Capitulo 29

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—Tenemos un cóctel esta noche

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—Tenemos un cóctel esta noche. —Se entró un pedazo de carne a la boca.

—Vaya. A penas llevas unas cuantas horas aquí y ya te invitan a las fiestas. Debiste caerles muy bien.

—Estoy supliendo a Max, seguro la invitación iba para él. Iran muchos de mis amigos.

—Tus amigos los ricos. —Me reí.

—Hablas como si tu no fueras rica.

—No lo soy, lo son mis padres. —Me levanté de sus piernas. —Creo que te dejaré para que continúes con lo que estás haciendo. —Fruncí el ceño cuando su secretaria entró con un ramos de rosas blancas y rojas.

—Quería pedirte formalmente que me acompañes al cóctel de esta noche. Pero lamentablemente los planes de llevarte a comer y pedírtelo allá se fueron al caño cuando el encargado de las finanzas sólo podía verme a la hora de comer. —Le hizo una señal a la secretaría para que le entregara las rosas. —¿Me acompañas esta noche? —Colocó el ramo frente a mis ojos. Sonreí encantada.

—Sería un placer. —Agarre el ramo sonriendo como boba.

Me despedí con un fugaz beso, ya que a Matías lo esperaban en la sala de reuniones. Davin estaba esperándome en el auto, me sonrió al ver el ramo de rosas, yo creo que a él le emociona mucho que Matías y yo por fin estemos juntos. Puso el auto en marcha y empezó hablar, algo que yo ni siquiera escuchaba, la felicidad que traigo encima no me deja escuchar nada de lo que pasa a mi alrededor.

—Esto es un sueño hecho realidad. —Sonreí grandemente contemplando las hermosas rosas que tengo en mis manos. —Siempre soñé con que Matías me regalara rosas y con ser su novia y ahora lo tengo, tengo todo lo que llevaba años añorando.

—¿En serio, Kristin? —Me mira serio. —Mientras yo te hablo tu andas en Belen con los pastores. —Tiré unas cuantas carcajadas ante su comentario. Él siempre logra sacarme una sonrisa con las cosas que dice.

—Estoy feliz. —Eche la cabeza para atrás para admirar el hermoso color gris que tiene mi auto. No me había dado cuenta de lo hermoso que se ve el techo de mi auto, hasta hoy. —Sin embargo, siento que algo va a pasar, siento que al igual que la última vez que me sentía así de feliz, algo va a suceder para que esa felicidad se esfume.

—Deja de ser tan negativa. Yo creo que todos los seres humanos tenemos a alguien que es quien nos va a complementar y estoy seguro de que Matías es tu complemento. —Lo mire con una sonrisa.

—Tienes razón. Tengo que dejar de pensar tanto y vivir el momento.

—Eso es. —Me sonrió con ternura. —Entonces. ¿A la casa?

—No, tengo que comprar un vestido y arreglarme el pelo, Matías me invitó a un cóctel.

—Gracias a Dios que tienes un amigo con buen ojo para la moda. —Me guiño un ojo y volvió la vista al frente.

—Lástima que no eres gay. —Traté de sonar natural.

—¿Disculpa? —Entrecerró los ojos dando golpecitos en el volante. Ya me entra la ansiedad.

—Que no eres gay. Ya sabes, los gays tienen mejor ojo para la ropa.

—En realidad, todos los hombres tenemos buen ojo para la ropa.

—Pero más los gays. —Me reí con malicia. Solo quiero hacerlo enojar un poco. Pero no lo logré. Él siempre se toma las cosas con calma, siempre esta sereno.

Frente al espejo de los vestidores de la tienda, miraba como me quedaba el vestido que elegí. Es negro de tirantes, tiene una división de color blanco que rodea toda la parte central del vestido. Me paré frente q Davin y di una pequeña vuelta para que viera todo el vestido.

—Pensé que era una fiesta, pero al parecer, es un funeral. —Me mira con desaprobación.

Respirando profundo y pensando en cosas buenas para no mandarle todos lo demonios detrás, me puse el otro vestido que había escogido. Este es azul cielo con un lazo en medio de color rojo claro. Me pareció muy bonito y viéndome en el espejo, estoy segura de que a Davin le va a encantar. Salí con una sonrisa gigantesca, esperando ansiosa su respuesta.

—Tienes los mimos gustos de mi abuela. —Canturreó mirándome. —¿Cuantas años es que tienes?

Me senté en el sofá de espera, yo tengo buen gusto para vestir, siempre me lo han dicho, pero los vestidos que de verdad me gustaron son demasiados inapropiados, además nunca he ido a una fiesta de oficina, así que quiero verme sensual pero reservada.

—Entonces busca tu un vestido. —Me crece de brazos, dando a entender que no me movería de ahí. Sonrió satisfecho y se me perdió de vista. Frente a mi extendió un vestido rojo vino, descotado.

Entre al vestidor y me lo puse. Me sentí satisfecha al verlo, es cierto que tiene buen gusto para la ropa. El vestido es pegado de la cintura y luego suelto, como el de una princesa, solo que este es corto, me llega un poco más arriba de las rodillas.

Davin había quedado satisfecho con como me había quedado el vestido, en el salón de belleza, hizo que me hicieran un moño, porque según él, si llevaba el pelo suelto me vería demasiado cargada. Tuvimos una ligera pelea porque quería que me quitara la cadenita de Julian, decía que eso también me hacía ver muy cargada, me rogó que me la quitara solo por esta ocasión, pero me negué rotundamente, así que tuve que decirle que la cadena era de Julian, solo así me dejó tranquila.

Matías se quedó boquiabierto cuando me vió, hasta dijo que prefería que nos quedáramos en casa para que solo él pudiera verme. No estuvo muy de acuerdo con que Davin se quedará conmigo, así que él también se quedará, solo por unos días, dijo.

En el evento todo el mundo iban muy bien vestidos, los hombres con sus trajes, las mujeres con sus vestidos, algunos iban en parejas y otros solos. Matías se veía espectacular, a él los trajes le sientan increíblemente bien, yo también quería que nos quedáramos en la casa, para poder contemplarlo, verlo sin camisa para ver su fornido pecho. Me desmayó, literal.

A Matías lo había saludado un montón de gente desconocida para mí, pero me ha desconcertado la forma en la que a tratado a alguna de las chicas que se han tomado la molestia de saludarlo, él a mi siempre me trataba con desinterés, pero a ellas las mira y les habla como si sintiera repulsión. Así que aquí me encuentro yo, sentada en la mesa que nos designaron, cruzada de brazos con cara de velorio, mientras él habla muy a gusto con uno de sus amigos los idiotas, creo que supo elegir bien sus amistades, se complementan entre ellos.

—¿Por qué tienes esa cara? ¿Que pasa?

—¿No te da vergüenza? —Lo miré enojada. Él echó un vistazo a las demás personas que estaban en nuestra mesa y les sonrió avergonzado. Me hizo señas para que me levantara y me guío hasta un pasillo solitario.

—¿Que de estás hablando? —Me miró confundido.

—Habló de como has tratado a las mujeres. ¿Que te cuesta hablarles con amabilidad? —Respiró con pesadez.

—A ver Kristin, yo vine a este lugar a tratar de conocer a los trabajadores e inversionistas de la empresa de Max, no a tratar de ser amable o de llevarme bien con esas mujeres que lo único que han querido desde que me conocen es tratar de acostarse conmigo.

Lo miré incrédula. —Sabía que eras un idiota, pero nunca pensé que tanto.

—Kristin.

—No Matías. —Negué con la cabeza enojada. —Las mujeres te ven y hacen cualquier cosa por una simple mirada tuya. Dios te dió una belleza única, pero también te dió otras cosas que hacen que tu belleza sea irrelevante. Tratas a las mujeres como si fuesen basura y yo no quiero estar con una persona así.

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Srta. Queen Where stories live. Discover now