✧・゚. En los brazos del destino・゚ ✧

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     La vi en el suelo, todo había sucedido demasiado rápido, mi cabeza me decía a gritos que debía hacer algo, la desesperación me golpeaba el pecho, pero ya era muy tarde y no podía ayudarle. Aún así, lo intentaba; sin embargo, todo parecía inútil.

     Se me ocurrió decirle que se tranquilizara, que iba a recuperarse y que ya no le iba a doler más. Mi deseo más grande era ser una zona de protección, brindarle apoyo. Pero, mi corazón me decía que no sería de ese modo y lo último que deseaba era lanzar una mentira... aunque de todos modos no pudiese escucharme.

     Tomé su mano, mi sueño siempre fue darle calor pero sabía que me resultaba imposible.

— No cierres los ojos —Soné más triste de lo planeaba—, quédate despierta.

     Ella pestañeaba con dificultad, el mar carmesí que salía de su cuerpo comenzaba a abandonarle las venas. Era hermosa y verla perder el color en sus mejillas y labios me partía en pedazos. ¿Ya no iba a poder verla sonreír de nuevo? Estaba muy pálida y me temía lo peor, grité y grité pero estaba seguro de que nadie podía oír algo, salvo Dios.

     Comencé a rezar mientras sentía como las gotas de lágrimas caían sobre mi rostro, sin avisarme, pesadas y frías. Jamás me había sentido de ese modo, tan impotente, tan débil y expuesto. Por primera vez deseé ser humano, tal vez así hubiese podido cargarla entre mis brazos y llevarla a un hospital o coger el teléfono y llamar a emergencias.

     La vida de un ángel guardián es difícil, te encariñas con la persona y generas un vínculo aunque te rechacen. Siempre quieres lo mejor para ellos, pero a veces no obedecen o simplemente se dejan llevar por pensamientos demasiado negativos. Así como en este caso.

—Tranquila—Susurré despacio—. ¿Ya no duele, cierto?

     Ella sonrió con debilidad, como si hubiese percibido mi voz, y tras eso, soltó un murmullo apenas audible.

—Lo siento, no quise hacer esto.

     Me dolía.

— Lo sé —contesté, intentando sonar convincente—, fue todo un mal momento.

     Acaricié su frente, sabía que pronto iba a tener que extender mis alas y regresar con el maestro, pero mientras su alma siguiera iluminando esos ojos no iba a dejarla ahí.

— Lo siento —Repetía llorando—, no quise llegar tan lejos.

     Sus latidos y su voz comenzaban a perder la batalla.

     Recordé todas las noches que se dormía llorando, mientras yo estaba a su lado susurrándole palabras positivas al oído; pero las voces de su cabeza eran más fuertes y pesadas. Nunca la dejaban tranquila, eran constantes y aunque ella intentara salir de la neblina siempre se perdía. Extendía su mano hacia el cielo y apretaba el aire, pedía ayuda con los ojos hinchados, yo quería estirar mi brazo y alcanzar su pequeña palma para que sintiera apoyo, cruzar nuestros dedos y decirle que fuera fuerte. Pero, no tenía permitido hacerlo, tenía que ser intangible.

     Ansiaba hacer caso omiso a las reglas aunque en el instante en que ese pensamiento cruzaba mi cabeza, conseguía el valor para erradicarlo casi por completo y seguir con mi trabajo. Le pedía al todo poderoso fuerza para cumplir la misión por la que fui creado.

     Lo que me aterraba era la frecuencia de ese pequeño pensamiento, una, otra vez e innumerables veces.

     Una noche, cuando a la pálida chica le dolía el corazón, hice lo más atrevido que había hecho jamás, comencé a cantarle bajito muy despacito temiendo desobedecer. Lo pude hacer sólo cuando estaba recostada en su cama peleando contra su mente, pensó que mi voz era un juego de su imaginación y dejó que las notas la llevaran a los brazos de Morfeo.

     Mientras recordaba, la chica había dejado de respirar de inmediato, sentí pena, quitarse la vida ahí sintiéndose sola, en el suelo helado de su habitación, llorando y pensando en cómo el dolor la abrazaba, sin calor humano y sin una voz que ella pudiese escuchar.

     Sin duda alguna era difícil, este trabajo era duro, pero al menos—aunque ella nunca se enteró— yo sabía que no estaba sola porque siempre le hice compañía.

     Respiré hondo, acaricié por última vez su rostro y, tras verla un rato más, regresé al paraíso.

—Hasta nunca, pequeña. 

 

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⏰ Last updated: Apr 14, 2019 ⏰

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Pequeñas Historias Tristes.Where stories live. Discover now