Capítulo 32: Contigo

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-Paulo está conmigo, papá. -le dijo ella.

- ¿Contigo? -inquirió.

-Si...es largo de contar ahora. Pero para hacerlo corto, nos perdimos, el caballo escapó y estamos atrapados en el establo de los Mc Adams.

-Dios santo -suspiró Osvaldo -Juro que llegué a pensar lo peor. Gracias al cielo estás bien, mi vida y por suerte bien acompañada.

Ella miró a Paulo y le sonrió.

-Sí, es una suerte muy grande.

- ¿Están bien protegidos? ¿Podrán aguantar hasta que la tormenta acabe? -le preguntó.

Oriana miró a su alrededor. Gracias a la luz, aquel lugar ya no era tan tétrico. Miró hacia la ventana y vio el fuerte viento que había.

-Sí, papi...estamos bien. Podemos esperar.

-Cuídate mucho, mi cielo -dijo dulce -Y ahora pásame con Paulo.

-Adiós -se despidió ella y le dio el teléfono al castaño.

-Señor -dijo él al atender.

Oriana lo observó atenta, reparando en aquel devastador gesto de concentración. ¿Por qué era tan lindo? Sacudió la cabeza

-Está bien, señor, no se preocupe.

Colgó y le devolvió el aparato.

-Aquí tienen, muchachos -dijo el viejo Mc Adams entrando de nuevo.

Se giraron a verlo y se acercaron a él. Les había traído todo lo que les había prometido. Paulo tomó las cosas.

-De verdad muchas gracias, señor Mc Adams -le dijo Paulo -Y...perdón por creer que estaba muerto.

El anciano sonrió cortamente y volvió a caminar hacia la salida.

-No se preocupe, niña. No me ha hecho ningún mal. Ahora los dejo. Que pasen una buena noche.

Oriana se acercó a Paulo para buscar algo que ponerse. Él le dio una vieja remera de mangas largas y un pantalón gris de dormir. Ella los aceptó más que encantada. Fue hacia un rincón para cambiarse. Él también se apartó para hacer lo mismo. Se cambiaron el silencio, escuchando los movimientos del otro. Oriana se aguantó las ganas de girar a verlo...no podía hacerlo. Suspiró aliviada al sentirse seca y abrigada. Volvió hacia el fuego y vio que Paulo terminaba de colocarse la remera.

-Ven, vamos a comer un poco -le dijo él mientras se sentaba.

-No tengo hambre -dijo ella y se sentó a su lado.

Pero entonces su estómago gruñó. Paulo la miró divertido y le tendió un poco de pan.

-Mentirosa, tu panza está implorando por un poco de lo que sea.

Ella rio y tomó el pan. Volvieron a quedarse en silencio, comiendo despacio. El sonido de un rayo llegó a sus oídos y la luz se fue en un instante. Oriana buscó la mano de Paulo en la oscuridad, pero encontró que él se acercaba por detrás y la abrazaba, formando un refugio para ella con su cuerpo. Más tranquila se apoyó contra su pecho. Al parecer la luz se había cortado. Ella pensó en Agustin, sabía lo miedoso que era con la oscuridad. Entonces sintió que él tomaba una de sus manos y la elevaba un poco, ella miró sus manos unidas y observó sus diferencias. Su mano era el doble de la de ella, era fuerte y caliente. Paulo no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Ella tenía el anillo que él le había regalado antes de que se fuera. Con uno de sus dedos acarició la pequeña joya.

Mi SalvajeWhere stories live. Discover now