Capitulo 15-Morgue Terrenal

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El Rey y el médico hablaban entre ellos, miré hacia arriba, el cuarto de Loy tenía un vitral en el techo, eran unos colibríes revoloteando a un lado de un gran árbol, frondoso y verde, se veía joven y transmitía un sentimiento de paz como si todo lo que importara dentro de la habitación fuese aquello con su serenidad y júbilo a la vez, alrededor del gran árbol se veían diversos tonos de azul, se iban oscureciendo conforme se acercaban al árbol... Volví a mirar abajo, volteé mi cara hacia Loy y la apoyé a un lado de su mentón, su fragancia iba disminuyendo poco a poco, noté que mis lagrimas se precipitaban hacia su ropa así que las sequé con mucho cuidado, como si tuviera miedo de perturbar el descanso del cuerpo a un lado de mi, iba a extrañar la viveza y astucia de Loy, iba a extrañar cada parte de él, jamás podría llenar ese vacío que había dejado al irse de este mundo... nuestro mundo.

Tiempo después el padre de Loy me pidió que me separara de él para que pudieran llevar a prepararlo pues sería mejor hacer la ceremonia para sepultarlo lo más pronto posible puesto que no sabíamos en qué momento algún grupo en contra del sistema monárquico de Argelia se enterará de que el príncipe había vuelto y la casa reinante estaba de Luto, me separé de él con mucha calma, sin embargo dentro de mi ser mi corazón estaba dando sus últimos latidos, todo mi sistema parecía romperse, sentía como si del viento se tratara, roto por el sonido incesante de una bala que corta el aire, sentía como mi mundo completo se venía abajo, y había sido mi culpa...
Un hombre que trabajaba para la familia reinante me llevó hacia lo que sería mi habitación, estaba en la misma ala del palacio que la de Loy, sin embargo no se encontraba lo suficientemente cerca de la de él como para sentir su pena, al menos tomaba unos 5 minutos caminar de su habitación a la mía, pues también era una de las principales y era tan ostentosa como la del príncipe mismo.
La puerta de la recámara era alta, sin embargo esta vez era de un tono de madera mucho más claro que todas las que había visto en Argelia, tenía tallados algunos dibujos de flores esbeltas y largas, más parecidas a enredaderas de las cuales afloraban pétalos  con diferentes patrones dentro de las mismas, al centro de la puerta había un árbol similar al del cuarto de Eloysius y dentro de su copa se leía una leyenda en latín que decía lo siguiente: Omne initium habet finem
En el momento no pude entender lo que decía, podía suponer el significado de algunas palabras pues mi español me lo permitía, a pesar de ello me era imposible leerlo completamente.
El hombre que me acompañaba abrió las puertas que me encontraba observando cuidadosamente para mostrarme el interior de una habitación color crema en su parte superior y color palo de rosa en su inferior, en la división entre estos dos colores se encontraban las mismas flores que había observado segundos antes en la entrada a mi recámara como si marcara un inicio interminable alrededor de la misma, al centro había una cama que resaltaba en la habitación pues era lo más oscuro que se percibía en el paisaje, tenía un color que se asemejaba a la uva utilizada para el vino sin embargo daba una sensación de ser más claro de lo que era para la visión real humana.
El hombre me pidió seguirlo hacia un pequeño vestíbulo en mi habitación, me atrevo a decir pequeño pues era de menor dimensión que lo demás en la habitación sin embargo seguía siendo de un tamaño exuberante, el hombre me mostró la vestimenta que había dentro del mismo, era excéntrico y daba un aire barroco, sin embargo hubo una prenda que me llamó la atención porque a diferencia de todo lo demás que había visto en el castillo, era simple y bello, alejándose de la extravagancia pero cerca de la elegancia, era un vestido color blanco con una franja rosa claro y una flor de cristal a un costado, eso era todo, y aún así me seguía pareciendo lo más hermoso que había visto en toda la casa Real.
El hombre que venía conmigo interrumpió mis pensamientos  y me pidió utilizara alguna prenda negra que encontrara en mi vestidor y que en veintiún minutos bajara al recibidor pues se realizaría la ceremonia de despedida al príncipe Eloysius, asentí con la cabeza y el hombre salió de mi habitación.
Recorrí el vestidor sintiendo las diferentes texturas de los vestidos que había dentro de él, algunos eran suaves y otros más rugosos, me decidí por un vestido negro con un floreado que iba desde el cuello hasta el final del vestido, lo acomodé en mi, me quedaba a la perfección, como si todos hubieran conocido sobre mi llegada previo a la misma.
Tras recogerme el pelo de la mejor manera posible puesto que jamás aprendí a peinarlo correctamente me lavé  un poco la cara y me rocié un poco de algo que creí perfume y que a final de cuentas olía bien, me miré al espejo, hace tiempo no veía mi rostro, me veía mucho más esbelta que antes, mis ojos ya no resplandecían como antes, ésta vez eran opacos y no veía vida en ellos, mi tez era más clara de lo que recordaba, no podía reconocer a quien veía en el espejo, mi cabello seguía teniendo un bello color, creo que era lo único que resaltaba en mi, lo único que conservaba su viveza y audacia en mi cuerpo, lo demás tan solo era un fósil de lo que fue.
Iba a comenzar a llorar, sin embargo decidí no hacerlo y dejar de mirarme, pues lo que veía no me gustaba, me senté en lo que sería mi cama y miré al techo, también había un vitral en él, esta vez los colores eran mucho más claros, varias tonalidades de rosa, se mostraba la silueta de un rosal y unas cuantas aves, al centro resaltaba una rosa sobre las otras, era imponente pero simple a la vez, no tenia porque resaltar, era una rosa más, pero aún así lo hacía y me llamaba mucho la atención, comencé a pensar mientras la miraba.
Devany había muerto para protegerme... logró su sueño, pero murió en el intento, jamás volvería a ver a mi chica de la Luna más que en mis sueños, Richard, el hombre bondadoso que nos recibió en su casa cuando más lo necesitábamos había volado fuera de esta realidad por salvarme de una explosión, ya no se encontraba aquí por mi, y Loy, el gran príncipe de Archobarzan, mi hermano, la persona que me sacó de un infierno y me dio fuerzas para poder seguir, ese humano, ese hombre tan bueno, había ido a un lugar totalmente lejano y distante por un error mío... un silenciador, una conducta totalmente errónea, algo que pudo haber sido previsto, solo por ello, había terminado en la morgue... y jamás lo volvería a ver.
Jamás en mi vida los vería de nuevo, a ninguno de los tres, tres rosas en un rosal perdidos en lo incierto del tiempo y el espacio, flotando en una dimensión desconocida, lejos de mi, lejos de la Tierra , lejos de sus sueños y hogar, y todo por tres errores míos, todo por tres veces en que no me pude proteger yo sola, simplemente fui un error para su destino, una incorrección, una falta para ellos, tres personas tan buenas.
Solo terminé con ellos después de todo lo que hicieron por mi, y ahí estaba yo, en un palacio de cristal, en una vida "perfecta" con cada detalle pulido, cada sin querer planeado, "disfruta de la vida" mi chica de la Luna decía, pero en realidad esa no era la vida que yo merecía y jamás podría merecer, fui yo quien los mató uno a uno, gota por gota, muerte por muerte, persona por persona y lo único que me quedaba era ver la Luna con esperanza... estaba en la zona de paz... sola.
Mientras pensaba todo esto alguien tocó mi puerta, me acerque a ella y la abrí, era el hombre que me había mostrado por primera vez la eternidad en la que viviría, me pidió que me apresurara pues estaban por comenzar la ceremonia, le di las gracias, él hizo una reverencia y pronunció las siguientes palabras:
"Si princesa, a sus órdenes"
Cerró la puerta y simplemente vacilé unos segundos mientras dentro de mi cabeza resonaban su última palabra, princesa, ¿Estaba echa yo para ser una princesa?
¿En estos días solo había logrado la muerte de mi hermano y me conmemoraban como princesa?
Respire hondo y salí de mi habitación, caminé y llegué a las escaleras que derivaban en el vestíbulo del palacio, al pie de las escaleras se encontraba el hombre de hace un momento sosteniendo en un cojín rojo cuál sangre y sobre él yacía una tiara muy fina con una rosa color crema en el centro.
Cuando llegué hasta él hizo una reverencia nuevamente y posó la tiara sobre mi peinado, alzó la voz y anunció:
Samara de Genrika y Archobarzane Princesa de Argelia Oriental, todos voltearon hacia mi y regresaron a sus fúnebres vidas.
Caminé hacia abajo y me senté en una de las sillas del frente a un lado del Rey puesto que me lo indicó desde lejos, un hombre comenzó a dar la ceremonia en un lenguaje que no entendía, ahora sé que hablaba en Árabe, idioma oficial de Argelia, además de ello la "misa" era muy distinta a las que yo solía asistir con mi familia, y todo lo que realizaban era sumamente diferente que lo que yo solía hacer, posteriormente entendí que esto era porque en Argelia se profesaba una religión distinta a la mía, mientras yo era judía (si, en España, todos son católicos o cristianos, yo era judía) ellos profesaban la religión de Alá, la musulmana, en fin, eso por detallar la ceremonia.
Terminó todo esto y el Rey y yo nos acercamos a el baúl de cristal donde yacía el cuerpo de Loy, aún no podía creer lo que estaba viendo, mi hermano dentro de una caja de vidrio a punto de ser sepultado... mi único familiar había muerto, ya no me quedaba nada, era lo último que tenía en mi vida y se había ido por siempre, algunos hombres fornidos tomaron la caja y la llevaron hasta un área del gran jardín del palacio donde ya había un hoyo del tamaño y la forma exacta del ataúd de Loy, lo introdujeron ahí y empezaron a cerrar el hueco.
Los invitados (que por cierto eran pocos) comenzaron a irse uno por uno hasta que quedamos tan solo el Rey y yo frente a la penumbra de Eloysius.
-"Me parece que siempre un buen chico fue", dijo el Rey, "Siento mucho si mi hablar no es correcto Sam, hablo Español pero mi lengua original es el Árabe, el idioma que hablamos aquí, si te parece bien me gustaría adoptarte como princesa de Argelia Oriental, Eloysius me lo pidió antes de fallecer."
Permanecí totalmente en silencio y algunos minutos después el Rey insistió:
-"Eloysius, en el tiempo que lo conocí siempre fue un chico muy bondadoso, no me extraña que la haya traído hasta aquí con él para que cuidásemos de usted a pesar de que ya casi sea mayor y pueda decidir lo qué quiera hacer con sus días, sin embargo aquí le ofrecemos cuidados de todo tipo y jamás le faltará nada, educación, alimentación, un hogar, lujos y cuidados. Además de todo ello, Eloysius fue quien pidió acatar esta orden, dígame usted ¿estaría de acuerdo en cumplir la voluntad del príncipe?
Asentí con la cabeza, ¿cómo no aceptar aquello si fue lo último que dijo Eloysius con sus últimos suspiros ? El Rey hizo un gesto afirmativo y se retiró, me quedé un rato más frente a lo que quedaba de mi Loy, pobrecillo, la luz de Luna lo guiaría hacia su destino, se conformaría como uno con el espacio, un diamante girando por los aires, revoloteando felíz, sin preocupación alguna, siendo tan solo lo que quería ser, viajaría por el extenso espacio, por el inmenso universo, mi Loy había sido disparado hacia el cielo transformado en una de esas luces que iluminan la noche junto con mi hermosa Luna, mi Loy sería el Sol, siempre brillante, nuestra estrella más próxima,aquella que nos acompaña en la lucha y que descansa mientras nosotros lo hacemos, oh brillante Sol, dale un poco de tu belleza a mi Loy y déjalo destellar en ti, ambos danzarían alrededor de la Tierra misma, iluminarían los días, le darían brillo a la luna, le darían vida a la Tierra... como Loy lo hizo conmigo.
Vociferé en voz alta:
-"¡Oh! ¡Mi hermano! ¡Oh! ¡Mi Loy! La desdicha a tu cuerpo ha llegado hoy, ya no estás aquí, te has ido con tu nobleza a acompañar en su camino al Sol, siempre estarás con él y ambos cuidarán de la Tierra como grandes guerreros que son,
¡Mi Loy! Te amo, jamás olvidaré que mi hermano fuiste, que me curaste cuando era imposible, que me salvaste de tantas posibilidades de morir, y en una de esas tu vida has perdido por mi... Y aunque la Esmeralda de la vida haya salido de tu cuerpo y huido al espacio, debo decirte que lo que más viveza en este mundo me ha dado fuiste tú, tú y tus bellos cuidados, tú y tus chistes malos, tú y toda la hermosura que en tu piel se concentraba, ese calor que me ayudaba a dormir durante las noches, esa vida que me transferías sin saber que la sacabas de ti mismo. ¡Mi Loy! ¡Siento no haberte protegido!
Con estas palabras cayeron unas cuantas lágrimas en lo que quedaba de la Tierra que se había utilizado para cubrir a mi Loy , me levanté con mucho cuidado, y regresé a mi habitación, lo único que logré hacer fue abalanzarme ante mi cama y mirar al techo, nuevamente veía ese vitral de un Rosal, y antes de darme cuenta ya estaba en la tierra de los sueños.

A mi chica de la Luna: Omne initium habet finemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora