe que me doy en la cabeza, aunque a medida que voy perdiendo la consciencia, el dolor disminuye.

Desde donde estoy tendida, observo su cuerpo alejarse, corriendo del lado contrario donde estaba la patrulla.

Se escuchan disparos a lo lejos, o a lo mejor estaban cerca... Yo ya no era consciente de nada.

Y sin hacer caso de los sollozos que escuchaba y de las voces llamando mi nombre... Me dejé caer lentamente.

Hasta que el dolor dejó de doler.

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