Capítulo XLIV

3.7K 778 133
                                    

Mercy

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Mercy


      —Quédate quieta, Mer —pide Letha mientras cambia las vendas de mi estómago—. Ya casi...

       Cierro los ojos completamente agotada. Me recuesto contra la pared del último vagón, el mismo donde pelearon con Edipo y el que está menos cargado de sangre y cuerpos ahora.

      —Listo —avisa bajándome la camiseta con cuidado—. Ahora será mejor que comas algo y te hidrates —aconseja tomando entre sus manos la pila de vendas usadas y húmedas.

       Se acerca a la compuerta abierta y las lanza, luego se limpia las manos en los jeans y se acerca a su hermano para ayudarlo a desinfectar unos cortes en su mano.

      Myko apesta en primeros auxilios.

      Miro cómo las tiras que una vez fueron blancas vuelan a lo lejos. Ha pasado alrededor de una hora y media desde que nos volvimos a poner en movimiento con Pablo de maquinista. Sus hombres —los que sobrevivieron— están en los otros vagones, limpiando, y nos han dejado este último solo para nosotros.

       —Hazme espacio, mueve el culo —ordena Nisha dejándose caer a mi lado con una lata de porotos abierta, acomodándose hasta que ambas estamos con las piernas estiradas—. Mano —exige a continuación, pero en cuanto vuelvo mi palma hacia ella hace un expresión de asco—. Mejor comemos de la lata —dice antes de llevársela a la boca y dejar caer un par de porotos dentro.

       Me la pasa mientras mastica y hago lo mismo.

      —Saben como... —comienzo.

      —Como la mierda —termina por mí.
Letha nos oye y nos lanza una mirada para hacernos callar, pero solo logra hacer que Nisha sonría con provocación y me dé un codazo, haciéndome reprimir una sonrisa.

      —A Clay siempre lo retabas por hablar mal de la comida enlatada —recuerda Myko—. Si supieras patearle el trasero a alguien, probablemente podrías haberle dado una lección.

       Su hermana deja caer alcohol por demás en una de sus heridas, haciéndolo chillar y dejándole saber que no necesita saber cómo pelear para dejarle una enseñanza a alguien.

       El silencio cae en el grupo cuando lo recordamos. Su muerte parece lejana la mayor parte del tiempo dado que siempre estamos haciendo algo, luchando contra algo, pero cuando hay algo de paz se acerca y cierne sobre todos. Nos falta tiempo para procesarlo, aún no lo hemos hecho, y creo que el dolor recién está empezando a emerger. No quiero imaginar cómo será cuando rescatemos a Enora y volvamos a lo que solíamos ser.

       —No es tu culpa —dice Nisha de repente.

        Giro el rostro para verla. Sorprendentemente no tiene el ceño fruncido, y sus ojos tempestosos son, como en rara vez, suaves. Se percibe su verdadero edad cuando no tiene la preocupación e irritabilidad confeccionando una máscara sobre su rostro.

Sin piedadWhere stories live. Discover now