Capítulo 12 (Sebastián)

709 29 2
                                    


Hoy ha sido un día muy largo, por lo menos logré que la Ratoncita me perdonara, sin embargo, también estuvo lleno de revelaciones, jamás imaginé que detrás de una cara tan dulce como la suya, se escondería tantas tragedias.

Solo de recordar la confesión que me hizo la Ratoncita la bilis me sube a la garganta. Ojalá tuviera a ese maldito delante de mí, acabaría con él con mis propias manos. Es una desgracia que este muerto, de haber tenido oportunidad, lo hubiera torturado hasta que se arrepintiera de sus actos. Ella dijo que ya no importaba, pero la venganza hubiera resultado satisfactoria, saber que no podré llevarla a cabo es frustrante.

Es de entenderse el que me vomitara encima, seguramente la hice revivir muchos recuerdos desagradables, sé muy bien sobre eso.

En verdad puedo ser un cabrón total, sin embargo, jamás me metería con una niña pequeña. Esa es una de las muchas reglas que mi padre me enseñó. "Jamás nos metemos con niños", parece que lo escucho. Qué irónico resulta pensar que no pudo ser fiel a esa regla tratándose de mí; dedicó parte de su vida a lastimarme de diferentes maneras. ¡Déjalo ya Sebastián!

Ahora lo importante es pensar que haré con la chica. No quiero que me tenga miedo, quiero que confíe en mí, sé que será difícil de lograrlo, pero no descansaré hasta que sea posible.

La iré guiando poco a poco, la ayudaré a que explore y conozca por completo el camino a su sexualidad sin llegar a forzarla. Todo irá lentamente. Puedo ser un hombre paciente si me lo propongo.

Por el momento tengo algo muy importante que hacer.

Marco el teléfono de Leonardo, tengo varias llamadas perdidas, es de esperarse. Regularmente, le consigo a las chicas que necesitan sin demora y en esta ocasión he tardado.

Me contesta al segundo timbrazo.

—¡Sebastián! ¿Dónde estabas, hombre?

Como siempre parece eufórico. De seguro debe estar en su club nocturno, la música a penas me deja escucharlo.

—Estuve ocupado con algunos asuntos —le contesto secamente para que capte la seriedad de la llamada

—Ya veo... —Se queda en silencio—, ¿Has tenido muchos problemas con la mercancía?

Reprimo las ganas de contradecirlo, detesto que las llame "mercancía", sé que eso me convierte en un hipócrita, pero no puedo evitarlo.

—Algo así —le respondo tajante.

—¿Qué pasó?

Parece sorprendido

—No podré hacerte la entrega, las cosas están tensas, no quiero traer a la policía pisándome los talones, nunca ha pasado y no pretendo que sea la primera vez.

—Lo entiendo, tú y tu padre han sido siempre muy responsables. Al no tener noticias tuyas imaginé que se trataba de algo serio.

—Así es, tenía una chica en la mira, pero el plan se fue a la mierda. Cuando las cosas estén calmadas, regresaré a nuestro objetivo —mi tono es molesto, casi me lo creo.

—Descuida Sebastián, entiendo lo ocurrido, son gajes del oficio, ¿no?, —responde en plan bromista, casi puedo oler su aliento aguardentoso.

—Sabes que si estuviera en mis manos te ayudaría —respondo evadiendo su intento de bromear.

—Tranquilo, el cliente puede esperar, tomémonos un descanso

Ahora parece apenado, me encanta provocar esa reacción. Se lo merece.

—Si existe cualquier cambio te aviso —me despido.

—Por cierto, a ver cuándo vienes a beber una copa, ¡ya sabes que la casa invita!

La algarabía del ambiente en que se encuentra es más que evidente.

—Claro, uno de estos días Leo, por ahora tengo que cortar. Estamos en contacto.

—Sí, cuídate, hombre.

Antes de acostarme decido echar un último vistazo a la Ratoncita. La descubro completamente dormida, su pecho subiendo y bajando en total calma. El camisón le ha quedado perfecto, "la última vez que lo uso alguien fue mi madre", omito la idea concentrando mi atención a una mucho menos dolorosa, pero, en cambio, muy atractiva. "Ahora si la Ratoncita es oficialmente para mí"

Solo de pensarlo una sonrisa se escapa de mi rostro, ¿Qué me está pasando? Debe ser lo inesperado de la situación.

EstocolmoWhere stories live. Discover now