VI

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Capítulo 6:

Oscuridad


La calle Creow se llenó de gritos perturbadores y de humo. El cielo se despejó parcialmente y la luz de la luna proyectó unos rayos plateados tenues que le daban una imagen aún más escalofriante a la estrecha calle rodeada de altos edificios destruidos.

El grupo de civiles lumbianos se dispersó, y los gritos de pánico cesaron rápido, pero veía dos siluetas inertes sobre el cemento más adelante. Agudicé la vista y logré respirar cuando me aseguré de que ninguna de las siluetas era un niño.

—Nadie hable —ladró Zev en un susurro, el espía de Azgar.

No solo nos quedamos en silencio, sino que creo que nadie respiró tampoco. Por el humo provocado debido al tiroteo de los lumbianos contra sus civiles, no se lograba ver mucho más allá, por lo que no podíamos identificar a los tiradores, y ellos tampoco a nosotros. La cabeza me daba pálpitos y la sangre con adrenalina me quemaba.

Nadie se movió hasta que escuchamos unos pasos sigilosos acercándose. Inmediatamente, todos posicionaron sus armas cerca de sus caras, emitiendo tenues ruidos metálicos, listos para disparar.

—Apunta bien, Claire —me susurró Rayna al oído. Me sentí extraña porque ella me llamara por mi nombre.

Shira preparaba sus dos pistolas más atrás. Malek me cubrió más con su espalda, apuntando directo hacia la pantalla de humo frente a nosotros.

Tomé una respiración profunda, apoyando suavemente mi pómulo en el arma para apuntar bien. La imagen de Theo me invadió la mente en ese instante, y supe que, si él estuviese allí, conmigo, me sentiría mucho más segura, pero también sabía qué es lo que él me diría; que sea valiente y que proteja mi vida.

Hubo un nuevo silencio tenso. Los pasos dejaron de escucharse. Estábamos listos, en posiciones de ataque, menos Rayna, que no tenía ni un arma. Era mi trabajo protegerla.

La luna volvió a ser tapada por las gruesas nubes, y la oscuridad y el humo volvieron a reinar a nuestro alrededor.

Un láser rojo apareció a unos metros de nosotros, lo que ayudó a ver la dirección del enemigo. Apuntamos nuestras armas hacia el origen de esa luz, en un sonido metálico al unísono. El láser avanzó lentamente, buscándonos por la pared detrás de nosotros. Aguanté la respiración y noté que todos hicieron lo mismo. Y, justo un metro antes de que el láser cayera en Thomas, este aulló:

—¡Fuego!

—¡Fuego! —respondió el equipo y los disparos se desataron de ambos lados.

Mis dedos apretaron el gatillo una y otra vez sin que fuera totalmente consiente, y tampoco me di cuenta de que corría hasta que ya estaba a mitad de la calle. Para mi sorpresa, era Rayna quien me arrastraba. Estuve a punto de pegarle en el brazo para liberarme, pero me llevó detrás de las ruinas de un muro roto que nos servía de trinchera.

—¡A la izquierda! —rugió con la mitad de la cabeza escondida.

Seguí su orden y le disparé a un lumbiano que venía corriendo hacia nosotras, pero el disparo le llegó en el hombro y no fue suficiente para detenerlo.

—En el muslo, ¡dale en el muslo! —me apremió ella con urgencia.

Le hice caso y me demoré un poco en apuntar hacia su muslo. El lumbiano también nos disparaba, pero era difícil darnos en el blanco por la media muralla de roca que nos protegía. Cuando estuve segura de mi puntería, respiré profundo y disparé, derribándolo.

Princesa de sangreWhere stories live. Discover now