VI

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Natalia pensaba que se ahogaba.

Cruzó la calle corriendo casi sin mirar, aspirando oxígeno a bocanadas ahogadas con la esperanza de poder retener algo de aire en sus pulmones. Correr tan deprisa durante tanto tiempo no podía ser bueno, pero tenía que darse prisa. Necesitaba darse prisa.

La llamada de Alba le había sorprendido. Aunque hablaban mucho, no solían llamarse. Pensó que sería para quedar más tarde y la saludó efusiva, sin embargo lo que escuchó al otro lado del teléfono fue un amasijo de palabras indescifrables y respiraciones entrecortadas. 

Un ataque de ansiedad. Está teniendo un ataque de ansiedad. 

Le pidió que respirase con ella, trató de hablarle y de escucharle pero fue incapaz de conseguir que Alba dejase de llorar. Se puso la chaqueta y las zapatillas a la velocidad de la luz y salió por la puerta con las llaves en la mano, corriendo como nunca había corrido en su vida.

Corriendo para ir a buscarla.

En menos de cinco minutos, Natalia alcanzó el portal de Alba y entró detrás de una señora que, convenientemente, pasaba la compra al interior. Llamó al ascensor recuperando el aliento y apareció en casa de Alba en un segundo.

La puerta estaba abierta, tal y como Natalia le había pedido. Entró ahogada y siendo golpeada por un ambiente tan cargado de tristeza como agotador.

Alba estaba en el sillón, sentada. Tenía la cabeza escondida entre las piernas y respiraba con dificultad. Natalia avanzó despacio hacia ella, cerrando la puerta y abriendo las ventanas del salón para airear la estancia y liberar el dolor insoportable.

– Ya estoy aquí, cielo. – Susurró, arrodillándose frente a ella y acariciando su mano suavemente, como si fuese porcelana agrietada a punto de quebrarse. – ¿Puedes oírme? Respira conmigo.

Alba levantó la cabeza de sus piernas y asintió. Natalia la cogió de las manos y tomó una respiración profunda, incitándola a seguirla, en silencio.

Al cabo de unas cuantas respiraciones, Alba cerró los ojos y se dejó caer sobre el pecho de la morena, que seguía arrodillada en el suelo frente a ella. Natalia la abrazó con cuidado y la meció en sus brazos, limpiando los restos de sus lágrimas.

– Perdón... No sabía a quién llamar. – Murmuró la rubia contra su cuello.

– Puedes llamarme siempre que lo necesites, ¿vale? Para esto y para lo que sea.

Alba asintió y se acurrucó más contra los brazos de la morena.

Mi sitio seguro.




Natalia removió el Nesquik con calma y le entregó la taza templada a Alba, que tenía la mirada puesta en algún punto fijo del suelo mientras jugueteaba a arrancar pelusas invisibles de sus calcetines de pelito. Cogió la bebida caliente sin levantar la cabeza y susurró un gracias suave.

– ¿Te encuentras mejor?

Alba asintió, suspirando.

– Más tranquila. – Puntualizó.

– ¿Quieres hablar sobre lo que ha pasado? – Tanteó Natalia, acariciándole el pelo y retirando las sombras de dolor metalizado que se ceñían sobre ella.

– Discutí con María, creo. Ella discutió con Marta... No sé. No lo sé.

– Está bien. – Susurró Natalia. – No pasa nada.

Alba se dejó caer sobre ella y tomó aire despacio. No sabía cuánto de lo que había pasado podía contarle. ¿Le decía que María le había destrozado el corazón a Marta o eso debía contárselo la propia Marta? ¿Le decía que María había culpado a Alba de lo que había ocurrido? ¿Le decía que la rubia estaba encerrada en su habitación, ignorando el ataque que acababa de tener? ¿O lo peor de todo, que tenía razón? ¿Que todo era, realmente, por su culpa?

timeskip (fic abandonado)Where stories live. Discover now