HOMBRE, CANDIDATO, PRESIDENTE

5.6K 385 15
                                    



―Respira, Carter... respira ―me ordené a mí mismo soltando un suspiro y reclinándome sobre la silla más importante del país.

Lidiar con la señorita Edwards a primera hora del día resultaba agotador. Mi padre hablaba maravillas de ella, lo que ahora me parecía evidente porque ambos son igual de cabeza cuadrada. Ella y su ex jefe eran tal para cual.

La chica era bonita, pero endiabladamente disciplinada para mi gusto.

Grace, en cambio, me pareció de lo más atractiva.

Loca, desenfrenada y divertida. Justo mi tipo de chica.

Tendría que encontrar el momento adecuado para entablar alguna relación más cercana con mi nueva chef, porque estaba seguro de que no se negaría a pasar una "entretenida" noche conmigo por ningún posible motivo.

"Concéntrate, Carter" Pensé obligándome a enfocar mis energías en salir con vida de este lugar. Grace Jones puede esperar. No mucho, pero puede esperar.

Firmé unos cuantos de los memos que Amelia me había dado y aunque un presidente responsable al menos se hubiese tomado la molestia de leerlos para asegurarse de no estar iniciando una guerra nuclear o la tercera guerra mundial, yo no era precisamente un ejemplo de responsabilidad.

¡Por Dios! ¡Ni siquiera sé cómo mierda llegué a este lugar!

Ok, debo confesar que mentía y también exageraba.

Sabía perfectamente como había llegado a ser el hombre más poderoso sobre la faz de la tierra. ¿Cómo podría ocurrirte algo así y no saber cómo? ¡Imposible! El asunto es que llegar aquí, nunca fue una aspiración para mí. Ni en un millón de años hubiese creído que el Salón Oval sería mi despacho o la Casa Blanca mi nueva residencia.

Todo había comenzado poco más de un año antes de la elección.

Mi padre estaba en su trabajo soñado –sí, este que creerán que acabo de robarle–, desenvolviéndose a la perfección como el honorable presidente número cuarenta y seis de los Estados Unidos de Norteamérica.

Luego de tres periodos como senador, al parecer el Capitolio se le hizo pequeño y la Casa Blanca se volvió un paso prácticamente natural que el inconmensurable afecto de la gente le obligó a dar. Aunque él tampoco se negó. Contrario a lo que todos piensan, Christopher McKellen no es la excepción cuando de gusto por el poder se trata.

¡En fin! Retomemos donde lo dejé. 

Mi padre disfrutaba de cada ápice de lo que significaba ser presidente y estaba pensando de manera más que entusiasta en su reelección cuando su cuerpo le advirtió con un par de infartos, que no estaba ni tan joven, ni tan sano como él pensaba.

Frente a eso y a la posibilidad de perder el tan preciado "don del poder" de sus manos, pero especialmente de las manos de sus secuaces... digo, de su partido político, fue realmente imperioso encontrar una solución.

Hasta el día de hoy me pregunto: ¿Qué hizo que las brillantes mentes pensantes de los demócratas se fijaran en mí y creyeran que el hijo "pesadilla" del amable presidente McKellen, podría dar el ancho ante tamaña responsabilidad? ¡No eran tan brillantes como creían! ¡Eso seguro!

―No, no y no ―repetía ante la más loca de las ideas que había escuchado en mi vida al menos hasta ese momento, porque luego vendrían unas cuantas más.

―Carter, te necesitamos ―insistía Charlie, el más idiota de los cómplices de mi padre, tratando de sonar como un maldito anuncio para enlistaste en el ejército.

MR. PRESIDENT - Trilogía Cómplices I [TERMINADA]Where stories live. Discover now