Capítulo 5: Domingo

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Fue un sonido estruendoso. Los pedazos de barro saltaron alrededor de lo que había sido una alcancía. La forma del cerdo quedó desfigurada. Lorenzo observó su trabajo. Siempre había querido reventar la alcancía.

—¿Qué fue eso? Lorenzo, — Zoé había abierto la puerta— ¡son las seis de la mañana y es domingo!

—No puedo dormir. Hace calor.

—Serás idiota. Para eso instalaron el aire acondicionado.

—No me gusta. Me hace daño.

—Dejá de ser diva y duérmete— Zoé cruzó los brazos. Su pie golpeaba levemente el piso. Lorenzo también había recibido las pantunflas en forma de pata de dragón o un animal de esa clase, pero estaban guardadas en algún lugar de su clóset.

—Mejor tu duérmete. ¿No necesitas tu sueño reparador?— Lorenzo se agachó para recoger los pedazos grandes de barro. Los billetes y las monedas los lanzó a la cama destendida.

—Pero si vos estás haciendo ruido, ¿cómo querés que me duerma?

—Duerme en la habitación de abajo.

—¡Ah, qué fácil!

Lorenzo se levantó.

—Ya no haré ruido, te lo prometo.

Zoé se retiró a su cuarto, no sin antes dirigirle una mirada dura. No era su culpa el clima.

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Acurrucados en el sillón, Lorenzo se acercó a sus padres. Se imaginó en esa misma posición a él y a Gabo. Sacudió la cabeza.

—Oigan, ¿me pueden prestar el carro?

—¿El carro? ¿Una cita?

—¡No!— Lorenzo negó— Quiero llevar un costal de alimento a UCAM.

—Si— Francisco dijo en unísono al "no" de Diego— ¿Por qué no?

—Aún no tiene licencia.

—Pero ya sabe manejar— Francisco contraatacó.

Sólo bastó una mirada para que Diego diera su brazo a torcer.

—Sin juegos o algún choque y espero que no nos llamen, ¿entendido, Lorenzo?— Diego dejó caer las llaves en la palma de su hijo.

—¿A qué hora vas a regresar?— Francisco inquirió.

—No lo sé, ¿tal vez a las cinco o seis?

—Está bien, saludá a Gabo de mi parte.

Así lo haría.

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Trabajaban en armonía, compartían alguna que otra broma o charlaban de cualquier tema.

—Tengo una idea— Lorenzo vació las croquetas.

—¿De qué?

—Mencionaste que la tasa de adopción es baja, ¿no?— Lorenzo esperó a que Gabo respondiera— Podríamos tomar fotos de los perros y pegarlas por las calles, tal vez ponerle mensajes llamativos.

La idea no sonaba nada mal. Podría funcionar. Qué Lorenzo se preocupara de que los perros consiguieran un hogar, el sentimiento, para Gabo, era indescifrable.

—Me gusta la idea.

Lorenzo le regaló un sonrisa, misma sonrisa que aceleró su corazón.

—¿Vas a adoptar a Donita?— Gabo preguntó para distraer a su cabeza.

—Si— la voz de Lorenzo estaba llena de entusiasmo— Se lo prometí, después de todo.

—¿Tus papás aceptaron?

—Si, creí que no lo harían. Tengo que ir a comprarle una cama, comida, juguetes.

Gabo sintió el calor apretar todo su interior. Lorenzo siendo tan comprometido con Donita tocaba todo sus puntos débiles. Tal vez, le gustaba Lorenzo.

—¿Querés que te acompañe? Quiero decir, podría ayudarte a elegir y ah...— Gabo se calló, le entró vergüenza de la nada.

—Entonces,— Lorenzo se recargó en la mesa, la sonrisa preciosa bien puesta— ¿me estás invitando a salir?— ojalá Gabo dijera que sí, porque Lorenzo moría porque Gabo dijera que sí.

—¿Qué? No, no me refería, Ugh, sí, la verdad que sí— las orejas de Gabo se colorearon de rojo.

—Bueno, hoy estás de suerte, porque me gustaría salir contigo.

FIN

Nota final: Ayo nunca había escrito un mini fic.

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