Capítulo VII

92 9 1
                                    

Lady Massey, aceptando el rechazo de Lethbridge con considerable ecuanimidad, no tuvo dificultad en interpretar su último discurso críptico. Su furia momentánea dio lugar de inmediato a una diversión algo cínica. No podía decirse que ella perteneciera a la clase de gente que planearía la deshonra de una mujer solo por el deseo personal de vengarse del marido, pero era capaz de apreciar la sofisticación de ese esquema, mientras que lo deliberado de todo ello la entretenía, aunque era bastante desagradable.

Había algo infernal en todo eso, y lo que siempre la había atraído en Lethbridge era el diablo que había en él. No obstante, si Horatia hubiera sido la mujer de otro que no fuese Rule, hubiera considerado vergonzoso dejarse arrastrar ni siquiera pasivamente a semejante engaño inhumano. Pero lady Massey, quien antes de conocer a Horatia se había preparado para aceptar lo inevitable, había cambiado de idea. Se preciaba de conocer a Rule, ¿y quién, conociéndole, pensaría ni por un momento que esta unión podía terminar en algo que no fuese un desastre? Él se había casado buscando un heredero y una graciosa castellana. Indudablemente, no los alborotos y salidas que eran inevitables dondequiera que fuese Horatia.

Una cosa que él le había dicho una vez, permanecía en su memoria de manera insistente. Su esposa debía ocuparse de él... solo de él. En ese momento, ella había captado una mirada de acero, implacable por lo inesperada.

Pese a su flexibilidad, Rule no iba a ser un marido complaciente, y si este matrimonio sin amor iba mal... bueno, el divorcio no era tan raro en estos días. Una vez libre de su tempestuosa esposa, con sus ligerezas poco femeninas y excesos en el juego, él se volvería con alivio hacia una que no hiciera escenas y fuera una experta en complacer a un hombre.

De modo que a lady Massey le venía muy bien permitir que Lethbridge llevara adelante su farsa. No quería desempeñar en ella papel alguno. Después de todo, era un asunto desagradable, y las provocativas palabras que había dirigido a Horatia habían sido producto de una malicia momentánea. Mas que de un intento deliberado por arrojarla en los brazos de Lethbridge. Sin embargo, cuando una semana después se encontró junto a Horatia en Vauxhall Gardens y vio a Lethbridge contestar solo con un gesto de la mano a las señales que le hacía una belleza rubia desde uno de los palcos, no pudo resistir el impulso de decir:

—¡Ay, pobre María! ¡Qué tarea poco fructífera la de intentar esclavizar a Robert Lethbridge! ¡Cómo si no hubiésemos probado todas... y fracasado!

Horatia no dijo nada, pero siguió con los ojos a Lethbridge con mirada especulativa.

No eran necesarias las palabras de lady Massey para aguijonear su interés. Lethbridge, con sus ojos de halcón y su aire desenvuelto, la había atraído desde el comienzo, porque estaba ya algo aburrida de la adulación de los galanes más jóvenes. Era un hombre mundano y, para hacerlo aún más fascinante, se decía que era peligroso. En el primer encuentro, él había parecido admirarla. Si en el segundo hubiera manifestado más claramente su admiración, su encanto hubiera disminuido. Pero no lo hizo. Dejó pasar la mitad de la noche antes de aproximarse a ella, y cuando lo hizo, intercambiaron las cortesías más banales y se retiró. Se encontraron en la mesa de juego de la señora Delaney. Él tenía la banca en el faraón y ella ganó contra la banca. Él la felicitó, pero siempre con ese tono burlón, como si se negara a tomarla en serio. Sin embargo, dos días más tarde, cuando ella fue al parque con la señora Maulfrey y él pasó a su lado a caballo, se detuvo, se levantó ligeramente de la silla y fue hacia ella, conduciendo su montura y caminando a su lado una considerable distancia, como si estuviera encantado de haberla encontrado.

—¡Vaya, niña! —gritó la señora Maulfrey, cuando él se hubo retirado por fin— es mejor que tengas cuidado... ¡es un calavera temible, querida! ¡Te ruego que no te enamores de él!

Matrimonio de convenienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora