El cuarteto de la felicidad

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Los científicos llaman al amor un proceso químico que sucede en el cerebro, la forma que tienen de explicarlo para muchos es muy fría y poco romántica, pero a mí siempre me resulto fascinante. Nuestro cerebro libera endorfinas cuando nos enamoramos, así que podría considerarse al amor una droga y una muy adictiva. Las endorfinas aumentan los momentos de placeres de la vida, eso sucede en nuestro cerebro, no en el corazón. También liberarnos dopamina, norepinefrina y fenilalanina. Es un cuarteto de hormonas que nos hacen felices, que nos hacen sentir que flotamos y que podemos tocar el cielo con las manos. El amor nos droga y tal vez por eso no vemos a veces la realidad, nos cegamos por la felicidad que nos provocan las endorfinas.

Algunos dicen que nos enamoramos de golpe, otros que es como caer al vacío sin paracaídas, otros dicen que es como naufragar en un mar tranquilo. A mí siempre me pareció que enamorarse también es un proceso. Primero nos sentimos atraídos, algunos llaman a esa atracción amor a primera vista, yo no creo en eso. No te puedes enamorar de alguien que no conoces, solo te sientes atraído, es diferente. Segundo, la atracción pasa de ser física a ser una atracción emocional, creamos ideas y nos imaginamos un mundo feliz junto a esa persona, la idealizamos. Tercero, la atracción ya no es solo física y emocional, ya se ha creado un vínculo, algo que no se ve, pero se siente, es un vínculo especial. Pocos logran llegar a esta etapa, la mayoría solo se queda en la atracción física, los que llegan a la etapa dos se dan cuenta que idealizaron demasiado aquella persona y se alejan. Eso hizo Emmanuel, se alejó en la segunda etapa, jamás pudimos ni siquiera acercarnos a la tercera. La tercera etapa para nosotros fue solo un sueño. Ahora estoy en la primera etapa con Santiago, sé que ambos estamos en la misma etapa. Tal vez ambos logremos avanzar a la tercera, eso también es muy importante, avanzar juntos en las etapas. Hay veces en que solo uno logra avanzar y todo colapsa, es ahí cuando los corazones se rompen y las ilusiones acaban.

—No se puede forzar el amor. —me digo en voz alta. — Cada proceso en nuestro cerebro es fascinante, cada hormona tiene un trabajo y cuando lo cumplen, se apagan.

Cierro la puerta del estudio de Santiago con una sonrisa mientras escucho sus pisadas. Él golpea la puerta y me pide que abra.

—No, si quieres celeste, que te cueste.

Él no dice nada. Me giro para mirar su estudio. Es muy Santiago, todo está decorado en tonos cafés y blanco. Hay una pared entera llena de libros y una escalera de madera en forma de caracol que lleva a un segundo piso. El escritorio es de caoba, con adornos muy interesantes. Camino hasta el escritorio y paso mi mano por los filos de la madera y trato de reconocer los símbolos que están tallados, pero solo logro reconocer algunos. Hay una foto en su escritorio de él y su familia hace algunos años atrás. Me giro para seguir mirando y un enorme cuadro colgado en mitad de una de las paredes llama mi atención. Es una mujer hermosa, de unos veintitrés o veinticuatro años, su cabello es castaño y sus ojos oscuros.

Estoy tan concentrada mirando la foto que no me doy cuenta cuando la puerta se abre y Santiago entra.

—Es Rachel. —me dice Santiago.

Se para a mi lado y coloca sus manos en sus bolsillos. Observa a la mujer del cuadro con una sonrisa llena de recuerdos, pero puedo darme cuenta por su mirada que no todos son buenos.

—¿Tu ex?

Él mueve su cabeza.

—Una amiga, una muy buena amiga. Solo fuimos amigos, nada más que eso.


Habla de ella en el pasado, como si ya no fueran amigos.

—¿Tú querías algo más?

Él se ríe, pero no hay humor en su risa. Es una risa hueca.

—No importa mucho lo que yo quería.

—¿Cómo la conociste?

—La conocí en la Universidad, nos apoyamos mutuamente. Rachel, ella tenía problemas, pero siempre estuvo cuando la necesité y yo traté de hacer lo mismo.

La quiere mucho, ella es muy importante para él. Me doy cuenta por la forma con la que mira su retrato, por la dulzura en su voz al decir su nombre.

—Algún día te hablaré de ella, pero hoy no es ese día.

Lo miro por un momento antes de volver a mirar a la chica del cuadro. Tiene los ojos tristes a pesar que hay una media sonrisa en sus labios. Hay algo nostálgico en ella.

Las manos de Santiago se envuelven alrededor de mis muñecas como si fueran grilletes.

—Te atrapé. —me dice.

Le sonrió con cierta picardía mientras trato de soltarme de su agarre, pero él me sostiene las muñecas con firmeza.

—No te voy a soltar, Hope.

—Lo harás, eventualmente, no puedes retenerme por siempre.

—No, pero algo me dice que tú no quieres que te suelte.

Se acerca hacía mí, despacio, mira mis ojos en busca algo. ¿Qué busca? Sea lo que sea que estaba buscando en mi mirada parece encontrarlo porqué sonríe y finalmente me besa. Mi cerebro empieza a segregar dopamina mientras sus labios rozan los míos, mientras su mano se enreda en mi pelo y la otra mano recorre mi espalda hasta llegar a mi cintura y acercarme más a él.

La noche en que nos conocimos ✔Where stories live. Discover now