Magnetismo

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Erik Lehnsherr era su opuesto natural. Su contrario. Eran como dos lados de un imán. Eso fue lo que provocó que Charles se tirara al mar ese día. Podría haberse ahogado, pero ese magnetismo fue quien hizo que no lo pensara dos veces en salvar al hombre lleno de ira y rabia en el agua tratando de lograr su tan esperada venganza.

—No estás sólo.

Esas palabras las decía en serio. Nunca más iba a dejar que estuviera sólo. Nunca.

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La primera noche en la CIA, fue lo que hizo que naciera la amistad entre estos dos; cuando Charles lo aguardó afuera esperando a que escapara. Y ahí estaba, parado a unos metros de él. Mirándolo.

—¿Qué sabes sobre mi?

—Todo.

Pero eso no era verdad. Ese "todo" sólo era una súplica para que se quedara. Lo necesitaba. Quería ayudarlo. Por eso, Charles dio media vuelta para que tomara una decisión. Sabía que podía perderlo para siempre, pero confiaba en que tomaría la decisión correcta y se quedaría a su lado.

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Los días de entrenamiento en la mansión son los mejores días. Charles puede pasar el tiempo con Erik sin levantar sospechas del pequeño enamoramiento que había comenzado a crecer hacia él.

Cuando Charles le pide a Erik que mueva la antena no lo hace para desafiarlo, él sabía que podía, porque creía en él. Así que cuando entra en su mente para buscar su recuerdo más brillante, lo hace con delicadeza, casi con reverencia. Erik no sólo era ira y seriedad, su lado amable estaba junto al recuerdo de su difunta madre en esa cena a la luz de las velas.

—Hay mucho más en ti de lo que crees. No sólo dolor e ira. Hay amabilidad también, la sentí. —esas palabras hicieron reaccionar a Erik. Si Charles creía en él, entonces todo era posible.

Entre entrenamientos y jugadas de ajedrez nocturnas, Charles va cayendo en el encanto de Erik Lehnsherr poco a poco. No sabe si es su mente lo que lo atrae, o sólo es que el imán de sus corazones había comenzado a trabajar; le había abierto su corazón al alemán, esperando a que, cuando estuviera seguro, le abriría su corazón también para dejarlo entrar en su vida.

Charles quería que esos tiempos durarán para siempre. Que siguieran las jugadas de ajedrez nocturnas, las miradas furtivas que le lanzaba a Erik, pero están corriendo contra el tiempo. Esos días soleados se acaban, y no pueden hacer nada para recuperarlos.

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Cuando Erik consigue su tan esperada venganza y los misiles están flotando, detenidos por el alemán, sobre los mutantes, Charles espera que tome la decisión correcta una vez más; que deje vivir a los humanos y que se quede a su lado para abrir su tan esperada escuela para jóvenes talento. Pero, poco a poco, Erik comienza a girar los misiles para dirigirlos hacia los buques.

Él no puede dejar que esto ocurra, así que se lanza sobre el alemán y lo derriba haciendo que los dos caigan sobre la arena. Forcejean el uno con el otro, hasta que Erik lo golpea dejándolo tendido sobre la arena, volviendo con los misiles. En eso, la mujer humana que estaba con ellos, Moira, comienza a disparar en dirección a Erik (una acción inútil en el caso del alemán).

Una bala mal dirigida penetra en la columna de Charles, haciendo que este caiga a la arena con un insoportable dolor en su espina dorsal. Erik corre hasta él, sacando la bala de su columna.

Erik nunca quiso esto.

Charles Xavier había hecho que su helado corazón comenzara a latir de nuevo. Comenzara a latir por el estúpido telépata que creía en la igualdad mutante.

El hecho de que su querido Charles fuera lastimado por una humana hizo que se pusiera furioso. Estuvo a un segundo de matarla; sólo un movimiento de muñeca y listo, pero las súplicas de Charles hicieron que parara.

Los ojos del inglés se llenaron de lágrimas silenciosas mientras Erik daba su sermón sobre la superioridad mutante y como deberían estar juntos para que los mutantes sobrevivieran (sin embargo, no le dijo que necesitaba que estuviera a su lado, pero esperaba que lo supiera ya que se había fijado en como le lanzaba miradas furtivas durante esas cálidas tardes de verano).

Pero Charles tenía otras cosas en mente.

Él sabía que si se quedaba, tendrían disputas y sería peor para los dos. Tendría que reconfortarse con amarlo a la distancia, pero nunca imaginó que sería tan doloroso. Porque cuando se fue, llevándose a Raven con él, el dolor de su corazón fue más fuerte que el de su columna (aunque eso fuera prácticamente imposible).

La mitad de su corazón, la mitad de su alma, se había marchado desde aquella playa de Cuba. Todos sus sueños, su fe y su esperanza se habían desvanecido como lo había hecho ese maldito alemán que había robado su corazón.

Por eso, nunca volvió a enamorarse de nuevo. Nunca dejó entrar a alguien en su corazón, porque estaba incompleto.

Charles, aún, guardaba con aprecio aquel recuerdo que había encontrado en la mente de Erik, porque demostraba la confianza que se habían tenido en aquellos tiempos felices, donde las noches de ejedrez abundaban y las miradas llena de cariño eran recibidas con aprecio. Porque nunca dejó de amarlo. Y el sentimiento era mutuo.

MagnetismoWhere stories live. Discover now