Priscilla y Ceniza

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La noche era fría, la nieve caía y en la torre una chica con cola esponjosa yacía.

– La noche no cambia y aún tengo hambre... – dijo ella mientras veía los copos de nieve caer.

De un momento a otro se puso en alerta, se levantó de donde estaba y tomó su enorme hoz, algo estaba subiendo a su torre y ella por un segundo estaba en posición de defensa, pero después de unos segundos supo que se trataba de alguien familiar.

– ¿eres tú guerrero de ceniza? – preguntó.

Detrás del muro de niebla apareció el caballero con la armadura de élite, la chica al verlo dejó salir un suspiro, dejó su hoz a un lado y se acercó al caballero.

Detrás del muro de niebla apareció el caballero con la armadura de élite, la chica al verlo dejó salir un suspiro, dejó su hoz a un lado y se acercó al caballero

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– así que has vuelto una vez más... ¿a que se debe esta segunda visita caballero de ceniza? –.

De su espalda el caballero sacó una espada, Priscilla se exaltó y se quedó confundida por un momento.

– ¿vino a atacarme? – pensó.

La hoz estaba a su espalda, pero un movimiento en falso y sería su fin, por suerte esto no era la situación, el caballero de su maleta sacó unos pedazos de carne y madera, hizo una pequeña montaña y con la flama de piromancia encendió fuego para asar la carne, Priscilla se calmó al verlo cocinar y usar la espada para partir la carne en pedazos, aún desconfiada ella retrocedió para estar cerca de su arma.

– ¿por qué habrá venido de nuevo? – pensaba.

Pasaron los minutos y la carne ya se estaba asando, el olor era delicioso y ella moría de hambre, volteó a ver al caballero y este se había quitado el casco, Priscilla no había visto la cara de un humano desde hace siglos y parecía estar interesada en ese guerrero, una brisa pasó por su vestimenta haciendo que le diera frío en sus pies descalzos, ella temblaba un poco, volvió a voltear al guerrero y este parecía estar cálido junto al fuego, el caballero masticaba la carne que tenía y Priscilla al oler ese exquisito aroma su estómago rugió.

– ¿será que se vino a burlar de mi? – pensó.

Ella se dio la vuelta para ver la luna tratando de no darle importancia a lo que hacía el caballero, pero era inevitable, él hambre y el frío hacían que ella no pudiera pensar en otra cosa más que en esa carne y el fuego.

– n-no aguantó más... – pensaba mientras se le hacía agua la boca – l-le pediré un poco de... –.

En eso un plato fue dejado al lado suyo, era un gran trozo de carne, no lo suficiente para una gigante como ella, pero si para que calmara un poco su hambre, la dragona tomó la carne y la mastico, en aquel bocado ella pudo sentir el agradable sabor de algo caliente, se sonrojó y abrazó su esponjosa cola.

– por padre... esto es delicioso... – pensaba con alegría y euforia.

Volteo a ver al guerrero y este estaba sonriéndole, ella sin dar crédito y sonrojada solo se limitó a sonreír un poco.

– ¿por qué un humano haría esto? – se preguntó ella.

El guerrero le chifló y le dio la señal de acercarse, ella se sorprendió al ver este gesto y lo primero que pensó fue "¿q-qué rayos?" El guerrero le volvió a hacer el gesto de que se acercara.

– ¿está hablando en serio? –.

El frío y ese olor hicieron que no le quedara de otra y se acercó tímidamente con la cola envolviendo su cuerpo.

– ceniza... ¿a que se debe este gesto? –.

El guerrero no contestó y le ofreció más carne, Priscilla aceptó con nervios el segundo plato de carne y se lo llevó a la boca, se sentó alrededor del fuego y acercó sus pies para calentarse, ella por primera vez en siglos había sentido algo que nunca pensó que sentiría, eso era humildad, ella jamás había sentido ese sentimiento, ella solo fue puesta en ese mundo sin duda alguna, sin recibir explicación alguna, sin poder sentir el calor y compañía de alguien.

– G-Gracias... ceniza... – dijo sonrojada.

Su estómago aún rugía, ella aún sentía hambre, con pena pidió disculpas, pero en vez de recibir una reprimenda el guerrero le ofreció su platillo, Priscilla aceptó y comió un tercer plato, el guerrero puso más leña al fuego para poder obtener más calor, Priscilla sentía algo extraño, no sabría cómo describirlo, pero se sentía bien, el fuego y la comida la hacían sentir bien, por primera vez ella no se sentía sola.

– gracias ceniza... – dijo con la cara roja.

El guerrero se estiró, parecía que tenía sueño, sin pedir permiso alguno se acercó a Priscilla y se recostó en su cola esponjosa, la gigante al verlo no supo cómo reaccionar así que solo dejó que el guerrero descansara.

– bueno... solo por esta vez... – decía con su voz calmada – gracias por la comida... –.

El acogedor calor y la comida eran perfectos, ella comenzó a cerrar sus ojos hasta quedarse dormida junto al caballero, esto era el comienzo de una nueva amistad.

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