Capítulo 05

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"¿Estás bien, Bren...?" Resonó en su cabeza junto al estrepitoso ruido de un tren en marcha, despertando exaltado, con el corazón acelerado, nervioso, temblando al ver el cielo azul que en su desorientación y pánico confundió con aquellos ojos que alguna vez lo miraron con preocupación antes de ser arrollado en las vías, los mismos que lo observaba de un modo siniestro mientras le desfiguraba. Se volteó para quedar de lateral y se abrazó a si mismo, quedando así por un tiempo indeterminado, ignorando si algún transeúnte se giraba descarado a contemplar su retorcida figura en el suelo del parque. Se sumergió en las profundidades mas oscuras de sus recuerdos, reviviendo la época donde vivió en un infierno del que no podía escapar, donde el demonio encargado de atormentar su cuerpo y mente era aquel en el que siempre había confiado, su amigo, la única persona que seguía a su lado, y todo aquello resultó ser una mentira, mera ilusión que había creado para que nunca imaginase sus verdaderas intenciones. Era por ello que nunca había sospechado la gran verdad; siempre había estado solo y desprotegido, la poca felicidad que obtuvo fue un espejismo, estigmatizado a la miseria de su alma desde que nació. Siempre sería el rechazado, a quienes todos mirarían con desprecio y asco como si fuera un charco de lodo que se interpone en sus lustrosos calzados. Recordaba el momento que despertó en el hospital, tan solo había agentes que lo interrogaban sin un ápice de tacto, deseando información sobre su captor y donde tenía oculto los cadáveres de sus víctimas. Él también había sido una, aun así lo seguían tratando como a un sospechoso, no era un misterio, sabía que habían visto las últimas grabaciones, le habían visto a él, también a Haiden, como en su último aliento lo llamó como si de algún modo pudiese salvarlo, pero no pudo. Quizás aquellos hombres eran sus compañeros, y lo culpaban a él por su muerte, a fin de cuentas, era la persona mas cercana al verdugo de alguien que apreciaban, y siendo aun tan cercano, fue incapaz de darse cuenta siguiera de que convivió junto a un monstruo. A menudo se sentía inútil, un completo fracasado que jamás pudo hacer algo bueno, quien se buscó todo lo que le había pasado, de que todos se alejasen de su lado pues había sido un completo idiota incapaz de valorar lo que tenía incluso cuando lo había perdido todo. Temía recordar su nombre, temblaba al recordar su voz y el pánico lo envolvía al recordar su rostro; aun así, al fin era consciente de lo injusto, lo mezquino que había sido, no con el monstruo, si no cuando tan solo era aquel enfermero de buenas intenciones que todos querían. Jugando con sus sentimientos como quería para obtener beneficio, convenciéndose a si mismo de que no hacía nada malo, que ambos salían ganando, pero en el fondo sabía que se había portado de la peor manera, descargando toda su frustración en él, pensando que jamás tomaría represalias por ello, porque tenía todo el derecho a portarse como quisiera, escudándose en su propia miseria, pero no debería haber sido así, debía aprender de sus anteriores experiencias y haber sido mejor de lo que todos esperaban de él, lo cual era nada. Y si, ese ser no merecía lástima o compasión alguna, seguramente una fuerza divina lo castigaba con tener que aguantar a un tipo que lo trataba horrible y se aprovechaba de él, llevándolo muchas veces al límite, quizás el karma fue quien se encargó de ello, no lo sabía, no obstante, una pregunta que se cuestionaba a si mismo surgía sin poder evitarlo "Si con la persona mas cercana como había sido el rubio fue tan mezquino ¿Como debió ser realmente con los demás?". No era que de la noche a la mañana comenzara a pensar de ese modo, pero a pesar de tener un techo donde dormir, seguía siendo unas ruinas, y las noches de invierno eran frías, el aire surcaba gélido por sus fosas nasales y se calaba en los huesos, a veces una manta recia no era suficiente y necesitaba pasar horas enteras temblando hasta que por fin entraba en calor lo suficiente para poder conciliar el sueño, dando pie a tener mucho tiempo para pensar. Había sido un año duro, de hecho, agotador en muchos sentidos, se notaba desgastado mentalmente, de hecho, recordaba en sus inicios en la calle, cuando pensaba que no había esperanza, viendo la imposibilidad de caer mas hondo en el lodo, sin nada, todo le fue arrebatado y negado; hogar, dinero, seres queridos, dignidad, felicidad, el amor, salud. Tan solo le quedaba una cosa, su propia vida, llegando a contemplar que esta no valía nada; Nadie le esperaba, nadie lo notaría, no existía quien derramara una lágrima por él porque tan solo era nada. Aquella sensación lo asfixiaba, oprimía su pecho como si una lanza lo atravesase y se ensañara con su maltrecho corazón, porque los sentimientos también duelen hasta el punto de ser insoportable, incluso teniendo que soportar maltrato físico no era capaz de minimizar aquella sensación angustiante, atrapando sus sentidos y su perspectiva de la realidad. Llegó un punto en el que una idea cruzó en su mente en la soledad de su cama, escapar de aquella prisión a la que se había atrevido alguna vez llamar vida, pensando que sería lo mejor para todos, contemplando aquella soga improvisada con su propia ropa, con las manos temblorosas se la acercó a la cabeza, derramando lo que él creería que era sus últimas lágrimas, entonces, surgió de nuevo, aquella visión, aquel rostro con los ojos del cielo, mirándolo, dedicándole la pregunta que una y otra vez se repetía en su cabeza incluso en sueños "¿Estás bien, Bren...?". Viendo con claridad por primera vez en mucho tiempo, pero a su vez llorando como no lo había hecho en mucho tiempo, como un niño que se ha perdido y piensa que no volverá a ver a su madre ni a su padre. Quizás personas cercanas al edificio lo escucharían, le daba igual, necesitaba hacerlo, sacando con desprecio la soga de su cuello, desplomándose en el suelo, con los brazos extendidos a los lados como si estuviera crucificado, con el rostro compungido, brillando por las lágrimas, decidió cerrar los parpados y quedarse sumido en aquel momento que podría ser visto como una revelación. —Él está muerto, no yo— Susurrando tan bajo que ni él parecía consciente de que sus labios lo decían y no se había quedado en su cabeza. Podría haber muerto en tantas ocasiones, sin embargo, fue quien sobrevivió. Debía ser fuerte, no le quedaba nadie, nada, tan siquiera un punto de apoyo, por lo que debía ser él mismo el bastón que lo ayudara a mantenerse en pié y caminar.

Feeding Lamb [Precuela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora