Predicción

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El futuro está escrito...con lápiz, y cada uno tiene su goma.
- Daniel Alejandro.

20 años antes de la Guerra Santa
Caminaba pesadamente, con la mirada llena de hastío. No pudo reprimir un gesto de fastidio al entrar en el amplio templo. "¡Qué aburrimiento! ¿Por qué debo hacerlo yo?", pensó con pereza. - Hola, pitonisas, lamento interrumpir, pero me enviaron por el Oráculo- habló la jovencita de ojos dorados-rojizos. - Diosa Hebe- dijo una jovencísima pitonisa de rubia cabellera, dedicándole una reverencia a la de cabellos castaños- Me temo que deberá esperar unos minutos, ahora estamos formulándole una profecía a los futuros Santos de Athena. La diosa fijó su mirada de oro rojo en dos niños pequeños, ambos de cabellos azules y ojos índigos, uno moreno y otro de piel pálida, pero exactamente iguales entre sí. - ¿Son gemelos?- inquirió Hebe con curiosidad. - Así es- afirmó la pitonisa- Son los gemelos destinados a teñirse con su propia sangre, matarse entre sí e ignorar sus lazos, particularmente ese- señaló al niño de piel morena-; es la estrella de la desgracia. La diosa escuchó consternada estas predicciones; contrario al resto de los dioses, ella era muy compasiva y apreciaba a los humanos, por lo que sus ojos se posaron en aquellos pequeños rostros, tan inocentes y hermosos. Viendo al chiquillo de piel blanca abrazar tan protectoramente a su hermano, pensó que era imposible que semejante profecía se cumpliera. Deseaba que no fuera así, y sintió compasión por los chiquillos, quienes se veían muy asustados. Queriendo aplacar de algún modo sus temores, una dulce melodía salió de los labios de Hebe, quien esperaba que su Cosmos la llevara a los oídos de esos niños.
La luna besa la noche
y vela por tus sueños diciéndote:
"No temas a la oscuridad.
Siempre estaré protegiéndote."

En las afueras del templo...
- Hermano, ¿escuchaste eso?- inquirió el chiquillo moreno. - ¿Qué cosa, Deuteros?- preguntó curioso el otro niño. - Una voz preciosa, un canto- dijo el menor con ensoñación. - ¡Vamos! Tienes tanto miedo que alucinas- bromeó su gemelo. - ¡No es eso! ¡Oí a una mujer cantando, lo juro!- exclamó Deuteros, inflando los cachetitos con enojo. - Me estás tomando el pelo, yo no oí nada- refutó su hermano, rascándose la cabeza. - Pues estarás sordo, Aspros- contraatacó Deuteros, haciendo un gesto de enojo.

Observándolos y escuchándolos desde el interior del templo, Hebe casi se derrite. - ¡Awww, son tan tiernos!- pensó en voz alta. Mas, al obtener el oráculo, tuvo que regresar a su hogar. "Buh... Otra vez al aburrido Olimpo", pensó con hastío, y se volvió para ver por última vez a los gemelos. "Volveré a verlos... Aspros y Deuteros".

Tiempo después...
Luego de concluir sus deberes en los templos y preparando la cena de los dioses, Hebe no tenía otra ocupación, por lo que se aburría. - ¡Ya sé! Iré a la fuente de Iris- se le ocurrió- Allí podré ver a esos encantadores gemelos- dio unos saltitos- Me pregunto qué estarán haciendo. Se dirigió al lugar mencionado, una fuente artísticamente tallada en mármol blanco, cuyas mágicas aguas multicolores eran usadas por la mensajera de los dioses para observar el mundo humano y saber hacia donde dirigirse cuando debía llevar alguna encomienda. Hebe contempló con asombro que, al parecer, ya habían transcurrido años desde que los conoció, pues se veían más grandes, aunque aún eran niños. En efecto, habían pasado cuatro años, que para Hebe habían sido breves instantes, pues para los dioses inmortales el tiempo transcurre de manera muy diferente a la de los simples mortales. Sin embargo, a la diosa no le causó gran impresión esto, sino la terrible escena que le tocó presenciar: unos hombres con apariencia de soldados azotaban sin piedad al menor de los gemelos, cuyo rostro estaba cubierto en parte por una fea máscara de cuero. - ¡Qué bárbaros!- exclamó indignada- ¡Son unos salvajes! ¡Debo intervenir! Se dispuso a bajar a la Tierra, pero una mano fría le sujetó bruscamente la muñeca. - ¿Qué crees que haces, Hebe?- preguntó la gélida voz de una mujer, provocando que Hebe tratara de soltarse de su agarre. - ¡Suéltame, Enio!- gritó, forcejeando- ¡Lo van a matar! - ¿Por qué te preocupas por un sucio humano?- inquirió la mujer de cabello negro igual que sus ojos opacos y apagados, piel sin color como la de un cadáver y rostro inexpresivo. - ¡No es de tu incumbencia, Destructora de Ciudades!- bufó la inquieta diosa, devolviendo su mirada preocupada a las transparentes aguas. - Sí es de mi incumbencia, querías violar las reglas, no puedes descender a la Tierra sin el debido permiso- habló rápidamente la mujer de túnicas color sangre, pero Hebe no le prestó atención. Pronto, su mirada se tranquilizó y una sonrisa asomó en su hermoso rostro al ver que Aspros había salvado a su hermano, dando una gran muestra de amor fraternal. Enio la miró como si fuera un bicho raro y se retiró, dejando a una Hebe preocupada por las heridas de Deuteros. - Le cantaré como lo hice aquel día- se dijo a sí misma con tristeza- Perdóname, Deuteros, no puedo hacer nada más.
Mi corazón te cobijará.
Seré tu refugio en la tempestad.
No temas, te voy a cuidar.
Solo acepta mis sentimientos y déjate amar.

Mientras, en el Santuario de Athena en la Tierra...
- Hermano, he vuelto a escuchar esa voz- dijo Deuteros, mientras su gemelo le curaba las heridas. - ¿Sigues con eso?- inquirió Aspros incrédulo, vendándole el hombro rasgado a su hermano- Acabaré por pensar que estás loco. - ¡No lo estoy!- replicó Deuteros molesto- Esa voz es maravillosa, me tranquiliza, me da fuerzas y esperanzas... - Tu mente te juega una mala pasada- le interrumpió Aspros, frunciendo el ceño-, y la paliza te puso peor. - ¡Pues no me creas!- gritó Deuteros, ya furioso- ¡Auch!- se quejó, haciendo un gesto de dolor. - ¿Lo ves? Mejor descansa- dijo Aspros, obligando al menor a recostarse en la cama. Luego de que Aspros se fuese a descansar, Deuteros continuó escuchando el suave y misterioso canto, que lo envolvió como un abrazo cálido, alivió su dolor físico y mental y lo hizo dormir profundamente, con una sonrisa en el rostro...

Multimedia: Aspros y Deuteros en aquella época.

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