De acuerdo con nuestras fuentes consultadas, los primeros moradores que comenzaron a relatar que habían visto al Silbón se ubicaban en las llanuras de Guanarito, un poblado que pertenece al municipio del estado de la Portuguesa en tierras venezolanas.
La ubicación temporal de estos primeros relatos data de mediados del siglo XIX. Poco a poco estas historias se fueron difundiendo a otros sitios, hasta que llegaron a las poblaciones localizadas cerca de la capital.
Una primera versión asegura que cierta mañana, un muchacho vio que su padre estaba golpeando a su madre. En el momento en el que éste se dio cuenta que estaba siendo observado por su propio hijo, quiso justificar su conducta diciendo:
– Le pegué porque se lo merece, nunca hace las cosas bien.
Eso provocó que el muchacho se enojara muchísimo y comenzara a pelear con su padre. En su desesperación por defender a su madre, el chico cogió un palo del suelo y con este asfixió a su progenitor.
Mientras tanto el abuelo del adolescente, quien había escuchado todo pues se encontraba descansando recostado en la cama del cuarto contiguo, se levantó rápidamente y al ver lo ocurrido, maldijo a su propio nieto diciéndole que ningún hijo le puede arrebatar la vida a su padre.
Luego el anciano se puso en contacto con las autoridades locales, quienes apresaron al muchacho y le impusieron un fuerte castigo por los actos que había cometido. Fue amarrado a un poste y posteriormente azotado varias veces hasta que uno de los gendarmes decidió soltarlo.
Sin embargo, el abuelo que estaba viendo todo lo que acontecía acompañado de su can, le soltó la cadena al perro y le ordenó que lo persiguiera hasta matarlo.
Se dice entonces que el alma del joven se transformó en el Silbón y que el alma de aquel can lo continúa persiguiendo hasta que un día logre atraparlo.
A continuación, te ofrecemos otra de las leyendas venezolanas cortas que hablan sobre este mismo tema.
El Silbón fue un niño caprichoso al que sus padres cumplían cualquier deseo. Por ejemplo, un día sin motivo aparente, el chiquillo le dijo a su papá que tenía ganas de comer estofado de venado. De inmediato, el hombre salió de su casa con una escopeta y se fue al bosque a cazar a un ciervo.
El sujeto demoró mucho más de lo debido, dado que ese día no había venados en el bosque. Cuando por fin arribó de nuevo a su hogar, fue recibido por su primogénito quien le reprochó severamente el no haber cumplido con su capricho.
El padre trató de disculparse de mil maneras, pero el muchachito no quería escuchar razones. El niño aguardó hasta que su padre se fue a recostar a su recámara y una vez que se dio cuenta de que había entrado a la habitación, tomó la escopeta (que, dicho sea de paso, aún estaba cargada) y le disparó por la espalda.
Los disparos fueron escuchados por el abuelo del niño quien de inmediato le ordenó a su perro Tureco que persiguiera a su nieto hasta traerlo a su presencia. De alguna manera, el chico logró escapar hasta que murió y se transformó en un fantasma errante.
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Historias De Terror Psicológico
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