― Ambos somos parecidos, tal vez aún no lo notes.
― No lo somos, jamás ataría a alguien por obligación a mi lado.
― Obviamente nunca has amado a alguien.
― Está claro que tú tampoco...
Chase Anderson había visto hombres apuestos en su vida, de hecho...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Chase se encontraba feliz. Solo Dios sabía cuánto.
Después de tortuosos días y noches, volvería a ver a su amor. Sus dedos picaban de tan solo imaginarse rozar la nívea piel. Sus labios punzaban, anhelando chocar con esa boca carnosa que lo llenaba de placer y jamás lo dejaba satisfecho.
Sacudió su cabeza varias veces, tratando de que la imagen impúdica de Lautaro lo abandonara, mientras se arreglaba el nudo de la corbata. Había reservado el vuelo con tanta antelación como había podido, siempre aferrándose a un calendario, a la espera de que el día llegara. Todo estaba en orden. Podía marcharse tranquilo y continuar todas sus actividades vía web el tiempo que fuera necesario.
Dos meses habían pasado, dos malditos meses que lo habían desgarrado con su pasar lento y sumido en una agonía infinita. Ya nada de eso importaba. La espera valdría la pena, tenía absoluta certeza de ello.
El celular vibró varias veces hasta que por fin Chase lo buscó entre la ropa desperdigada en la cama. Estaba sorprendido al ver el número y el nombre en la pantalla.
—¿Nacho?
—¡¿Chase?!
El grito de dolor del muchacho lo atravesó como una daga en el pecho, haciéndolo querer morir allí mismo.
—Ignacio, habla, por favor. ¿Qué mierda pasa?
El chico casi sin poder controlar los sollozos lanzó la peor noticia.
—Lautaro está... Los médicos dicen que no sobrevivirá. Fue Melisa. Ella trató de matarlo.
Chase cerró sus ojos y los abrió varias veces. Trataba de despertar. Sí, era una pesadilla. Eso era... Eso debía ser.
***
—Kyle, yo te amo.
—No, Chase, no me amas. El día que lo hagas te darás cuenta de que esto parece cruel, pero en realidad es lo correcto. No puedo vivir una mentira. Encontrarás a la persona que necesitas, la que amas, la que te adore y te haga respirar solo por ella, y ese día me agradecerás que me haya ido de tu lado.
Chase no lloraba, eso era imposible, sobre todo cuando ya no hay lágrimas en tu cuerpo.
El avión saldría en cinco minutos. El castaño en ese momento hubiera querido ser Dios y tener el don de la omnipresencia para estar al lado de su amado y no esperando que el maldito avión despegara. Una mano apretó su hombro y lo hizo voltear.
—Aquí estás.
El tono calmo del muchacho en contraposición con la actitud desenfrenada de Chase.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Soy tu amigo, no voy a abandonarte. Me necesitas más que nunca.
