Deuda de Sangre «South Park» [Pike]

Orgulloso Amor

Sábanas color carmesí. Un brazo rodeando su cintura y una mano metiéndose entre sus piernas. Garras clavadas en su muslo. Un cuerpo que él provee calor apretado contra su espalda. Algo duro oprimiéndose contra su trasero. Sus ojos se abren, detestando como su pulso reacciona. Odiando su cuerpo por sucumbir y que fuese tan obvio. No puede controlar sus caderas empujándose hacia atrás, sus muslos creando fricción, llamando por atención y la manera en que su rostro se gira para exponer partes de su piel. Los labios de Mike besando su hombro, las manos guiando su cuerpo y él dejándose hacer sin intercambiar palabra. Sus rodillas sobre el colchón, su rostro enterrado en la almohada. Sábanas color carmesí entre sus labios, mordiendo los hilos costosos para contener el aliento. Sus caderas levantadas, sus manos enterradas por debajo de la almohada. Y el cuerpo de Mike posicionándose detrás de él, firme y fuerte porque él se lo permite. Manos grandes tocándolo, haciéndolo templar y maldecir. Labios entregados que rompen su orgullo hasta hacerlo rogar, volviéndolo un cuerpo húmedo y palpitante. Dedos expertos poniéndolo al borde. Terminando mucho antes de comenzar. Pero así es Mike, le derrite la mente siempre que puede. Fuego entrando, frotando, estimulando, haciéndolo trizas, rompiéndolo constantemente. Sus gritos llenando la habitación, llamando a su torturador como si se tratase del amante más adorado. Lo odia. Y se odia a si mismo por mirarlo sobre el hombro y embriagarse con la vista de un vampiro. Un demonio estilizado y hermoso, un rostro perfecto y facciones embriagadoras. Lo odia. Pero se arquea para él, expone su cuello, es un maldito adicto a una droga deliciosa y la recibe en éxtasis.

Una mordida.

Una que lo lleva a la cúspide de todos sus sentidos y al borde mismo de la locura. Mike bebe de su placer, lo mezcla con el propio con un vínculo empático. Todo su cuerpo tiembla, se presiona contra el doloroso placer y se derrumba sobre la cama. Sábanas de color carmesí húmedas por su explosión y se lamenta dolorosamente mientras Mike termina en su sensible piel.

Todo su cuerpo duele y apenas ha despertado. Sus caderas están adormecidas y se deja limpiar. El vampiro esta como nuevo, con más energía que antes. Lo besa y murmura su nombre. Lo trata como si fuesen amados y lo odia por eso. Lo odia por haberlo metido en ese teatrillo. La noche a iniciado y él solo quiere dormir un poco más, pero implicaría admitirse que se ha sumergido en ese placer que solo es un aperitivo. Un bocado simple y delicioso que pone de buen humor a Mike. Pero sabe que habrá más, que nunca es suficiente con una sola vez. A veces Mike no parece un vampiro, sino un íncubo.

Su enemigo es veloz en arreglarse, en moverse por la habitación y contestar el celular. Él se mueve con pereza, se dirige hacia el baño para darse una ducha y mira el espíritu de una mujer observarlo con dureza. Por culpa de esa expresión es que no le dirige su atención y finge que no la reconoce ahí, merodeando la guarida de los vampiros. Pero puede calcular por la ropa que ella debió vivir en el siglo XVI y no está feliz de ver a un vampiro y un humano intimar.

Él tampoco lo está, si es que sirve de consuelo.

El reflejo en el espejo lo fastidia. Ya tiene más de treinta años, pero no los aparenta. Al ser la fuente de alimentación constante de Mike, su cuerpo se mantiene rejuvenecido para generar la mejor calidad de sangre. Nada es a niveles sobrenaturales, pero definitivamente podría parecer un estudiante de universidad. No un adulto que debería tener su vida resuelta. Y en parte la tiene, pero no de forma convencional.

Eso lo hace sonreír. Porque no tiene de otra que burlarse de si mismo.

Esa es su vida y la odia. Pero no la cambiaría por nada.

El reflejo frente a él le indica que debe volver a pintarse el cabello, ya puede ver las raíces negras. Tal vez en esa ocasión se pinte solo un mechón. Para ese día escoge lentillas negras, porque sabe que Mike prefiere que use las verdes. El maquillaje oculta las ojeras que tiene; aunque no está cansado, parecen una marca permanente, como un recordatorio que él es humano y no debería estar despierto toda la noche. Pero lo está. Todo su horario ha cambiado para un nuevo ritmo de vida.