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El viento soplando con algo de fuerza logró que el cabello de la fémina se alborotara quien suspiró con molestia y agarró su cabello rápidamente para evitar que alguna basura se quedará en él. Recargó su cuerpo en la pared y cerró los ojos mientras escuchaba una canción a lo lejos, pasó una hora afuera de aquel lugar y podía sentir su nariz cada vez más fría.
Un pequeño suspiro salió de entre sus labios, se levantó de donde estaba y abrió la puerta del lugar, a medida que se adentraba podía observar los cuadros que adornaban el sitio, aún que ninguno llamó su atención tanto como el que se encontraba al final del pasillo dentro de una de las oficinas.
— ¿Qué te parece? —preguntaron a su lado, la muchacha de cabellos castaños se sobresaltó ante la repentina voz a su lado.
— Es bonito.
— ¿Solo bonito?
— Es mucho más que bonito. —murmuró— Me recuerda a...
— ¿A qué? —preguntó y Zoella por inercia llevó su mano a su cuello donde se topó con un vacío, negó con la cabeza.
— Disney, ¿Ha visto la bella durmiente?
La mujer río. — Es mi favorita, ¿cómo te llamas?
— Zoella.
— Un placer conocerte, soy Kathleen. —sonrió— ¿Qué te traía por aquí?
— Yo... Quería entregar unos bocetos, pero la mujer de la recepción me dijo que el tiempo de postulación ya había cerrado y tendría que esperar hasta septiembre, pero...
— Piensas entrar al conservatorio. —aseguró la mujer y ella movió su cabeza en un símbolo de negación dejando anonadada a la pelirroja frente a ella.
— En realidad mi madre quiere que vaya a Princeton, sinceramente no sé porque intento esto si mi destino es ir a Princeton a una aburrida carrera que me llevará a una oficina.
— Quizás puedas hacer ambas cosas, al final la decisión sigue siendo tuya. —sonrió— Marcia es muy estricta, pero si vienes mañana a eso de las cuatro podré ayudarte
— ¿Habla en serio? —la mujer asintió. Zoella sonrió con emoción y asintió mientras las palabras de agradecimiento salían de su boca, la pelirroja que se había presentado como Kathleen rio al ver a la menor salir emocionada de aquel lugar, regresó la mirada al cuadro que adornaban su oficina y sonrió ante la emoción que la adolescente desprendía.
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Zoella dejó el bolso en el enorme sofá y sonrió aún emocionada por todo lo que pasó, se sacó la bufanda de su cuello, pero antes de lanzarla junto a su bolso escuchó los gritos de su hermana viniendo del estudio de su madre, por lo que dejando todo lo que estaba haciendo se encaminó hacia aquel lugar topándose con su hermana a medio camino.
