✤ Persecutor ✤
"El resentimiento, es algo que el corazón humano no puede soportar, mucho menos si es por tanto tiempo".
Una vez que termino de ducharse, salió de la tina y se miró en el espejo; sus cabellos claros caían a través de todo su rostro, cubriéndole prácticamente la mayoría de la frente, hizo a un lado algunos mechones y se acercó a su reflejo; ya no era la misma persona de hace un par de años, y a sus veintiséis sentía que ya había envejecido más rápido que los demás. Sus ojos estaban marcados por unas delgadas líneas de venas rojas; llevaba varias semanas sin poder dormir, las bolsas y las ojeras debajo de ellos eran la prueba y aunque intentaba ocultarlo con maquillaje, casi siempre eran visibles.
Cabeceó, sus ojos estaban a punto de cerrarse.
Su cuerpo al igual que su mente ya no podían tolerarlo, sin embargo, se obligó a resistir.
Se recargó en el lavabo a penas y con fuerzas, luego, respiró profundo.
Tenía que aguantar solo una noche, una noche más y eso sería todo. Tenía que resistir un par de horas y si todo salía como lo tenía planeado, todo volvería a la normalidad. Por fin descansaría. Por fin todo sería igual que antes o al menos sería similar. Ya no tendría ninguna clase de preocupaciones. Su corazón y su cabeza por fin estarían tranquilos. Sonrió para sus adentros y se mojó la cara con agua fría, posteriormente, caminó hacia su habitación, cogió el teléfono e hizo una llamada.
Pronto, alguien le contestó.
—Sí, ya todo está listo. En cuanto des la orden nosotros lo haremos.
—De acuerdo.
Una amplia sonrisa se marcó más profundamente sobre sus labios.
—Entonces te daré la dirección.
Al terminar la llamada marcó un nuevo número, lo había estado intentando durante toda la tarde después de que regresara del cementerio, pero al igual que antes nadie le contestó. Espero unos momentos más y volvió a intentarlo de nuevo, aunque la situación fue la misma. No había habido ningún cambio. Se quejó, maldiciendo una y otra vez a la respuesta automática que surgía después de sonar un par de veces.
—Maldición. ¡Maldición! ¡¡Maldición!!
Eso era lo que se repetía constantemente mientras intercalaba mensajes y llamadas cada cinco minutos.
¿Por qué diablos no le contestaba? ¿Qué era lo que estaba haciendo?
Anteriormente, Lara nunca tardaba mucho en contestar, pero esta vez ya se había retrasado. Sin esperar a más, fue hacia su computador y abrió una aplicación de rastreo, introdujo la dirección de correo electrónico de Lara y espero por su localización. No tardó mucho en encontrarla, y no había sido nada difícil saber sus datos personales con los cuales rastrearla, prácticamente tenía acceso a todo tipo de información sobre ella. La conocía bastante bien y quizá mejor que nadie. A diario la miraba en la empresa o en el café de la esquina, conocía sus rutinas, su itinerario, las cosas que hacía e incluso lo que comía.
Su obsesión enfermiza y sus deseos de venganza habían aparecido a las pocas semanas luego de la muerte de Amelia y talvez, solo talvez aquella situación había sido el punto clave para desatar su locura.
Hizo sus manos puño.
Ahora entendía por qué ella no le había contestado durante toda la tarde. Lara había estado demasiado "ocupada" en el departamento de Edward. Sus ojos se entornaron con odio. El coraje hizo que le hirviera la sangre en las venas y unas cuantas lágrimas brotaran de sus ojos. Se limpió con fuerza y sin pensar en nada más que en su venganza salió de su departamento.
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Cruzando barreras
RomanceCon una nueva vida por delante, Edward Palmer se ha dedicado por dos años a conseguir el amor de Lara, aunque él no es el único que la desea. Su hermano, Leonard, se ha dado cuenta de que también tiene sentimientos por ella. Ambos hombres lucharán...